OPINION

Los 'trabajitos' de Villarejo y el control gubernamental de la sociedad civil

El comisario Villarejo en el programa Salvados de La Sexta
El comisario Villarejo en el programa Salvados de La Sexta
Europa Press - Archivo

La España informativa sigue muy entretenida con el pacto de Andalucía y los aspavientos políticos de Vox, pero sobre todo con las nuevas grabaciones de Villarejo, ese excomisario de policía experto en hacer todo tipo de 'favores' (a buen precio, por supuesto) a todo tipo de políticos y empresarios, y que ha estado metido en todos los líos y cloacas que se han montado en España desde los años ochenta. Es cierto que nuestra democracia tiene muchos defectos y precisa de una buena regeneración, pero hoy Villarejo está en la cárcel. Podrá asustar a muchos poderosos con sus amenazas y sus escuchas ilegales, pero sus huesos están entre rejas. Veremos cómo evoluciona su encierro, su juicio y su chantaje informativo, pero aquí, la Justicia, aunque sea lenta y torpe, acaba entrando en acción y metiendo a cada uno en su lugar.

En el amplio surtido de espionajes y grabaciones que atesora Villarejo, hay para todos los gustos y disgustos. Tiene miles de pinchazos telefónicos y escuchas delictivas. En Madrid ya se habla de que si el pérfido Villarejo no te tiene en sus archivos, es que no eres nadie en este país. Pero sobre todo el ex comisario tiene registrados a una amplia galería de políticos influyentes de todos los colores, y casi siempre con frases comprometidas, pues si no, lógicamente, el juego pierde su interés. La última en aparecer ha sido la ex vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, y según las presuntas escuchas, también se dedicó a influir y presionar no en el mundo político, que sería lo suyo, sino entre las empresas importantes de este país.

Pongo de ejemplo esta grabación porque es la última que se ha conocido, pero hay cientos de ejemplos, más o menos graves, que demuestran que el poder político en España siempre está metido detrás de todas las 'movidas' financieras, económicas, empresariales, mediáticas, etc. Aquí no se mueve una hoja sin que el poder gubernamental y político den el visto bueno y su beneplácito, o se intercambien favores con otros personajes de la órbita del poder.

En el otro fiel de la balanza está la sociedad civil. Esa masa humana anónima que integran millones de ciudadanos que no forman parte de las estructuras gubernamentales, y que son el verdadero motor de una nación democrática. Esa sociedad civil debería estar respalda y fomentada -pero no sometida- por el poder político. Sin embargo, en España la sociedad civil está siempre condenada a lo que diga y exija el partido de turno que ostente el poder en ese momento. El poder político siempre tiende, como el Universo, a expandirse y a meterse en nuestros asuntos. Con las nuevas tecnologías, este peligro aumenta exponencialmente.

Sin que exista una clara y diferenciada sociedad civil que funcione con autonomía y libertad respecto a la sociedad política, no puede haber un Estado legitimo, según Habermas. Y con el Estado y todo su colosal aparato, incluidas las alcantarillas del poder, estamos topando desde hace tiempo. El Leviatán, como lo llamaba Hobbes, sigue siendo ese monstruo en cuya cabeza dominante se sitúa el aparato gubernamental, que actúa de manera insaciable sobre todos los demás poderes y sobre todos los ciudadanos.

La imprescindible separación de poderes es pieza fundamental para la salud democrática de cualquier país que quiera respetar las reglas básicas, pero los políticos consideran que si no son ellos quienes controlan, por ejemplo, el poder judicial, lo harán otros, y tal vez lo hagan sin tanta legitimidad representativa, ya que al menos ellos han sido votados en las urnas por la ciudadanos y son sus representantes legítimos. Una teoría cuestionable que, sin embargo, es la que impera en nuestro país.

Dicho esto, lo cierto es que en España no ha habido hasta la fecha ni un sólo Gobierno que no sucumbiera a la tentación de meter de manera subrepticia sus manos y sus presiones en la órbita de las decisiones financieras, empresariales, mediáticas, económicas, etc. de la sociedad civil. Aunque para ser justos, hay que reconocer que ello no significa que ese poder político y gubernamental se salga siempre con la suya. La mayoría de las veces lo consigue, pero otras veces, pocas, para nuestra desgracia, los contrapoderes, como son por ejemplo los medios de comunicación, consiguen evitar que esos gobiernos se excedan en su codicia de controlarlo todo. Hay que proteger la democracia, y una manera de lograrlo es darle más predominio y poder a la sociedad civil, y menos a los políticos gobernantes.

De momento, estamos conociendo las tropelías cometidas por Villarejo, que casi siempre busca defender sus intereses particulares. Lo que se conoce hasta la fecha de sus grabaciones es suficiente para inquietarse; pero quizá dentro de poco se conozca al completo la historia de sus graves actuaciones extra policiales y tiemblen los cimientos de un Estado que últimamente se ve con frecuencia atacado por demasiados enemigos. Este fin de semana se estrena una interesante película que repasa la política de Estados Unidos. Su título lo dice casi todo, y quizá sea una de las claves para entender como funciona este mundo de la política: 'El vicio del poder'.

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