En mi molesta opinión

Los planes de Sánchez para mejorar su imagen y la de Cataluña

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), recibe en el Palacio de la Moncloa al president de la Generalitat de Catalunya, Pere Aragonès.
Ricardo Rubio / Europa Press
29/6/2021
Los planes de Sánchez para mejorar su imagen y la de Cataluña.
Europa Press

Nada hay que le guste más a un presidente de Gobierno que lanzar el rumor de que se está fraguando una inminente crisis ministerial y que habrá importantes retoques en el Ejecutivo. Durante un tiempo, el que dure la conveniencia de la incógnita de los cambios, el líder jugará a ser Dios con el ego y la vanidad de sus ministros, y ellos, como trémulos párvulos, andarán con el miedo en el cuerpo y el esfínter suelto. Nadie ignora que el puesto de ministro es efímero, como la propia vida, pero cuando el 'chollo' ministerial se acaba antes que la vida no hay consuelo que valga. También se alegran mucho de estas crisis existenciales los periodistas, los 'correveidile', los fumigadores de incienso y runrunes… a todos ellos, como a la inmensa mayoría de seres culturizados en exclusiva por la televisión, lo nuevo siempre les parece algo bueno.

Pero no nos engañemos. Lo nuevo de Pedro Sánchez poco le importa a Pedro Sánchez. Él es lo único bueno y lo eternamente nuevo de este Gobierno, versión Dorian Gray. Él es la única vedette en este gran salón de intereses creados. Para él los cambios de ministros son simples cortinas de humo con las que tapar otros desaguisados, y de paso añadir algunos nombres que mejoren la popularidad de un Ejecutivo chamuscado por su escasa credibilidad, su dudosa capacidad de organización y de trabajo, su poca transparencia, y su excesiva complacencia con los reos del procés. Estos cambios y recambios políticos se utilizan como estrategias de imagen y de propaganda, junto a otras argucias como la aprobación de importantes leyes sin debates previos ni amplios consensos -la de Educación, la de Eutanasia, la Ley Trans…- y así conseguir distraer y camelar a una opinión pública que, según las encuestas, está cada día más harta de la mala gobernanza de Sánchez.

Aunque el presidente y su pareja de baile, Iván Redondo, seguro que manejan otros criterios -más sibilinos y taimados- a la hora de retocar su tablero de 'peones-ministros', y quizá se dejen llevar por el principio de rentabilidad ígnea y crean que es mejor mantener en el puesto a algunos ya inflamados (Calvo, Ábalos, Marlaska, González Laya, Darias,…) para que sigan ardiendo y así evitar que el fuego llegue arriba. El claro ejemplo de lo que digo y de los caprichos presidenciales lo tenemos en Fernando Simón, un cargo de confianza que se quemó a las pocas semanas de ser nombrado por sus grandes errores y allí sigue año y medio después ejerciendo de torero-bombero sin conseguir mejorar su imagen pero aguantando con gran estoicismo el chaparrón de las críticas. El peligro está en que su descrédito crezca tanto que no se quede en él y salpique al líder, que es quien se juega de verdad la cara.

El éxito del futuro político de Sánchez también pasa por Cataluña, en concreto por el resultado que obtenga ERC como cabeza visible de la Generalitat y de las reuniones que mantenga con el Gobierno central. Hay que reinventar de algún modo el 'pujolismo', o al menos una especie de 'convergencia' política que aglutine algunas coincidencias ideológicas, y permita crear puntos de encuentro donde desarrollar un nuevo clima y algunos posibles acuerdos. Tras una década perdida en lo social y lo económico, la necesidad de recuperar cierta normalidad apremia. La sociedad catalana está cansada de remar hacia ninguna parte, de discursos emocionantes pero poco reales.

Sin embargo, ni ERC, ni Junqueras, ni Aragonés tienen mucho que ver con ese 'pujolismo' pragmático que funcionó durante años, este se movía con gran habilidad tanto por la derecha como por la izquierda, y los republicanos sólo saben y pueden moverse por la izquierda, sin olvidar su condición de independentistas. Todo sería más fácil si ERC superara ampliamente en apoyos a JxCat, pero Puigdemont sigue siendo un serio problema para cualquier posible distensión. A pesar de ello, ambos partidos catalanes saben que hoy día su mejor -y único- salvavidas es Sánchez.

La piedra angular sobre la que hay que construir el futuro pasa por mejorar la imagen de Cataluña, en concreto de la Generalitat, dentro de España, y viceversa. Hay que recuperar el sentido común que facilite una relativa concordia, que a su vez impulse soluciones que minimicen el conflicto actual y ofrezcan un mayor grado de convivencia. Estos cambios no se producen de la noche a la mañana, requieren tiempo y paciencia, y sobre todo inteligencia política que se traduce en mejoras y beneficios para ambas partes. Pedro Sánchez está dispuesto a darle a Cataluña el peso que merece dentro de la estructura del Estado, lo que significa no poco dinero y grandes infraestructuras, a cambio de serenidad, lealtad institucional y hacer política en lugar de activismo y confrontación. De este modo Sánchez podría preparar sin grandes agobios sus planes para afrontar con éxito las elecciones de 2022 que propiciarían una nueva legislatura para él.

Rebajar las expectativas secesionistas no será fácil. Además, siempre hay sectores a los que les interesa más la ruptura que la cordura. Y es aquí donde ERC deberá demostrar su capacidad de control de una situación que no ofrece muchas alternativas. La mesa de negociación debe ser un escaparate que ayude a apaciguar los ánimos. No habrá acuerdos de máximos pero todo acercamiento debe ser bien recibido. La oportunidad para mejorar el rumbo político existe y habrá que aprovecharla. Ni España ni Cataluña se pueden permitir el lujo de seguir enfrentadas, destruyendo mutuamente su presente y su futuro.

El indulto ha sido una ‘jugada’ arriesgada, aunque quizá necesaria, pero si la otra parte, la de los políticos independentistas, no sabe aprovecharla y no corresponde con un talante de apaciguamiento, de búsqueda de soluciones, es más que probable que no haya ‘indulto’ para Sánchez y su ruina política sea total. De momento, la actitud de la Generalitat y los separatistas frente al Tribunal de Cuentas y las declaraciones de Junqueras en Estrasburgo (“Venimos a explicar que la represión continúa”) no abonan el terreno para el optimismo. De todos modos, no perdamos la calma, de ella surge la verdad y la fuerza… y a veces, incluso los milagros.

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