En mi molesta opinión

La libertad es mala para la salud y la mentira un chollo para el Gobierno

Pedro Sánchez
La libertad es mala para la salud y la mentira un chollo para el Gobierno.
EFE

Vivimos una época en la que la sacrosanta libertad (de movimiento, de reunión, de trabajo, etc.) está oficialmente restringida y bajo sospecha de ser mala para la salud, y en el mejor de los casos puesta en cuarentena por una autoridad que cada día se muestra más incompetente, aunque paradójicamente se jacta de lo contrario. Quizá por un doble motivo: dime de qué presumes y te diré de qué careces; o bien, en este país donde la 'propaganda lava más blanco' lo de mentir no es que salga gratis, está regalado, y no pasa factura alguna por mucho que se demuestren los bulos o mentiras que suelta habitualmente el presidente del Gobierno.

Cuántas veces hemos visto imágenes de Pedro Sánchez diciendo una cosa y al cabo de poco tiempo haciendo o diciendo la contraria ("nunca pactaré con Bildu", "no podría dormir con Iglesias en el Gobierno", "no voy a permitir que la gobernabilidad de España descanse en partidos independentistas"…) pero ahí sigue disfrutando de su poder mientras miente con habilidad de tahúr cada vez que lo precisa para lograr algunos de sus objetivos.

Toda esta estrategia de que nos cercenen la libertad a cambio de que nos cuenten milongas y no nos den soluciones, ocurre con la excusa -muy discutible- de preservar la salud de una sociedad que anda más desconcertada que bien informada. Cuando se recorta un derecho fundamental siempre es por nuestro bien, faltaría más, pero si no lo fuera no les quepa la menor duda de que el político de turno, en este caso Pedro Sánchez, nos mentiría con toda naturalidad, sin ruborizarse ni pedir perdón por ello, para decirnos que todo lo hace con gran dolor pero pensando siempre en nuestro bien. Recuerden las falsedades que al final han quedado al descubierto con el uso obligatorio de las mascarillas, luego con su precio y el IVA, el falso comité de expertos que nunca existió, la cifra real de muertos, etc.

No digo esto porque me caiga bien o mal Sánchez, no me pagan por hacer amigos, lo digo porque el señor presidente de Gobierno ha abusado tanto de su credibilidad en estos dos años -desde que llegó a la jefatura tras la moción de censura- que a estas alturas muy pocos dan un euro por ella. Sánchez tiene un grave problema (o quizá lo tengamos los españoles): haber demostrado que la verdad para él es algo maleable o, incluso, manejable según convenga a sus intereses. Por ello, también sorprende mucho que ahora quiera controlar (junto a su valido, Iván Redondo) desde las mismas instancias del Gobierno que él preside las ‘fake news’ que puedan surgir en los medios de comunicación, y molesten al poder gubernamental. Todo esto es tan extravagante e incoherente como poner al zorro a vigilar a las gallinas.

El pasado domingo a media tarde, apareció Sánchez en televisión para interrumpir el descanso de los españoles y vender unas buenas dosis de humo, innecesarias e inoportunas, como toda propaganda dominguera que se lanza para ocultar carencias políticas. Cuando un presidente de Gobierno anuncia que va a dirigirse a la nación en plena tarde dominical, lo mínimo que se espera es que diga algo importante o interesante. Sin embargo, Sánchez salió a anunciar un supuesto plan de vacunas que se iba a presentar dos días después, el martes, en el Consejo de Ministros. Un anunció adelantado e inútil que contempla como medida más importante tener 13.000 puntos de vacunación contra la Coivd-19, los mismos puntos que se tienen para administrar las vacunas de la gripe.

¿En serio, señor Sánchez? Era necesario interrumpir ‘manu televisiva’ la tranquilidad de un día festivo y meterse en casa de los españoles un domingo para decirles algo que hoy por hoy no les interesa, y que podían saber sin problema al día siguiente lunes, o el mismo martes. Esto suena más a un abuso de autoridad y a un querer acaparar el foco mediático, tenga o no motivos para ello. Además, cuando las vacunas aún no están confirmadas ni garantizadas plenamente, ni se tiene una fecha exacta para que puedan ser distribuidas, va el presidente y se saca de la manga un sermón dominical para justificar su molesta presencia y anuncia la absurda exclusiva de que "una parte muy sustancial de la población podrá ser vacunada con todas las garantías en el primer semestre del año". Largo me lo fiáis, el próximo semestre. Está bien no ser los últimos en todo, como está siendo España, pero salir cuando no hay nada qué decir también es un serio error que puede tener un efecto bumerán.

De todos modos, esta forzada aparición televisiva se debe más a la necesidad de contraprogramar el 'ruido' y el éxito que ha tenido en toda España la manifestación del domingo pasado contra la 'nueva' Ley de Educación de la ministra Celaá. Una mala ley que se ha aprobado con falsa urgencia y gran deslealtad hacía todo el sector de la educación, y en medio de una pandemia como la del coronavirus. La verdad de la urgencia es otra bien distinta -Sánchez siempre con segundas intenciones-, y responde a que su aprobación es una de las exigencias y monedas de cambio para mercadear con ERC su apoyo a los Presupuestos Generales. Más que una ineludible necesidad educativa, es una nueva necesidad de Sánchez de bajarse los pantalones ante las exigencias de Gabriel Rufián, es decir, las exigencias del amigo de Pablo Iglesias y de ERC, los siempre 'leales' socios del Gobierno de coalición.

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