En mi molesta opinión

El negocio del fútbol huele mal y Joan Laporta y el Barça lo saben bien

El negocio del fútbol huele mal y Joan Laporta y el Barça lo saben bien.
El negocio del fútbol huele mal y Joan Laporta y el Barça lo saben bien.
Europa Press

Hasta un niño de diez años sabe que el fútbol no es un deporte. El fútbol es un negocio que unos señores muy “listos” utilizan como tapadera empresarial para crear la falsa magia de un espectáculo televisivo y así embolsarse cierta influencia y unos cuantos millones de euros. Con el fútbol también se persigue alimentar el sueño embaucador de unos aficionados que desean transformar una simple pelota de cuero en ese vellocino de oro que les otorgue la posibilidad de humillar y vencer a otro rival. Es una simple y espuria transferencia de sentimientos entre unos forofos reprimidos y unos señoritos que corretean en camiseta y calzoncillos por un campo de hierba y cobran por ello lo que no está escrito.

Hace años que cada vez se habla menos de los goles y las proezas futbolísticas, y sí de los chanchullos y negocios -turbios, por supuesto- que rodean constantemente el mundo del balompié. Baste recordar como ejemplo, antes de dar paso al ‘caso Negreira’, la gran corrupción que se organizó en torno al Mundial de Fútbol de Catar. Con una inversión disparatada en infraestructuras superior a los 200.000 millones de dólares, que incluía, por supuesto, los jugosos sobornos que recibieron algunos miembros de la FIFA para elegir al país del Golfo como sede de 2022. Poderoso caballero es don dinero.

El lunes pasado, Joan Laporta, presidente del F.C. Barcelona, comparecía después de dos meses mareando la perdiz ante la opinión pública para explicar lo que todavía no ha quedado nada claro: por qué el Barça estuvo pagando desde 2001 hasta 2018 cantidades millonarias al entonces vicepresidente de los árbitros, José María Enríquez Negreira, alrededor de unos siete millones de euros. Lo que hizo Laporta delante de los periodistas que esperaban saber la verdad, fue el viejo truco de despejar a córner para no ahogarse con las preguntas y la presión informativa; y con ese intento de desviar la atención se dedicó a cargar contra otras instituciones y personas ajenas al club catalán.

Se nota que Joan Laporta es político y ha creado incluso un partido independentista, utiliza muy bien la demagogia y las medias verdades, de ahí que se empeñe en convencer sin argumentos creíbles que el Barcelona no ha pagado por tener una ventaja extra-deportiva con un pretendido apoyo arbitral; podría ser, pero entonces debería explicar adónde fueron esas cantidades generosas de dinero -siete millones de euros-; para que la humanidad, incluidos los seguidores del Barcelona, no especulen, no aten cabos sueltos y no piensen mal de unos directivos que llevan años arrastrando al club por la cloacas. Simplemente mostró -sin dejar ver- una serie de carpetas con 629 informes y 43 CD que realizó el hijo de Negreira, pero no el mismo Enríquez Negreira protagonista del escándalo. En realidad un lío y un cambalache que cada día que pasa huele peor.

El presidente, además de los tópicos habituales, enarboló la bandera tan querida en la Cataluña actual del “victimismo”. El día que un político catalán deje de hacerse la víctima, Cataluña volverá a ser rica y plena, como dice la letra de su himno. Mientras tanto, se va degradando la imagen de un país que no puede dedicarse a sobrevivir atacando a Madrid cuando las cosas salen mal en la Generalitat, y atacando al Real Madrid cuando pillan al club azulgrana con las manos en la masa y en la grasa. ¿Qué pintan los merengues en este tráfico de sobornos del Barcelona? Si hay alguna prueba que les salpique que se demuestre y se denuncie, mientras tanto la calamidad recae en el único procesado.

En su pobre y estéril huida hacia la nada, Laporta señaló las victorias “sospechosas” -según él- del Real Madrid en la época de Franco, en un absurdo alarde de desconocimiento deportivo en el que se olvidó mencionar las 14 copas de Europa… ¿cuánto aman los árbitros al Madrid fuera de España? Pero el presidente culé también se olvidó de otro hecho destacable, mencionar las medallas honoríficas que el F.C. Barcelona le entregó al dictador, Francisco Franco. No fue una, ni dos, fueron tres… tres hermosas medallas culés en el pecho de un Franco poco futbolero: la primera, de oro y brillantes en 1951; la segunda, en 1971 de oro por el Palau Blaugrana, y en 1974 otra medalla por el 75 aniversario del club. Menos mal que pronto se las retiraron -es una ironía- cuando el propio Laporta dejó de ser presidente: en 2019… 44 años después de morir el dictador.

Pero el victimismo, tan recurrente en los políticos catalanes, se alargó en la defensa del presidente blaugrana hasta llegar a otro comodín habitual: Cataluña. Una perita dulce que ya en su día “inventó” el inefable Jordi Pujol, “si me atacáis a mí, atacáis a Cataluña”; en este caso se repite la monserga de atacáis al Barcelona si no me defendéis a mí. “Los hostigadores quieren perjudicar la reputación del Barcelona y destruir uno de los identitarios más potentes de Cataluña que es el FC Barcelona”, señaló Laporta, que no supo qué contestar cuando le pidieron que identificara a esos hostigadores o enemigos del Club. La encerrona de escudarse en la institución para no dar la cara no funcionó del todo, a la hora de la verdad sus gestos faciales y su sudor le delataron.

Además, por si fueran pocos los problemas que arrastra el club azulgrana, con la enorme crisis económica de su entidad y la triste salida de Messi, en marzo de 2021 hubo ya otro gran escándalo extra deportivo, la detención del expresidente de la entidad culé, Josep Maria Bartomeu. Le arrestaron a él y a otros directivos en el marco de la investigación "Barçagate", por contratar a una empresa que llevara a cabo campañas de desprestigio contra personas y entidades hostiles al presidente Bartomeu y a su directiva. Pagaron seis veces más del coste de mercado, en facturas de 200.000 euros para no precisar la aprobación de la junta. Parece claro que los corruptos abundan en la directiva azulgrana. A ver cómo consiguen ahora mejorar su imagen.

No les quepa la menor duda, que quien peor parado sale de este bochornoso entuerto, repleto de corruptelas, mentiras y trampas, es la misma institución del F.C. Barcelona, que ve como su imagen baja enteros en el mundo y pierde miles de seguidores en todos los rincones del planeta. A la gente futbolera en general le gusta que gane su equipo deportivo, pero no a cualquier precio, ni con la mentira y el engaño como estrategia. El fútbol está inmerso en una grave crisis de espectadores y aficionados, y cada día esa brecha se hace más honda, hay que lograr detener el problema pero nadie tiene claro cómo hacerlo. Y Joan Laporta el que menos.

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