En mi molesta opinión

La mala imagen de Sánchez llega hasta Andalucía: ¿seguirá avanzando en España?

Sánchez y Espadas
El PSOE se examina en Andalucía el 19 de junio y Sánchez pagará los platos rotos. 
Europa Press

Ya falta menos, y ya falta más; según el optimismo con el que se mire el inexorable futuro político que nos aguarda el próximo domingo. Me refiero, claro está, a lo de Andalucía. Para Juanma Moreno ya falta menos tiempo para confirmar su triunfo; averiguar solamente si la victoria que está por llegar será antológica como su cara de niño que nunca ha roto un plato, y podrá gobernar en mayoría simple pero suficiente; o se quedará en victoria pírrica y tendrá que cargar -por orden del electorado- con la líder de Vox, Macarena Olona, en brazos.

Sin embargo, el gran protagonista de esta fiesta no es Moreno, ni Juan Espadas, ni tan siquiera Olona; el invitado especial de lo que acontezca en Andalucía es Pedro Sánchez al que cada día le falta más tiempo y más espacio para reconducir su futuro político que se avecina amargo y a la vez cautivo de su propia impotencia. Sí, las elecciones del domingo son autonómicas pero no así la disposición interior del electorado andaluz que busca una doble intención, matar dos pájaros de un tiro: por un lado elegir un candidato “confortable” para sus intereses y presidir la Junta -el mismo que está ahora gobernando-, y de paso manifestar su rechazo creciente al señor que preside el Gobierno y es líder indiscutible del PSOE y del llamado “sanchismo”. Que aunque rime con socialismo tiene muy poco que ver con él.

Además, en España siempre tenemos la manía de votar contra alguien, más que por simpatía lo hacemos por rechazo, somos así de complicados, o será que los partidos existentes tampoco nos despiertan grandes pasiones políticas. Y si no, que se lo pregunten al 18% de socialistas andaluces dispuestos a votar al PP en estas elecciones. Es un voto de castigo, principalmente para Sánchez más que para Juan Espadas que todavía se está macerando en adobo, pero sobre todo es un toque de atención para futuros advenimientos electorales para un presidente del gobierno que cree que a la ciudadanía se le puede dar gato por liebre.

A diferencia de otros políticos que inspiran confianza o, al menos, despiertan cierta comprensión, Sánchez inspira más bien temor, rigidez, y una capacidad de resistencia pero que se adorna en una actitud sin escrúpulos; es decir, para entendernos: hará todo lo que sea necesario y convenga para él, aunque lo que haga no sea realmente lo mejor para la sociedad española. Esa es la imagen que el presidente del Gobierno despierta y transmite a la inmensa mayoría, no sólo a los votantes de derechas sino también a buena parte de los votantes de izquierdas.

Su falta de empatía -reconocida incluso por el propio Sánchez- es un problema cada vez mayor porque no consigue que los ciudadanos le vean cómo un político asequible y con un buen tono de cordialidad. Puede que se esfuerce denostadamente en mejorar el nivel de vida de los españoles -algo difícil de lograr en una época de grave crisis económica- pero el presidente del Gobierno tiene una doble desventaja: solucionar los graves problemas económicos, principalmente; y convencer de paso a todos, incluidos sus votantes, de que está haciendo lo mejor para España, y no sólo para él, sin doble juego.

Tal es la derrota que se avecina, que tanto Sánchez como su elegido a candidato del PSOE para estas elecciones, Juan Espadas, preparan ya su gran excusa política por si se confirman los temores del batacazo: que el Partido Popular, es decir, Juan Manuel Moreno Bonilla, se vea obligado a echar mano de Vox para gobernar en Andalucía. Esa sería el gran defecto de la derecha, algo que aún está por ver y por decidir. Ya que si el vencedor consigue alcanzar los 50 escaños, aunque este a cinco de la mayoría absoluta (55), nadie entendería que Vox se empeñara en formar gobierno en San Telmo; y mucho menos si el PP logra más escaños que toda la izquierda junta.

Sin embargo, el 40 % de los indecisos andaluces todavía se lo está pensando. Está desojando la margarita de acudir a las urnas o ir a la playa directamente. Motivos para el calor no van a faltar, pero luego que nadie se queje si le echan un jarro de agua fría. Algunos podrán hacer las dos cosas, con el flotador en la mano y la papeleta en la otra. Este es el gran principio de incertidumbre que más temen los políticos, aunque a la hora de la verdad nunca tienen claro si la abstención les beneficia más a ellos o a su rivales. Si les sale mal el escrutinio dirán que los suyos han preferido la playa, y viceversa.

Si no cambian los pronósticos, ¿qué hará Sánchez cuando la cruda realidad aparezca el 19 de junio con el pulgar señalando hacia abajo? ¿Pondrá cara de sueco? ¿Declarará la guerra a Argelia? ¿Se peleará una vez más con Podemos? ¿Se irá a Marruecos a cenar con el Rey Mohamed VI? Tiene muchas opciones como presidente y como líder del PSOE. Yo me inclino por una alternativa efectista pero más útil: realizar unos ajustes en su Gobierno, no ese mismo día, pero a las pocas semanas.

Algo que indique que las cosas deben cambiar para mejorar y que él, como presidente, ha tomado buena nota. Además, también es una manera de cambiar de guión y echarle la culpa del estropicio a otros, algo muy propio de los políticos. Hace un año, ya hizo una crisis y cambio parte de su Ejecutivo para relanzar la legislatura, ahora se ve claramente que no lo consiguió en buena medida, más bien todo lo contrario ya que el Gabinete que luce es de todo, incluso muy numeroso, pero muy poco útil ni efectivo.

Un mal resultado en Andalucía implicaría cambiar otras “ruedas” porque se avecinan curvas políticas peligrosas, en las futuras elecciones de mayo de 2023 con Madrid como telón de fondo, y las propias elecciones generales a finales de 2023, si no cambia y las adelanta a este otoño. Las malas relaciones de la izquierda y la mala política de Pedro Sánchez con sus “socios” imposibles de aplacar -ERC, Bildu, Más Madrid, etc.- hacen que los andaluces aprovechen su malestar y la ocasión del 19-J para pasar su factura (nunca será tan cara como la electricidad o la gasolina) y aunque la depositen en Andalucía, se la endosen con cobro revertido al palacio de La Moncloa.

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