OPINION

El independentismo ha sido vencido: cómo cabalgar el tigre catalán

Pedro Sánchez recibe a Quim Torra en La Moncloa
Pedro Sánchez recibe a Quim Torra en La Moncloa
POOL - Archivo

“Apreciado Presidente”. Así arranca la carta que Quim Torra le ha enviado a Pedro Sánchez. Sin embargo, hubiera sido más certero iniciar la misiva con un “Estimado”, por aquello de ajustarse “avant la lettre” a las intenciones y a la situación del momento: “El presidente ‘es timado’ por un Torra desesperado”, algo que “va de soi”, lleve o no rima consonante. La epístola sigue por los derroteros de un quiero pero no puedo. De un dame cuartelillo que se me acaba la munición para contentar a los míos: “Es imprescindible que concretemos los términos del diálogo (…). Debemos hablar de todo en profundidad… y del ejercicio del derecho a la autodeterminación (…). Etc., etc., etc.”.

No hace falta ser intérprete ni taumaturgo para darse cuenta de que sin ser una carta bomba si es una carta bluf. El escrito, aunque firmado por Torra, lleva el sello inconfundible de los estertores de Puigdemont. Se grite o no en las calles, se atrevan a pronunciarlo o no en los bares, el independentismo ha sido derrotado por el Estado –lo reconocen “sotto voce” hasta los más devotos del procés- y ahora busca una salida discreta y no vergonzosa para evitar un ridículo mayor.

Después de oír las innumerables bravatas, amenazas y ultimátums del presidente teledirigido desde Bruselas, Quim Torra, Moncloa recibe la súplica de un encuentro para hablar del derecho de autodeterminación. La carta es como un naipe marcado por la desesperación y la angustia. Es la penúltima apuesta de un tahúr impotente que ya no tiene crédito y no sabe como jugar su próxima baza, y prefiere desafiar en río revuelto al rival, por si pica.

¿Pero no estábamos ya en fase de República? ¿Por qué pedir ahora permiso para ir al baño? Esto más que el día de la marmota, se asemeja al club de los masocas. Sí, ya sé que me han derrotado, pero me gusta recordarlo.

El secesionismo catalán necesita que alguien la abra la puerta para volver a entrar en el redil. Pero ese freno y marcha atrás no debe notarse demasiado. Hay que hacerlo de noche y de espaldas a la realidad para que parezca que avanzamos, en lugar de retroceder. La traca ‘separata’ tiene que desvanecerse como los fuegos artificiales y sugerir lo que no es, que los derrotados son el PP y Ciudadanos.

Hace unos días, me tome un café con unos amigos catalanes indepes que estaban de paso por Madrid. Eran indepes de buena cepa, de esos que reconocen las derrotas aunque les duelan. Tal vez porque ya están muy acostumbrados a ellas. Y me sorprendió la claridad de ideas: “El Estado español ha ganado. Nadie puede negarlo, y menos con los políticos en la cárcel. Pero ahora hay que buscar una solución a este lío que tenemos montado. Y lo suyo es que los ganadores tengan un gesto con los derrotados. Un gesto que facilite la aproximación y la reconciliación, que aunque ésta tardará años hay que iniciarla cuanto antes”. El análisis –resumido- fue el que mis interlocutores esgrimieron, quizá influidos por su breve estancia en Madrid.

Tiene lógica, desde el punto de vista del apaciguamiento y la resolución de conflictos, que el que pierde renuncie a sus pretensiones y acepte los fallos de la Justicia; pero el que gana debe mostrar “generosidad” con el derrotado.

Sin embargo, hoy en España hay dos vías opuestas para solucionar el conflicto de Cataluña. La primera es la de mano dura y tentetieso. Pide cárcel para los insurrectos y, si fuera menester, aplicar de nuevo y sin miramientos el 155. La otra vía, la tibia y menos virulenta, guiada por otros intereses, quiere vencer pero sin desmerecer, dejando la puerta abierta para que corra el aire y no haya mayores destrozos.

El Estado, virtual vencedor de esta cansina pesadilla, debe mostrar algo de grandeza y piedad; pero eso no podrá suceder hasta que los separatistas den muestras de que han entendido el mensaje: que han sido derrotados y que el juego de la república independiente –lazos amarillos incluidos- ha terminado.

Como recomienda Julius Evola en su libro “Cabalgar el tigre”, sólo se puede ser generoso “cuando el tigre, que no puede abalanzarse sobre quien lo cabalga, esté fatigado de tanto correr”… y admita –añado yo-, sin trampas ni sutiles violencias que la quimera secesionista ya no tiene futuro, al menos por ahora.

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