OPINION

Lo que el Brexit de Boris Johnson esconde realmente

Boris Johnson durante una rueda de prensa en el G7. / EFE
Boris Johnson durante una rueda de prensa en el G7. / EFE

A bote pronto y cogido por los pelos, Boris Johnson bien podría ser el hijo díscolo y marrullero de Donald Trump. Entre ellos existe algo más que un parecido razonable, existe un mimetismo físico y casi psíquico que crece por momentos. Incluso el líder británico, que también nació en Nueva York y gozó de la doble nacionalidad hasta 2015, aunque estudió en Oxford, se ha llegado a quejar de que en uno de sus viajes a Estados Unidos muchos transeúntes le pedían una foto convencidos de que él era Donald Trump.

Este buen rollo que ahora muestran los dos líderes del populismo anglosajón, y que puede decirse que roza lo paterno-filial, no existió en un principio. Con el tiempo y con la coronación política de ambos se ha fraguado de manera sustancial, y más con la coincidencia de intereses. A Trump y a Johnson les une ahora sobre todo el objetivo de conseguir que Europa pinte cada vez menos en este nuevo orden mundial que el presidente norteamericano está intentando rediseñar con su guerra comercial, y que pretende, además de frenar a China, debilitar al burocrático establishment europeo, con la ayuda de Londres. Una carambola que iba incluida en el ADN del propio Brexit.

Johnson lleva pocas semanas como primer ministro británico, pero ya ha demostrado que es capaz de cualquier cosa con tal de salirse con la suya, incluso de cerrar el Parlamento durante cuatro semanas, utilizando si es preciso a la Reina Isabel II para lograr su objetivo. Cuando era corresponsal del 'Daily Telegraph' en Bruselas, demostró sus escasos escrúpulos al falsear noticias que perjudicaban a la Unión Europea. Pero Johnson es de esos tipos que como Trump convierten sus defectos en talentos embaucadores, y a pesar de que su carrera periodística acabó mal, la supo utilizar para auparse en la política: primero fue diputado, luego alcalde de Londres, más tarde ministro de Exteriores y, ahora, tras la forzada caída de Theresa May, primer ministro del Reino Unido.

Como ha dicho Chris Patten, otro de los líderes del partido Conservador, “Johnson ha llegado a a la cima de su carrera mintiendo, primero en el periodismo y luego en la política”. Con estos precedentes, ¿cree alguien que mister Johnson permitirá que le arrebaten fácilmente sus dos grandes objetivos políticos: seguir presidiendo el Gobierno de su Majestad y forzar un 'Brexit duro'? Además, el Tribunal de Edimburgo le ha dado la razón de entrada a Boris Johnson y ha rechazado bloquear la suspensión del Parlamento británico, como solicitaba una demanda presentada por 75 diputados.

No es por nada, pero además enfrente tiene a un debilitado Jeremy Corbyn que asusta incluso a sus adeptos y que difícilmente será capaz de conseguir los apoyos para una moción de censura. Da lo mismo que "papá" Trump apoye con sus elogios la figura política de Johnson -"Boris es exactamente lo que el Reino Unido ha estado buscando y demostrará ser genial"-, el primer ministro británico tiene bien estudiada su estrategia y acabará consiguiendo que el Reino Unido se vaya de la U.E. dando un portazo, sin pagar sus deudas y sin firmar ningún acuerdo previo. A esta cruda realidad hay que sumarle un hecho que refuerza la actitud de Johnson: el Brexit lo votó una mayoría de 17 millones de británicos que eligieron salir de la U.E.

Si esto sucede, que es lo más probable, ¿qué ocurrirá a partir de entonces? Pues nada, nada que no esté previsto. La salida del Reino Unido, incluso su salida por las bravas, ya está prevista por la Unión Europea y por las grandes industrias y empresas afectadas, y los problemas ya están descontados. La vida seguirá después del Brexit y habrá que llegar a nuevos acuerdos para que todos sigan viviendo en el mejor de los mundos posibles. Sin duda surgirán algunos líos burocráticos y comerciales al principio, y determinados sectores -entre ellos los agrícolas y financieros españoles- sufrirán al principio algún reajuste, pero con el tiempo todo volverá a una relativa y necesaria normalidad.

En definitiva, con el tiempo Londres y Bruselas firmarán una paz que permitirá a la primera seguir negociando con el tráfico de mercancías y ahorrándose el tráfico de personas que ha sido uno de los motivos del Brexit. Mientras, Europa se verá abocada al predominio del eje franco-alemán para sobrevivir a los populismos y a la xenofobia de los nacionalismos que la acechan, y combatir ese nuevo orden mundial que pretende liderar Trump. Sin embargo, la Unión Europea, el Reino Unido y Estados Unidos están obligados a entenderse para seguir existiendo. Son más los problemas de occidente que les unen que los intereses comerciales que les diferencian.

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