OPINION

Iglesias contra Errejón... ¿Fuiste tú el culpable o lo fui yo?

Errejón y Carmena
Errejón y Carmena
EFE

La traición se acaba de consumar. Íñigo Errejón le ha dado la puntilla final a Pablo Iglesias en esa turbia relación política que mantenían desde hace dos años. En el amor y en la guerra (por el poder) todo vale. Y una vez más ha valido la pena esperar para poder saborear como de costumbre la ansiada venganza: fría, bien fría. Inmenso error también el cometido por un tipo listo como Iglesias, pero que no supo pronosticar que su 'castigado' número dos y examigo, Errejón, le iba a devolver el abrazo del oso, a la primera oportunidad que tuviera.

El que fuera tándem de éxito electoral, Iglesias-Errejón, se rompió de cuajo en 2016. Las heridas y las desconfianzas, así como los egos y las vanidades, iban por dentro, pero dejaron mucho rastro en la organización del partido. Todo saltó por los aires en la asamblea de Vistalegre-2: Pablo quedó como el gran vencedor del duelo fratricida, controlando el partido, y Errejón y sus ideas de un comunismo más 'light' fueron desterrados a labores menos relevantes, como ser el candidato a la Comunidad de Madrid. De fondo sonaba la mítica canción de Alaska: “Dónde está nuestro error sin solución. ¿Fuiste tú el culpable o lo fui yo? Ni tú ni nadie, nadie puede cambiarme”.

Iglesias se hartó de ser sólo la imagen de Podemos y de que las ideas de su cada vez menos colega, Íñigo, fueran las que marcaran los objetivos del partido. Además, tenía la sospecha de que le estaban haciendo la cama. Y fue entonces cuando todo cambió realmente. Iglesias se independizó de Errejón y de todos los fundadores de Podemos, y dio entrada a nuevos valores políticos, más cercanos a sus tesis neocomunistas. Incluso se atrevió a poner a su pareja sentimental, Irene Montero, como número dos del partido. Una decisión discutible y algo incongruente, sobre todo cuando él mismo se paso años criticando a Ana Botella por haber entrado en política de la mano de su marido, José María Aznar. Aunque la realidad es que la cosa fue al revés, y el expresidente se metió en el PP -entonces AP- de la mano de Botella.

Pero volvamos a Podemos, un partido en horas bajas que se enfrenta a su mayor crisis desde que se fundo en 2014. Justo el día en que se cumplía el quinto aniversario de su nacimiento político, el jueves 17, Íñigo Errejón anunciaba que se presentaría a las elecciones autonómicas del brazo de Manuela Carmena, y bajo las siglas del partido de ésta, 'Más Madrid'. La marca Podemos, y con ella el control político de Iglesias, ya fueron también despreciados por Carmena y sus concejales, todos ellos sancionados y expulsados del paraíso podemita. Ahora, Errejón ha hecho lo mismo, ha despreciado a Podemos y sobre todo se ha quedado con más autonomía para confeccionar las listas.

Lo más grave no es que Pablo Iglesias decida dar la batalla y que su partido se presente a las autonómicas de Madrid con otro candidato, fragmentando aún más a la izquierda; lo peor es la imagen que ofrecen a su electorado y la cara que se les quedó a los líderes de Podemos cuando se enteraron de este complot a la madrileña entre Carmena y Errejón. La marca del partido morado, que ya estaba bastante tocada y desacreditada por sus múltiples peleas internas y por sus incongruencias personales, como la compra del chalé de Galapagar, se ve ahora un poco más abocada a la pérdida de apoyos. Errejón prefiere unirse a un nuevo partido que aprovechar el nombre y el prestigio de Podemos. ¿Por qué será? Será para tener más independencia de Iglesias; será para controlar más a sus compañeros de viaje; será para aumentar sus posibilidades de obtener un buen resultado; o será simplemente para devolverle la patada que tenía pendiente de darle a un Iglesias que estaba tan tranquilo en su casa cambiando pañales a sus dos hijos.

Con esta decisión Errejón no tiene nada que perder porque lo que tuvo dentro del partido -poder, influencia, amistad con Iglesias, etc.- ya lo perdió hace tiempo. La unión Carmena-Errejón tiene su valor ya que ofrece una imagen de experiencia y juventud a la vez, pero la alcaldesa arrastra una gestión discutida y bastante desacertada en temas de movilidad, aunque mantiene ciertas opciones si hace una buena campaña y las lesiones y la salud la respetan. Ese puede ser su principal talón de Aquiles, nunca mejor dicho. Un político que no garantice que está en plena forma, pierde muchas opciones porque los electores intuyen que acabará abandonando, o haciendo el papel de capitán araña, que embarcaba a la gente rumbo a América y él se quedaba en tierra.

De cara a las elecciones de mayo, en su versión municipales, autonómicas o europeas, las cosas se complican aún más. En principio parecía que donde más problemas habría sería en la derecha, con la abrupta irrupción de Vox; pero la izquierda es una gran experta en despedazarse ella misma, y no ha querido faltar a su cita habitual de complicarse su propia existencia. Sin duda, a más fragmentación mayor debilitamiento de Podemos, y a la hora de pactar y encontrar alianzas postelectorales las cosas se complicarán aún más. Está claro, quizá sea lo único diáfano, que en las elecciones de mayo no habrá mayorías absolutas, y todos deberán hacer un gran ejercicio de responsabilidad y entendimiento si quieren llegar a pactos para gobernar.

Sin embargo, parece muy poco probable, por no decir imposible, que Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, que no han sabido alcanzar un mínimo acuerdo en estos meses, sean capaces de olvidarse de sus graves afrentas y ponerse de acuerdo después de las elecciones. Aunque nadie ignora que los políticos son capaces de todo -incluso de aparcar sus odios- para alcanzar el poder. De todos modos, la inquina que se profesan ambos, demostrada con creces en los hechos y declaraciones de estos días, no hace presagiar ningún posible acercamiento. La guerra entre hermanos políticos esta servida, veremos cómo continúa y quién la gana.

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