OPINION

Los debates no hacen ganar elecciones, pero sí las pueden hacer perder

Dicen los genuinos de la tauromaquia que “hasta el rabo todo es toro”. Lo mismo sucede con las campañas electorales, hasta el final, hasta el día de la votación, todo es posible, todo puede ocurrir, incluso que el favorito pierda los papeles u otras cosas de mayor gravedad. Además, en campaña y en España, todos los días tienen su sorpresa y su “peligro electoral”.

La sorpresa la puso el martes pasado la Junta Electoral Central, que está compuesta por ocho magistrados del TS, más cinco catedráticos de Derecho o Ciencias Políticas y Sociología, y el secretario general del Congreso de los Diputados, que decidieron prohibir la participación de Santiago Abascal en el único debate de candidatos previsto para esta campaña, y que iba a ofrecer Atresmedia el 23 de abril. El motivo, que Vox carece de representación parlamentaria, y los resultados de las autonómicas andaluzas no sirven para justificar la participación en un debate nacional.

La decisión de la Junta es inamovible y no hay marcha atrás. Y aquí entra el segundo elemento, el “peligro electoral”, ya que el cambio de participantes ha provocado otros cambios: de escenario, de televisión y de opinión. Pedro Sánchez dijo “No” a un debate en TVE, la tele pública, porque era sin Vox; y dijo “Sí” a un debate en Atresmedia porque iba Abascal. Al candidato del PSOE le interesaba que se visualizara la imagen de las tres derechas, para utilizar falazmente la idea de que son los mismo, pero sobre todo quería que se viera a Vox, que es el espantajo que utiliza Sánchez para provocar el miedo en la izquierda y activar su voto. Con ello ha demostrado que la tele pública sólo le interesa mientras se adapte a sus intereses personales.

Pero como el interés de Sánchez es “engordar” a Vox para hacer más evidente el peligro de la extrema derecha, pasó olímpicamente de lo público y se arrimó a lo privado, más útil a sus intereses. Pero he aquí que cuando la JEC dice que el debate a cinco va a ser imposible, Sánchez, sin ningún escrúpulo o media vergüenza, vuelve a cambiar, y ahora exalta las virtudes que antes cuestionó de la televisión pública. No sólo la traiciona, sino que abusa de ella y demuestra qué valor tiene para él TVE, ya que para evitarse un doble debate -en la pública y otro en Atresmedia-, le pide a Rosa María Mateo, mandamás de RTVE, puesta a dedo por el PSOE, que cambie la fecha prevista del 22 y ponga el debate en la pública el 23 para coincidir y así fastidiar el debate de Atresmedia, y no celebrar ninguno de los dos.

La maniobra de Pedro Sánchez por librarse de debatir ha sido tan burda, que incluso los propios profesionales de TVE sacaron un comunicado poniendo verde a su jefa, Rosa María Mateo, y al presidente del Gobierno por demostrar que la tele pública es el cortijo del PSOE. Un cortijo que no sólo despreció Sánchez en su día porque no le interesaba, sino que luego ha tenido que pisotearlo dos veces, para cambiar la fecha al 23, y ahora para cambiarla de nuevo al 22. De risa, si no fuera algo tan importante y que afecta a toda la sociedad.

Tampoco se puede olvidar el interés general de los electores: cuantos más debates haya, de más información dispondrán. También hay que recordar que Pedro Sánchez llegó al Gobierno -tras echar a Rajoy- con el argumento de la necesidad de regenerar la democracia, de limpiarla y dignificarla; y se esperaban vientos nuevos, pero lo que se está viendo es que el presidente actúa igual que los políticos que él criticaba, aprovechándose de su posición y buscando por encima de todo su interés personal, calculando estratégicamente todos los pasos que da, sin tener en cuenta su promesa de regeneración y de hacer prevalecer el interés general de la sociedad o el bien común de la democracia.

Incluso Pablo Iglesias le pidió el miércoles pasado a Pedro Sánchez que aceptara un doble debate televisivo, en TVE el 22, y al día siguiente en Atresmedia, para devolverle la dignidad a la campaña, y criticó que el candidato del PSOE rechazara en primera estancia la oferta de TVE, y que ahora volviera a los brazos de la pública para disimular su grave desplante, lo más razonable es que tengamos todos la responsabilidad y la decencia de ir a los dos debates. Si no, se está tomando el pelo a la gente.

¡Ay!, la gente, esa pobre gente que se convierte en carne de urna por un día pero el resto del tiempo son/somos sólo impotentes paganos de una democracia que te invita a su mesa sólo cada cuatro años, o cuando a ella le interesa. Al final, Sánchez ha tenido que rectificar, e irá a los dos debates, pero no lo ha hecho por estar convencido de ello, sino por miedo a que el lío que ha montado para no ir a ninguno le penalizara más que aguantar dos días seguidos a sus contrincantes.

Todos estos líos se resolverían si los debates estuvieran reglamentados por ley, ya que somos un país experto en picaresca y está visto que los políticos la manejan con gran soltura; se evitaría de este modo que los candidatos pudieran huir de sus responsabilidades electorales. Como dicen los expertos en campañas políticas, un debate televisado puede que no te haga ganar unas elecciones, pero te las puede hacer perder… El poder de la televisión a veces llega a ser muy cruel, y si no, que se lo pregunten a Richard Nixon.

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