En mi molesta opinión 

Gregorio Luri o las expectativas de una sociedad desorientada y pesimista

Gregorio Luri, filósofo y pedagogo
Gregorio Luri o las expectativas de una sociedad desorientada y pesimista. 
Europa Press

La esperanza de vida no deja de crecer y nuestras condiciones son infinitamente mejores que hace varias décadas. Pero no somos más felices. Esta es la conclusión a la pregunta del millón de dólares, o si lo prefieren, la respuesta de millones de seres humanos que cada día se hunden un poco más en la depresión y en su miseria existencial al comprobar que la vida no es como ellos esperaban y deseaban, sino que cada día se parece más a esos mundos distópicos que se temían, y que son prototipo de una sociedad indeseable en sí misma. También es la pregunta que intenta responder sin paños calientes Gregorio Luri -pedagogo, filósofo y maestro-, en un nuevo libro que rompe todos los esquemas de la crisis de existencia que afrontamos en este complejo siglo XXI, confuso y obscuro para la mayoría de los transeúntes del nuevo milenio.

Luri se apoya en dos grandes palancas para crear su libro imprescindible: la inteligencia y el sentido común, y las edifica con la habilidad del que se sabe por experiencia maestro y a la vez filósofo; y de esta sabia combinación surge “En busca del tiempo en que vivimos”(Deusto), que rememora en gran medida, aunque con otras circunstancias lejanas, la conquista de Proust en su ‘À la recherche du temps perdu’, y posee también la intención de proyectar sobre el corazón de la sociedad lo que nos sucede, aunque no sepamos muy bien por qué nos sucede: “El presente es lo que nos pasa a medida que pasa (…). El hombre se nos muestra en su búsqueda de sentido como ese fragmento mínimo, pero añorante, del Todo, que se pregunta por el sentido de las totalidades de las que forma parte, comenzando por su biografía y terminando por la historia del cosmos”.

Inquieta la conclusión de que el hombre actual ha podido cansarse de sí mismo y de su dominio de la Tierra. No es nuevo que el ser humano tenga miedo del futuro, todos las generaciones de un modo u otro lo han tenido, pero que tenga miedo de sí mismo “porque ve como el bárbaro que nos acecha ya no se encuentra en las fronteras, sino en los límites de su alma, sí es novedoso. Y es una noticia altamente preocupante porque ese miedo ha llegado a las escuelas (…)”. Para Luri la palabra escuela es casi sagrada, y junto a la educación y la infancia forman parte fundamental del futuro de una sociedad que no puede permitirse el lujo de recrearse en sus angustias y perplejidades, y mucho menos aceptar que cada día aumente el número de suicidios entre los adolescentes.

La mayoría de nosotros la sabiduría no la recibe por ciencia infusa, debemos descubrirla por nosotros mismos, de ahí que este filósofo navarro nacido en Azagra en 1955, nos invite a explorar y diseccionar sin dramatismos la parte humana que precisa ser revisada y comprendida para que a su vez pueda ser restablecida, en la medida de lo posible. Valga como invitación a reflexionar esta observación de lo que nos está pasando y nunca creímos, o no quisimos creer, que pudiera sucedernos: “Durante décadas, hemos vivido en algo parecido a una orgía de la transgresión y ahora no sabemos qué hacer con la inercia de la orgía. Queremos poner límites a la orgía deconstructivista, pero nos encontramos con que hemos deconstruido el mismo concepto de límite. Para los griegos lo malo era lo indefinido y lo bueno lo armoniosamente delimitado. Nosotros llevamos más de un siglo sospechando que toda delimitación es una imposición arbitraria de algún taimado cuyo poder se nutre de nuestra mansedumbre”.

Las soluciones a los problemas difíciles no se resuelven al modo populistas. Los conflictos diversos y profundos de la humanidad requieren su tiempo y su análisis, y en el libro no se huye de los mismos, al contrario, ya en el primer capítulo se advierte de una idea que podríamos considerar, en otras circunstancias, como obvia pero que en estos tiempos donde el sentido común es algo casi revolucionario, recordar lo evidente se hace imprescindible: “El humano es un ser capaz de trascender o degradarse. Es una bisagra. Se le puede ver desde la posición a la que es capaz de elevarse o en la posición a la que es capaz de degradarse. Desde la segunda no es visible la primera. No se puede entender la primacía del espíritu desde la primacía de la materia. El ocio no explica a Beethoven; el sexo no explica el amor; la sed no explica un buen vino; los ojos no explican ‘Las meninas’; la irracionalidad no explica la racionalidad; etcétera”.

Quizá ha llegado el momento de replantearnos nuestro periodo histórico y descubrir el horizonte temporal que nos está tocando vivir; saber si vivimos en una era de cambios radicales, o si bien hemos iniciado ya nuestro cambio de era. Todo apunta a que esto último es lo que, cronológicamente, nos corresponde, pero esta nueva civilización no está garantizada de por vida, y como asegura el propio Gregorio Luri, “todo presente está hecho con la inteligencia disponible en el pasado, y no está nada claro que seamos más inteligentes que nuestros padres y abuelos”. Algunos lo dudan y otros muchos también.

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