OPINION

Llega la hora de la verdad: a Puigdemont le entra el vértigo de la DUI

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Este famoso microrrelato del Monterroso que tanto éxito ha logrado en todo el mundo, sirve para plasmar la pesadilla de Puigdemont: “Cuando despertó, el Estado español todavía estaba allí”. Sin embargo, los que no estaban eran las joyas de la corona: Sabadell, Caixa-Bank, Oryzon, Freixenet, NaturHouse, Abertis, Gas Natural… etc.

Todos ellos, en un claro mensaje de que la cartera está por encima de la bandera, han decidido cambiar el domicilio de sus sedes. Que no es no lo mismo que cambiar de bando o nacionalidad, sino algo más contundente. Van a pagar sus impuestos fuera de Cataluña. Y esto es una muy mala noticia para los que creen que la independencia sale gratis. A los ciudadanos, si son catalanes un poco más, les duele mucho que les toquen el bolsillo de la pasta. Incluso tanto, que casi siempre consiguen que las independencias puedan esperar.

Y esta sentimental revolución de pijos bien alimentados no puede tener mucho futuro si al primer contratiempo económico hay grandes desmayos en el bando sedicioso. A la fuga de empresas hay que unir la fuga de cuentas bancarias catalanas que sin cambiar de banco si cambian de domiciliación, y se van de paseo a Zaragoza, Binefar, Fraga, Huesca, Madrid, cualquier lugar menos Cataluña.Sin olvidar las miles de cancelaciones turísticas que ponen muy nerviosos a los empresarios catalanes, que ya han empezado a presionar a la Generalitat.

Tras el nefasto 1-O, llega la hora de la verdad: tic-tac-tic-tac… Pero el tiempo no juega a favor de todos por igual. Los independentistas tienen unas prisas de las que carece Mariano Rajoy, famoso en el mundo entero por no inmutarse ante nada (sólo ante los goles de la selección y del Madrid) y por tener la habilidad de saber dejar pasar las horas como quien ve llover tras los cristales. Algo que no está al alcance de todo el mundo. Ya lo dijo Felipe González: “Rajoy es el animal que más avanza sin moverse”.

A Puigdemont, Junqueras y compañía les está entrando el vértigo de la DUI, de la Declaración Unilateral de Independencia; ese objetivo por el que vienen luchando desde hace tiempo, pero que ahora se antoja muy indigesto dadas las repercusiones económicas, legales y sociales que puede tener. De ahí que cada día se retrase su proclamación un poquito más. Ahora ya no es para el lunes, sino para el martes, y ya veremos. Parece que esa bien diseñada hoja de ruta hacia la independencia tenía algún problema en su hora final. Convertirte en República sin un respaldo legal ni internacional no resulta tan fácil de escenificar. Y todo apunta a que no hay un plan B que vaya más allá de la angustiosa DUI.

Pero claro, al otro lado del puente hay miles de catalanes, casi todos de la CUP y muchos de ERC, que creen que lo de la independencia ya está hecha, que es cuestión de horas alcanzar la separación de España. Y son capaces de emplumar a Puigdemont si no proclama en breve la DUI. Pues me temo que la cosa no va a ser tan sencilla. Si hace unos días los secesionistas iban ganando la partida, ahora, con el paso del tiempo, un tiempo que Rajoy dilata con destreza, las tornas cambian de bando y todo se complica. No es fácil mantener la tensión ni conseguir que la gente ponga en riesgo su patrimonio, sobre todo si lo tienes y lo puedes perder.

La clave del meollo está en saber qué hacer a partir de ahora. El Estado de derecho no puede permitir una sedición unilateral de una parte del territorio, pero hay que crear puentes para que pueda pasar la solución. Una solución que la mayoría coincide está en sentarse a hablar. ¿Hablar de qué? De todo lo que no esté fuera de la ley. ¿Querrán los independentistas? Está claro que sí, esa es su salida menos traumática y más digna. Y el Estado, sin perder su autoridad moral y la legal, tiene que saber unir lo que se está descomponiendo. Todavía nos faltan por vivir días complicados y de tensión, pero tarde o temprano habrá que cambiar este pulso de fuerzas, por un diálogo de concordia y fraternidad. Aunque está claro, que de la misma manera que dos no discuten si uno no quiere, dos no dialogan si uno se enroca en su postura. “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí… y pudo sentarse a dialogar con él”.

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