En mi molesta opinión

El Rey emérito no jugará la Champions con el Real Madrid

Juan Carlos I
El Rey emérito no jugará la Champions con el Real Madrid. 
Europa Press

Los años difíciles y a la vez dorados en los que el Rey Juan Carlos era el Jefe del Estado, detenía golpes palaciegos en televisión y se hacia el campechano con todo el mundo, han pasado a mejor vida. La izquierda de este país ignora hoy, principalmente, aquellos días en que esa misma izquierda se ponía tan estupenda y se hacia “juancarlista” por la gracia de un Borbón. Y de paso, se hacía monárquica por exigencias de un guión que no estaba escrito pero resultaba muy entretenido para una “gauche divine” que conocía los entresijos de Zarzuela pero miraba hacia otro lado porque le interesaba ese doble juego. Hasta que los vientos cambiaron -en España son muy bruscas las corrientes de aire- y el panorama político se trastocó.

Un guión democrático y en Transición continua que visto lo que estamos viendo hoy -el empeño de aniquilar cualquier tiempo pasado- era el mejor planteamiento para llegar a un cambio más racional y pragmático. Ahora, algunos nuevos inquilinos del poder partidista quieren arrinconar ese pasado, esa Transición que nos llevaba a todos hacia el cambio y la prosperidad, aniquilándola en la memoria e ignorando la unidad y la relativa concordia que había entonces, imperfecta y necesitada de reformas, pero más acorde al principio de humanidad existencial que impera en toda civilización democrática.

Sin un Rubalcaba socialista que atempere las formas y ponga altura en los ánimos; y con un Pedro Sánchez “sanchista” perdido en su falta de criterio y en el doble juego con la jefatura del Estado, nos movemos en una perpetua sucursal de arenas movedizas que no ve más allá de sus intereses y conveniencias políticas. A las pruebas me remito. El Gobierno, en boca de su portavoz, Isabel Rodríguez, se ha quejado de que no haya pedido disculpas el Rey emérito “y de que no haya estado a la altura de una respuesta democrática”. El ministro del Interior, Grande Marlaska, repitió lo mismo que su colega portavoz, algo teledirigido y acordado por el propio Gobierno de la nación que se dedica a echar gasolina al fuego en lugar de buscar soluciones inteligentes y no provocar mayores desgarros. Y no digamos, la oposición de extrema izquierda y los independentistas en el Congreso, todos han utilizado con profusión las redes sociales para rechazar e insultar al Rey emérito.

Hay tanta Historia -con mayúsculas- en el emérito Juan Carlos que habrá que juzgarlo con lupa y microscopio para no perdernos exclusivamente en las aviesas intenciones políticas. Con él también se repite el triste conflicto que tuvo con su padre, Don Juan, por aceptar la propuesta de Franco en beneficio suyo y en detrimento de su predecesor. Los años todo lo solucionan, como se solucionarán con el tiempo los posibles roces entre padre e hijo. No olvidemos que don Felipe ha demostrado ser más Grecia que Borbón, por su estilo y personalidad, y ello significa que su carácter es más propio de su madre que de su padre. Más profesional y menos campechano. Cosas de la vida y de la genética que el tiempo se encarga de subrayar.

Todo el mundo puede apuntarse al carro que más le convenga o le guste, faltaría más. Puede decantarse por apoyar a Felipe VI, a Juan Carlos I, a Sánchez X, o Mbappé II Rey de París, por la gracia del emir de Qatar, el susodicho que hace dos días le dimos de todo a cambio de petrodólares y mucho gas. Así es la vida, llena de conflictos e intereses. No digo que sea lo mismo, pero para un madridista recalcitrante (que lleva la corona real en su escudo gracias a Alfonso XIII) puede ser mucho peor y más desgracia lo de Mbappé, que no fiche por el club blanco, ya que al menos su Real Madrid le da alegrías el fin de semana.

Sin embargo, todas las demás declaraciones que hemos oído estos días sobre el Rey emérito son pamplinas que manejan algunos políticos y Moncloa para manipular intereses y vender a los votantes, cuando toquen elecciones, que ellos son muy dignos y muy capaces de hacerlo todo por nuestro bien, incluso hacernos creer que el Rey emérito es malo porque no da explicaciones; y el Presidente Sánchez es bueno porque no da ni pide explicaciones a los independentistas que en octubre de 2017 asaltaron la democracia española. Secesionistas indultados en contra del dictamen del Tribunal Supremo y sin la voluntad de pedir perdón. ¡Ho tornarem a fer!

Ahora viene la segunda ecuación: ¿Cuántos españoles cree usted que están preocupados por lo del Rey Juan Carlos? Según una encuesta de Metroscopia, publicada por 'El Confidencial', tan solo un 10% indica que este sea un tema que les importa mucho. Dicen estar enterados de esta cuestión un 93%, pero no le preocupa el tema a la inmensa mayoría, más allá del interés o cotilleo de ver unas imágenes del Rey emérito navegando por Sanxenxo. No así al 77% de los encuestados que declara un enorme interés por la situación de la economía, o un 87% por la guerra de Ucrania. Puestos a dar datos comparativos, aquí van unos cuantos más: un 74% de la ciudadanía considera que el Rey Felipe está desempañando correctamente sus funciones, de lo que se concluye que la Corona no es un problema para la mayoría de los españoles. En cambio, los ciudadanos que se declaran “totalmente republicanos” representan un 18%.

No se trata tanto de plasmar aquí un concurso de simpatías estilo 'Eurovision', sino de sacar conclusiones para entender cómo debe funcionar y actuar realmente una monarquía española, acorde con estos tiempos y exigencias, a pesar del griterío político y mediático interesados ambos en aumentar los decibelios. Cada día es más difícil seguir correctamente las pautas informativas, sobre todo por el constante ruido de fondo que generan los medios de comunicación, las redes sociales, y todo tipo de trompetas orquéstales, que cualquier día anuncian que el Rey emérito mató a Manolete, o en su defecto, que don Juan Carlos jugará la Champions con el Real Madrid en la posición del extinto Mbappé.

Cosas más raras se han dicho sobre el ex Jefe del Estado, y me temo que se dirán algunas más hasta que un buen día descanse en paz el emérito, y no precisamente en Abu Dabi. Entonces, siguiendo la costumbre muy española de enterrar con gran pompa a los muertos, todos saldrán a reconocerle que al menos la democracia se la debemos, en buena medida, a él.   

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