En mi molesta opinión

Elecciones dentro de un año: seguro que usted ya sabe a quién quiere votar

Pedro Sánchez Feijóo Senado
Elecciones dentro de un año: seguro que usted ya sabe a quién quiere votar
Europa Press

Llega la hora de sacar punta a la papeleta para decidir a quién votaremos. No es tarea tan complicada hacerse una idea precisa de quién merece nuestro voto, en pocas palabras y como dicen los norteamericanos, de quién nos fiaríamos para comprarle un coche usado. En estos tiempos polarizados y radicales no hay indecisos ni timoratos: o blanco o negro, o me gusta este tipo o no me fío de él ni un pelo. O me bajan los impuestos o me los suben. El cara o cruz ya no sirve. El presidente del Gobierno de España es tan rotundo en sus actitudes y tan predecible en su estilo ‘doberman' que no ofrece la posibilidad de dudar ni de que podamos pensar que cambiará de repente en un ataque de cordura política. No caben las medias tintas ni las versiones edulcoradas, el sanchismo es así en sus formas como en su fondo, es así en lo económico y en lo político.

Para ser claros y realistas, la intención de voto es directa: ¿Optará usted de nuevo por Pedro Sánchez o cambiará de candidato, y le dará una oportunidad al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo? Del presidente del Gobierno sabemos ya unas cuantas cosas de sus posibilidades y de sus cuatro años en el poder, sobre todo de lo que es capaz de hacer, es decir, de anteponer lo que sea preciso mientras él pueda permanecer en La Moncloa; al precio que sea y pagando los favores exigidos por sus socios separatistas o por Puigdemont o Griñán. Está conclusión, que ya todo el mundo asume y repite en la calle se ha convertido en el gran leitmotiv del estilo de gobernar del sanchismo: “Si hay que mentir se miente, pero yo sigo de presidente".

Para contrastar la conformidad de los hechos basta con seguir el trazo histórico de las palabras y decisiones políticas que Pedro Sánchez ha aplicado en estos años de gobernanza. Cuando uno lo hace, llega siempre a una misma conclusión: no es que Sánchez mienta, es que nunca dice la verdad; para él la verdad no existe, es una apreciación subjetiva que responde a ganancias particulares que siempre coinciden exclusivamente con su interés y su punto de vista. Veamos. Cuando dijo la famosa frase de que no podría dormir tranquilo si gobernara con Pablo Iglesias, sin duda era sincero cuando la pronunció, lo que pasa es que luego también fue capaz de traicionar sus ideas e ideales para hacer lo contrario de lo que proponía en su beneficio particular.

Sánchez se rige por un pragmatismo estrafalario que no atiende a otras razones: lo que me beneficia a mí, aunque sea una desgracia para el resto del mundo, será “positivo” y habrá que realizarlo sin ningún miramiento ni escrúpulo. Ahora estamos de nuevo, tras los indultos a los 'indepes', confeccionando los trajes a medida para la reducción de penas por sedición y con la rebaja exprés de la malversación, que ha descolocado no sólo a la oposición sino a la sociedad en general. Sánchez ha dicho que esto se hacía -he aquí otra falsedad- para equipararnos con las leyes europeas, cuando es sabido que en Alemania, Francia o Italia las penas en casos similares son iguales o mayores que las nuestras. También dicen que esto “ayuda a desinflamar el conflicto catalán”, cuando la realidad demuestra que la desinflamación ha llegado por agotamiento y hastío social, tras el timo de la estampita independentista y del fracaso económico de Cataluña.

Además, aseguran que existe la necesidad imperiosa de “equipararnos” con Europa pero solo se aplica en cuestiones que benefician al Gobierno -es decir, para aprobar los Presupuestos y seguir en el poder-, pero se olvida en otras cuestiones tan importantes como equipararse con la estabilidad presupuestaria, con el control del gasto, o con la reforma de la educación, por ejemplo. Pero Sánchez no es tonto, aunque va por la vida como un loco, y sabe que por muchas mentiras que suelte él y sus ministros de argumentario nadie se traga que esté convencido de lo que hace, sino que todo obedece al pacto y al pago de las “treinta monedas” que brotaron en 2018 para conseguir la moción de censura con el apoyo “Frankenstein”, como bien definió Rubalcaba, un socialista mucho más cabal y leal.

Los argumentos de Sánchez suelen estar huecos porque chocan con la realidad, y como gran solución culpan de todo al PP o a Feijóo, pero nunca exponen sus verdaderos motivos. Intentan avasallar con mentiras sugiriendo que todo es por el bien de la sociedad española, sin decir claramente que es por su exclusivo interés partidista. La prueba es clara: si tuviera mayoría absoluta y no dependiera de ERC y Bildu, ni de Unidas Podemos hubiera actuado de otro modo porque sabe que lo que está haciendo no es bueno ni positivo para la mayoría de ciudadanos, que tendrán que tragarse este marrón para que Sánchez pueda seguir aniquilando un poco más las instituciones del Estado y cargándose el sistema político y social de la Transición, objetivo final de todo este disparate.

En este PSOE que es más sanchista que socialista no hay convicciones ideológicas o de Estado, sólo sobrevive el oportunismo tóxico de un presidente que lo fía todo a la mala memoria de los votantes. Pero las patadas a la Constitución y a la leyes son tantas que no será fácil olvidarlas. Dentro de un año veremos qué pasa, antes -en mayo- tendremos un “aperitivo” decisivo con las elecciones autonómicas y municipales. A Núñez Feijóo se le conoce en parte por sus cuatro legislaturas en Galicia, pero lo de ahora no tiene nada que ver con aquello, la hora de la verdad se llama España y tendrá que hacer algo más que esperar a que pase por Génova el cadáver de Pedro Sánchez. Veremos si es capaz. El duelo promete.

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