OPINION

Franco, Cataluña y la economía determinarán las elecciones del 10-N

Sánchez, durante la presentación del programa del PSOE
Sánchez, durante la presentación del programa del PSOE
EFE/Chema Moya

Demos un paso atrás. No en plan cobarde, sino para tomar una mayor perspectiva y contemplar mejor lo que se nos avecina. El panorama nacional español necesita mucha amplitud de miras y también de entendederas para abarcar todo el marco informativo. Por un lado está la sombra alargada y embalsamada de Franco. Un dictador fallecido hace 44 años que sigue siendo útil para excitar los ánimos de una sociedad que vive ese pasado en segunda, tercera o ¡cuarta! generación. Paradójicamente, ahora hay más antifranquistas que cuando murió Franco.

Cuatro décadas después lo van a exhumar del Valle de los Caídos. Pretendido monumento a la reconciliación que se ha convertido en un movimiento para la discordia y el debate en tertulias de televisión. Todo esto no tendría mayor comentario si no fuera porque el proceso de cambio de residencia mortuoria de Franco se ha transformado en un asunto político-partidista más que en un asunto de Estado, y ha degenerado en una auténtica película de Berlanga, con mucho humor absurdo y trágico, como en su mítico film 'El Verdugo'.

El Gobierno anuncia que la exhumación está atada y bien atada con la reciente sentencia del Supremo, y que se producirá en breve -antes del 25 de octubre- ese ansiado “Bienvenido Mr. Franco a su nuevo cementerio de Mingorrubio”; pero aún quedan rescoldos que apagar y tramas principales que ejecutar, sobre todo la del cambio, que es la fundamental y que no será nada fácil de llevar a cabo sin sorpresas. ¿El traslado se hará en helicóptero o por carretera? ¿Con honores de jefe de Estado? ¿Se comprobará que dentro del féretro está realmente Franco? ¿La exhumación será está próxima semana? Bueno, da lo mismo porque durará lo que interese que dure. Dicen incluso que quieren que coincida con el anuncio de la sentencia del 'procés', para diversificar la presión social e informativa.

Lo curioso de esta historia “berlanguiana” que viene con su “maldición franquista” incluida, es que además nos pilla en medio de una campaña política y en vísperas de una repetición electoral, además de la anunciada sentencia del Tribunal Supremo sobre los políticos independentistas que ya asoma el morro para el lunes 14. Por si todo esto les parece poco, también está al caer un previsible frenazo económico que puede hacer temblar los muebles, pero sobre todo puede castigar los resultados electorales de Pedro Sánchez.

En España no nos gustan las cosas fáciles, está claro. Ni tampoco las democracias aburridas, que son las que, sin embargo, tienen más prestigio. Aquí nos gusta echarle leña al fuego, o en su defecto, gasolina. Nos gusta liarla siempre que hay un resquicio para ello. No teníamos bastante con repetir elecciones, con votar cuatro veces en cuatro años, había que meter a Franco por medio y la sentencia del 'procés'. Lo de la economía es un regalo extra de los dioses porque los líos nunca vienen solos.

Si me dicen que la Justicia debe ir por un lado y la política por otro, les diré que así debiera ser. Pero, por ese mismo motivo, la sentencia debería esperar (sin filtraciones) a que pasara la marabunta electoral. No es bueno mezclar tantas emociones y decisiones, y no pasa nada malo si todo llega en su momento oportuno. Pero no. Hay que servirlo todo a la vez. Tanto es así, que Sánchez -y los demás políticos- tendrán también en plena campaña una desaceleración económica, un perfecto pimpampum para debatir y asustar a una sociedad ya de por sí muy escamada con sus finanzas y su futuro laboral.

Este frenazo en el empleo, en el crecimiento y en el consumo, perjudica mucho más al PSOE, que es el que maneja ahora las riendas, y el que tiene una peor fama a la hora de solventar las crisis económicas. Existe la Memoria Histórica, pero también la memoria económica, y nadie olvida lo que sucedió con Zapatero y la crisis de 2007, cuando él y Pedro Solbes la negaron, y luego tuvieron que congelar pensiones y salarios de funcionarios. Es cierto que después vino Mariano Rajoy con grandes recortes y subidas de impuestos, pero en el imaginario colectivo pervive la idea de que la derecha gestiona mejor los problemas de la “pasta” que la izquierda. Veremos cómo lo afronta Pedro Sánchez, pero seguro que la situación de desaceleración no le beneficia.

En resumen, se avecinan unas intensas semanas/meses repletos de tensiones sociales, políticas y económicas que desembocarán en unas elecciones cruciales para el futuro de España. La situación actual no es catastrófica, pero tampoco soplan buenos vientos, y dependerá mucho de las decisiones que se tomen para que el futuro sea venturoso o catastrófico. ¿Qué gobierno se podrá formar? ¿PP y C’s cederán para que Sánchez -si gana- no se vea obligado a pactar con Podemos e independentistas? Demasiadas incógnitas por resolver. Y lo malo es que los políticos no dan la sensación de tener claro qué es lo mejor y qué deben hacer para resolver los muchos y graves problemas que hoy tiene España.

Mostrar comentarios