OPINION

El 'despotismo camuflado' de los políticos en campaña

Pedro Sánchez, en el último mitin de campaña
Pedro Sánchez, en el último mitin de campaña
EFE

Dos campañas electorales en menos de treinta días. ¡Olé! Los españoles somos capaces de eso y mucho más. Qué no nos pongan a prueba. Además, el 26 de mayo la mayoría de ciudadanos electores deberá votar en clave 3x1: municipal, autonómica y europea, tres realidades distintas para llegar a una constatación importante: si de verdad la izquierda confirma (o no) su hegemonía y recupera el poder en la mayoría de las Comunidades y ayuntamientos, algo que no sucede desde hace casi una década.

La encuesta del CIS apunta a que el PSOE será el ganador de estos nuevos comicios, pero ya sabemos que la 'cocina' de Tezanos, siempre tan a favor de Gobierno, utiliza más trucos que el mago Tamariz. Por otro lado, habrá que estar muy atentos a la evolución de la grave herida del PP, particularmente de su líder, y a su basculación al centro derecha. Entre unas elecciones generales y otras más locales siempre hay cierta corrección, y más cuando vienen tan seguidas. Los votantes intentan equilibrar el reparto de poder, y no se vota tanto a unas siglas como a un candidato, más allá incluso de su ideología; aunque en esta ocasión el resultado final dependerá de las posibles alianzas y pactos poselectorales que se alcancen.

Todo está abierto a un gran mercadeo de apoyos y demás avales políticos donde entrarán en juego todas las administraciones y escaños que se han logrado y se logren el 26-M. Si tu me das tus votos aquí, yo te los doy allí. Si tu me rascas la espalda yo te rasco la oreja. Es cierto que somos un país sin mucha cultura de pacto, pero los políticos actuales se están viendo abocados por las circunstancias a conseguir entenderse para no quedarse fuera de juego. El poder siempre logra extraños compañeros de cama. Pero lo malo de esta interesante situación es que no sabremos cuáles son esos posibles pactos y en qué se basan hasta que no pase el 26 de mayo. Mucho hablar de transparencia, pero lo que se practica en esta campaña es el nuevo "despotismo camuflado": todo por el bien de los ciudadanos pero que estos no se enteren de nada hasta que hayan votado y sea tarde.

Pablo Iglesias, que siempre decía que no debe haber pactos oscuros y secretos, que todo hay que hacerlo con luz y taquígrafos, ha cambiado de opinión y ahora exige a la prensa que le deje en paz, que no se le atosigue, que necesita discreción para llegar a acuerdos con Pedro Sánchez. Cómo cambian las personas, cuando acabas de llegar y vas de rompedor por la vida con tus ideales aún íntegros, a cuando ya formas parte de la "casta" que antes tanto criticabas.

Sin embargo, es realmente grave que en esta campaña tampoco se hable de las cosas que de verdad importan a los ciudadanos, como por ejemplo qué pasará realmente con la sufrida y castigada clase media española. Una clase media que, según el último informe de la OCDE, está en verdadero declive. Los datos estadísticos sostienen que cada vez es más difícil pertenecer a ella y que esta parte fundamental de la sociedad está menguando respecto a la clase alta.

¿A qué se debe el descontento y los apuros de la clase media? ¿Qué posibilidad tienen las nuevas generaciones de formar parte de la clase media? ¿Qué harán el Gobierno central y las Comunidades para recuperar la situación de la clase media? De estas cuestiones fundamentales nadie nos hablará, ni de otras tan importantes como son los impuestos. Nos van a meter en breve mano en la cartera, y dirán que es por nuestro bien, no se lo crean. Siempre es más fácil pegar sablazos con impuestos que recortar y controlar el gasto público. Y los políticos solo saben hacer lo fácil.

Además, nadie va a responder a una sencilla pregunta: ¿Por qué el Gobierno de Pedro Sánchez subirá los impuestos a los españoles cuando países como Portugal, que además tienen un Ejecutivo de izquierdas, y otros países como Bélgica, Francia, Estonia, Letonia o Noruega, los bajan? Esperemos que de hoy hasta el 28 de mayo alguien nos dé la respuesta. Y si no llega, pues a votar con la cabeza más que con el corazón.

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