OPINION

Las estratégicas 'arrimadas' de doña Inés (a un PSOE asfixiado)

Un pacto en 48 horas, dos negociadores clave... y la decisión de Inés Arrimadas
Un pacto en 48 horas, dos negociadores clave... y la decisión de Inés Arrimadas

Se imaginan tener que vivir siempre así, como ahora, con la libertad restringida y sin posibilidad de movernos a nuestro albedrío; con sucesivos toques de queda, con chivatazos del vecino, haciendo colas para comprar en los pocos comercios que hay abiertos, saliendo a la calle cuando la autoridad lo permite y no cuando uno quiera. Una realidad muy dura y demasiado parecida a la de Cuba, Venezuela, Corea del Norte, en definitiva, una realidad propia de una dictadura. De ahí que sea justo y muy necesario controlar al Gobierno, pero sobre todo saber valorar en su medida lo que significa la democracia y la libertad que -en circunstancias normales- tenemos los españoles, por mucho que en ocasiones nos pueda parecer imperfecta y muy mejorable.

Y hablando de imperfecciones y mejorías, lo de Inés Arrimadas el pasado miércoles en el Congreso, votando a favor de prorrogar el estado de alarma propuesto por el Gobierno, ¿fue una decisión política imperfecta de Cs o, más bien, fue una rectificación pluscuamperfecta de doña Inés? Lo que está claro es que a pesar de que la pandemia sigue vigente, el tablero político español no deja de moverse, y ahora está en una fase álgida de recomposición.

La votación del miércoles en el Congreso tiene varias lecturas y ninguna insustancial. Lo que más sorprende, a primera vista, es el apoyo de Inés Arrimadas y de Ciudadanos al Gobierno de PSOE + UP. Muchos creen que con esta decisión Cs firma su acta de defunción, pero en realidad puede ser todo lo contrario. Inés Arrimadas, nueva líder tras la dimisión de Albert Rivera, quiere volver a la senda más exitosa del partido naranja, la que le llevó a alcanzar 57 escaños. La jugada de ahora tiene su interés a medio plazo pero tampoco es fácil ni está exenta de riesgo, ya que para muchos es un cambio demasiado drástico, difícil de asimilar.

Sin embargo, Arrimadas, con la excusa perfecta de defender el estado de alarma por el interés sanitario y el bienestar social de la nación, pero sin respaldar la gestión del Gobierno, mueve sus fichas electorales a posiciones más de centro izquierda. Un espacio político que está abandonado desde que el PSOE se echó en brazos de Unidas Podemos. Esa zona de izquierda moderada que nunca podrá cubrir el PP, y que los socialistas han desechado con su coalición con la extrema izquierda de Iglesias y Garzón, los separatistas catalanes y los radicales vascos, bien puede ser de nuevo el espacio de cultivo para un partido que conoció sus mejores días en esa zona templada de centro.

Albert Rivera dilapidó su futuro político porque no le gustaba que su partido fuera una alternativa bisagra, una formación de apoyo a los dos grandes partidos de izquierda y derecha. Pero la resultante de no ser bisagra es la de ser un partido felpudo, y ante tal disyuntiva está claro que es mejor tener 57 escaños que 10. La táctica ha sido votar distinto que el PP, para desmarcarse y lograr que la estrategia a medio plazo sea posicionarse de nuevo en el centro izquierda. El centro derecha y la derecha extrema ya están copados por los populares y Vox, sólo hay futuro para Ciudadanos en la zona templada de un centro que tiende a esa izquierda moderada que el POSE deja libre.

El Gobierno ha salvado la prorroga del estado de alarma rompiendo con sus apoyos de investidura, no tanto porque a él le apeteciera sino porque ERC tiene que jugar su doble partida: una en Cataluña y otra en España, es decir, tiene que nadar y guardar la ropa para que su futuro electoral en la autonomía no se vea perjudicado. A cambio, Sánchez ha conseguido, con bastantes concesiones, meter en el mismo saco a dos partidos que se repelen: PNV y Cs. Para ello ha prometido abandonar la unilateralidad con la que ha venido gestionando la pandemia y el estado de alarma.

Este acuerdo puntual con Cs y también con el PNV puede tener un mayor recorrido. Sobre todo, porque Unidas Podemos no es un compañero de viaje apto para el Gobierno en los tiempos de gran recesión económica que se avecinan, ni tampoco es un partido bien visto por la Comisión Europea que a la postre será la que conceda los multimillonarios prestamos que necesita España. A decir verdad, Pablo Iglesias y sus huestes políticas de extrema izquierda tampoco se ven muy cómodos en un futuro Ejecutivo que deberá hacer grandes recortes en las pensiones, salarios de funcionarios, subsidios, etc. Aunque UP consiga establecer una renta mínima para los más desfavorecidos -que está aún por confirmar-, su papel de copiloto en el negro futuro que se avecina no se antoja muy cómodo ni muy idóneo para una formación que, según su ADN populista, está más capacitada para el dispendio y la propaganda que para los recortes y la austeridad.

El gran quebradero de cabeza de Pedro Sánchez no es sólo hacer una buena desescalada por fases y levantar el estado de alarma, ese es el problema inmediato. La gran dificultad viene después con la reconstrucción económica de España. Y eso lo sabe también Pablo Casado, que aunque tiene hambre de poder, no es tan inconsciente como para desear heredar un país en las condiciones actuales, las más catastróficas desde hace setenta años. El PP, cuyo papel de oposición le está costando ejercer, desea que Sánchez se coma el marrón de los grandes recortes mientras él se prepara para un futuro que también será complicado pero no tan devastador.

Casado no ignora que la mayoría de los fracasos vienen por querer adelantar la hora de los éxitos. De ahí que sus azotes al Gobierno sean severos pero no demoledores. Se trata de desgastar al rival pero sin aniquilarlo antes de tiempo. En su estrategia de futuro a medio plazo, el líder del PP también ve con buenos ojos que Arrimadas se entienda con el PSOE y ocupe el centro izquierda, pues llegada la necesidad electoral el nuevo partido bisagra de Cs puede aumentar su bolsa de votos y ser muy útil para los objetivos post electorales del centro derecha. El coronavirus es lo que preocupa a todos los políticos, pero detrás de él ya se están encendiendo los pucheros (y las estrategias) de unas futuras elecciones.

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