En mi molesta opinión

La 'madrileñofobia' de Sánchez y la 'blancofobia' de Guardiola

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La 'madrileñofobia' de Sánchez y la 'blancofobia' de Guardiola
EFE

Hay estatuas que las retiran por obsolescencia simbólica; otras, caen empujadas por el fanatismo y la estupidez; y luego están las que se caen solas, sin que nadie las empuje. Son esas figuras de carne y hueso que se han convertido en 'celebrities' gracias a los medios de comunicación -efigies mediáticas- que alcanzan popularidad y fama con su pico de oro y sus pies de barro. Me refiero, por ejemplo, a futbolistas como Pep Guardiola, que tienen opinión para todo y para todos. Guardiola no ha querido perderse la última tangana contra el racismo y se ha marcado unas declaraciones que ni el tataranieto del mayor esclavista hubiera podido mejorar: "Deberíamos pedir perdón a los negros por cómo los hemos tratado los blancos en los últimos 400 años".

No estoy en contra de pedir perdón cuando la ocasión lo merece. Es más, creo que es un comportamiento muy cívico y muy sano que se debe practicar sin miedo cuando uno se equivoca o comete alguna barbaridad. Además, te sirve de ejercicio catártico para purificar el ánimo y exculpar los errores. Lo que no me parece tan sano ni bueno es 'hacerse un guardiola': es decir, colectivizar la culpa. Tomar una responsabilidad particular y hacerla extensiva a un todo. Es como coger seres humanos a granel y acusarles de racistas por el mero hecho de haber nacido con un color de piel, o en un pueblo de Albacete y no en un barrio afroamericano de Wisconsin. Decir que los blancos o los negros o los amarillos son de una manera determinada, es cargar los daños que han cometido determinadas alimañas -esclavistas, racistas, etc.- sobre las espaldas de todo un colectivo tan heterogéneo y diverso que es imposible igualarlo por el color de su piel.

Es algo tan absurdo e injusto como que yo ahora pidiera perdón a los no catalanes por lo que un catalán como Guardiola dice o hace. Soy catalán como él, pero los charcos que pisa Pep son sólo suyos, y no pertenecen a ningún colectivo, ni tan siquiera al de su familia. Guardiola es un tipo muy apañado, se basta y se sobra para representarse. Del mismo modo, los que deban pedir perdón por sus comportamientos racistas que lo hagan, pero en su nombre, no en nombre de una raza. El color de la piel no es responsable del comportamiento humano, sí es responsable el 'color' de la burricie o estulticia que gasta cada individuo.

Al dejarse influir tanto por los ambientes, Guardiola no ha podido evitar mimetizarse con la marabunta que en nombre del antirracismo se dedica a cometer todo tipo de tropelías y aberraciones. Da lo mismo que la esclavitud lleve más de 200 años erradicada. Da lo mismo que todos los seres humanos sean iguales más allá de su color de piel, su sexo, su religión, su lo que sea… Lo que se practica ahora es la perversión del pasado para alterar la realidad presente, y no en beneficio de la concordia y del humanismo, sino en beneficio de unos intereses espurios de algunos 'esclavistas' de mentes fáciles que lo único que consiguen -quizá es lo que pretenden- es dividir y fraccionar aún más la sociedad.

Aplicando una especie de metonimia sociológica, hemos visto como algunos intentan responsabilizar a un todo de la culpa de una parte. Veamos ahora el lado inverso. Como un todo superior -el Gobierno de España- intenta descargar sobre una pequeña parte de la Administración -el Gobierno de Madrid- sus responsabilidades ejecutivas y de coordinación.

Ni con una pandemia tan grave como la que estamos viviendo, que lleva contabilizadas más de 30.000 muertes, los políticos españoles han dejado de lado su mala costumbre de tirarse los trastos a la cabeza, en lugar de buscar una cierta entente que facilite y mejore la lucha contra la Covid-19. El famoso "Y tú más" vuelve a estar presente en el día a día de la política española. Y aquí estamos, viendo como se lanzan los muertos unos a otros en lugar de unirse en lo posible para buscar mejores soluciones por si se producen rebrotes.

Es cierto que la oposición de derechas se cansó pronto de ser comprensiva con el Gobierno central. Y en un error estratégico incrementó la carga de sus críticas. Y digo que fue un error porque se olvidan de que este Gobierno, que no lleva ni seis meses de vida, goza aún del apoyo y beneplácito de buena parte de la sociedad. Es imposible derribar a este Ejecutivo, no porque lo haga bien, más bien lo contrario, sino porque aún goza del crédito político que da ser 'nuevo'. En España, y en medio mundo, los gobiernos cambian cuando se cansan de ellos una buena parte de la sociedad, no cuando se harta la oposición.

Existe una especie de turnismo sociológico, no escrito, pero sí tácito, que es el que acelera o frena los cambios. Tras ocho años de 'marianismo' ahora le toca el turno al 'sanchismo'. Y aunque la gestión de Pedro Sánchez y su equipo está salpicada de un sinfín de errores y despropósitos, ninguno de ellos es suficiente para derribar al Gobierno. Un Gobierno que posee una gran habilidad para ignorar los problemas y cerrar filas con la estrategia de que vuelve la derecha; que por otra parte, tampoco demuestra tener una gran empatía con la mayoría de la sociedad.

Dicho todo esto, que no es poco, hay que destacar que los ataques del Gobierno central y sus huestes mediáticas contra un Gobierno regional se han convertido en la principal estrategia para disimular y ocultar los muchos errores cometidos durante la pandemia del coronavirus. Es cierto que la presidenta de Madrid, Isabel Díaz-Ayuso, no se ha ahorrado descalificativos y ataques contra Sánchez, pero lo que pretende la coalición gubernamental PSOE-UP es frenar un posible ascenso del PP castigando duramente la imagen de su principal joya propagandística, la Comunidad de Madrid.

Para ello no reparan en medios ni en estrategias poco éticas, como es descargar toda la responsabilidad de lo sucedido en las residencias de mayores en el Gobierno autonómico, como si el Gobierno central, que es el máximo responsable de la gestión de la pandemia, con un estado de alarma activo y un mando único con plenos poderes no fuera tan o más culpable y responsable de lo sucedido. Si uno ve o lee determinados medios de comunicación y escucha a algunos ministros del Gobierno de Sánchez, parece que las muertes de la Covid-19 sólo se han producido en Madrid. Se examinan únicamente las medidas adoptadas por el Gobierno de Ayuso y se ignoran las que adoptaron, que en su mayoría fueron las mismas, otros Gobiernos autonómicos. Además de que aún se desconoce que medidas adoptó el mando principal de las residencias de mayores, el vicepresidente Pablo Iglesias, ya que todas sus intervenciones se basan en acusar a Ayuso, pero no explica por qué su ministerio no actúo en los momentos más críticos, cuando en las residencias fallecían todos los días cientos de personas.

Lo de la 'madrileñofobia' es un estigma, más o menos artificial, que refleja el temor que ha surgido estos días a que los turistas de Madrid viajen a otras regiones y puedan exportar el virus. Esta fobia ocasional, que ha sido alentada sobre todo por las redes sociales, se ha quedado en agua de borrajas cuando alguna mente preclara se ha percatado de que sin turistas madrileños la caja de los beneficios se queda medio vacía. El miedo a la pobreza puede ser mayor al temor de un rebrote.

Así las cosas, la 'madrileñofobia' auténtica y más severa es la que practica Pedro Sánchez y su Ejecutivo contra Díaz Ayuso y el Gobierno de la Comunidad. Pero no hay que olvidar, por ejemplo, que ante el colapso que sufrían los hospitales y viendo las instrucciones que daban algunas Comunidades autónomas, el Ministerio de Sanidad emitió el tres de abril un documento en el que decía textualmente: "Excluir a pacientes del acceso de determinados recursos asistenciales o a determinados tratamientos por razones únicamente de edad avanzada, resulta contrario por discriminatorio a los fundamentos mismos de nuestro Estado de derecho".

El mando único señalaba con rotundidad lo que NO había que hacer, pero en ningún momento decía que era lo que en esa situación de colapso se debía de hacer para salvar vidas y no fuera necesario recurrir a la terrible selección de pacientes. Pedro Sánchez, que se arrogó el mando único ante la pandemia y decretó repetidamente el estado de alarma, a la hora de la verdad ha destacado por parapetarse y exigir, y no a todos, sólo al Gobierno de Madrid, la responsabilidad de unas decisiones y acciones que él mismo no supo tomar. Veremos como acaba este sainete de la 'madrileñofobia', pero de momento los más perjudicados en estas peleas políticas son, como siempre, los menos culpables. Y luego, algunos se extrañan de que crezca tanto la 'politicofobia'.

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