En mi molesta opinión

La estupidez antes estaba peor vista

El secretario general de EH Bildu, Arnaldo Otegi
El secretario general de EH Bildu, Arnaldo Otegi.
EFE

No me gustan los concursos de belleza, y no es porque no me sienta capaz de ganar alguno de ellos, pero me resultan aburridos, casposos y poco edificantes ya que sólo premian el chasis y casi nada el motor, me refiero al cerebro de la bella o bello en cuestión. Sin embargo, el hecho de que no me gusten a mí no significa que me los quiera cargar, que los quiera prohibir, hacerlos desaparecer de la faz de la Tierra. Vivimos -cada día más- en la “cultura de la cancelación”, si algo no te gusta o te molesta hay que prohibirlo, de entrada lo señalas y lo acusas de lo que sea -no importa el grado de estupidez de la denuncia- para culpabilizarlo y hostigarlo en las redes y para que pierda apoyos y subvenciones, y luego ya vas a por su destrucción total. Dorian Abbot, profesor de la Universidad de Chicago, le cancelaron una prestigiosa lectura de ciencia en el MIT por decir que las evaluaciones deberían basarse en el mérito. Los prohibicionistas de esta cacería-cancelación fueron unos estudiantes de posgrado que montaron una protestan en Twitter contra Abbot porque se sentían ofendidos y perjudicados.

Tanto luchar y sangrar por la libertad, tanto gritar en el 68 “prohibido prohibir”, y ahora crece en medio de esta sociedad un sector al que yo llamo R.I.P: ruidoso, insidioso y puritano; al que le encanta impedir que se hagan o se digan ciertas cosas; les fascina prohibir y destruir todo lo que no les gusta o no comprenden o no comparten. En lugar de respetar al otro, de valorar la diferencia y la diversidad, lo denigran hasta destruirlo. Hablaba ayer de estas cuestiones con un buen amigo y periodista residente en Francia, y fue él quien me informó de una asociación ultra-feminista organizada en Lyon que pretende cargarse los concursos de Miss Francia. El motivo de su indignación reside en que “discriminan a las mujeres feas" con las condiciones que exigen en el reclutamiento de las candidatas: una estatura determinada, que no lleve tatuajes y poco más.

Poniéndome muy empático y solidario, puedo entender que alguna señora se sienta molesta por no dar la talla, y no cumplir los requisitos para ser Miss Francia, de la misma forma que muchas doctoradas en jurisprudencia no dan la “talla” para ser juezas, y que en los concurso-oposición para judicaturas también se ponen condiciones y exigencias acerca de un temario imprescindible para los aspirantes. Que exigieran ser guapa o guapo en una oposición a jueza, sí sería discriminatorio; tanto como exigir ser jueza para ser Miss Francia; pero que se requiera cierta hermosura para un concurso de Miss y determinados conocimientos legales para acceder a la judicatura, parece de lo más elemental.

Como decía mi amigo de Francia, vivimos tiempos absurdos donde se penaliza la inteligencia y el sentido común, mientras que la imbecilidad manifiesta y persistente no tiene la mala prensa que debiera, ni está tan denostada como merece. Da la sensación de que antes la estupidez estaba peor vista que ahora. Es más, yo diría que ya hemos alcanzado el abismo que vaticinaba Dostoyevsky: “La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles”.

Expuesto todo esto, pasemos a lo dicho por Arnaldo Otegi el pasado lunes. El líder de EH Bildu soltó públicamente una frase que provoca conmoción y nauseas a la vez: "Queremos decirles de corazón que sentimos enormemente su sufrimiento que nunca debió haberse producido y nos comprometemos a tratar de mitigarlo en la medida de nuestras posibilidades”. ¿Otegi pide realmente perdón a las víctimas, o más bien mide sus palabras y hace un gesto a la galería para blanquear a ETA? La declaración del ex preso por terrorismo plantea más incógnitas que luces. Que sea él el portavoz de esta declaración hace difícil que se pueda superar un pasado lleno de asesinatos -864-, heridos, secuestros, terror y desolación. ¿Pero qué pretenden realmente Otegi y Bildu?

Hace diez días, a principios de octubre, José Angel Prenda, uno de los miembros de “La Manada” de Pamplona, también pidió perdón “por los daños causados” a la víctima y reconoció por primera vez la violación que perpetraron todos ellos a una joven en 2016, y añadió lamentarlo “profundamente”. La carta pidiendo perdón llegó en un momento penitenciario en el que el preso puede empezar a disfrutar de permisos si muestra su arrepentimiento. Sin ánimo de comparar delitos, solo las intenciones de las disculpas, se da la circunstancia de que las competencias de prisiones se han transferido ya al País Vasco, y todos los terroristas presos ven en ello una oportunidad, como el Prenda, para beneficiarse cuanto antes de permisos. Como ellos no pueden ni quieren hablar de perdón, ya está Otegi para pedir disculpas en su nombre y allanar así el camino de la excarcelación.

“La Manada” de ETA -las “violaciones” contra el derecho a la vida cometidas por la banda terrorista son muchísimo más deleznables y condenables-, sigue disfrutando de recibimientos públicos y festivos, y no hay un ápice de dolor y arrepentimiento en su actitud y comportamientos. También para el Gobierno de Sánchez esta petición de disculpas es un buen paso, sobre todo porque blanquea a uno de sus socios políticos. El gesto calculado de Otegi busca acaparar el protagonismo cuando se cumplen hoy los 10 años del abandono de las armas. Todas las muertes, y las cometidas por los terroristas con mayor motivo, precisan de un tiempo de duelo, y ese periodo no se puede adelantar ni obviar. Las víctimas, que es toda la sociedad española, no sienten que haya transcurrido aún el tiempo ni el dolor suficientes como para poder pasar página, y menos viendo a Otegi, parte del problema, como un portavoz benéfico.

Para que las heridas se puedan cerrar y el perdón pueda llegar, deben irse de Bildu y su entorno todos lo que tuvieron algo que ver con el terrorismo de ETA y han de llegar otros políticos sin sangre en las manos. Pasar página requiere nobleza de intenciones y limpieza de nombres. El presente de EH Bildu, si realmente quiere pedir perdón, no puede estar “manchado y marcado” con la presencia de ex terroristas, por mucho que estos hayan cumplido sus condenas. Con estos temas cruciales no caben medias tintas. Como dijimos al principio, vivimos tiempos en los que la estupidez campa a sus anchas, pero el dolor de las víctimas del terrorismo no se puede ignorar ni camuflar.

Por un lado, algunos grupos sociales quieren tener muy presentes a las víctimas del franquismo de hace ochenta años; pero a la vez quieren que las víctimas de ETA -cuyo recuerdo aún está caliente en la memoria- se puedan olvidar e ignorar con facilidad. Quizá haya demasiados intereses políticos en torno a unos muertos u otros, y eso siempre es torticero. Como dijo Einstein: La estupidez no tiene fronteras, pero al estúpido hay que ponerle límites. 

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