OPINION

Otegi no viaja aún en Falcon pero ya le entrevistan en RTVE

Arnaldo Otegi horizontal
Arnaldo Otegi horizontal

Pedro Sánchez se siente muy seguro de sí mismo, tiene motivos. Haber realizado un duro y arriesgado periplo político con final feliz en Moncloa (incluyendo la moción de censura) siempre hace que te creas mucho mejor que los otros mortales. Sin embargo, esa elevada consideración de uno mismo tiene sus riesgos ya que acabas creyéndote cojonudo e inmortal; y de lo primero, más bien poco, y de lo segundo, nada de nada. Ni siquiera tiene siete vidas como un gato.

Sánchez se siente tan seguro de sus decisiones y de su poderío político que no le importa irse a Granada en AVE para inaugurar esta linea de alta velocidad. Y allí, henchido de gloria ajena, dar un discurso sobre los objetivos ecológicos, hablar con rabia de la emergencia climática, amenazar con que la contaminación tiene un coste dramático para la sociedad, y a los diez minutos de finalizar coger el avión oficial -que viajó vacío hasta Granada- regresar a Torrejón y tomar otro helicóptero hasta Moncloa. Bien, de acuerdo, qué más da un vuelo más o menos. Tal vez tuviera prisa. Todo lo que ustedes quieran, pero el principio de ejemplaridad no se ha cumplido y la incongruencia ha sido grave.

No se puede pretender hablar de las maravillas ecológicas del tren y, el mismo día que puedes demostrar tu preocupación por el tema, regresar a Madrid en un Falcon de las Fuerzas Aéreas. Queda claro que a Sánchez sólo le interesaba la foto en el AVE para el Telediario. Su afición a los altos vuelos es ya legendaria, recién instalado en Moncloa se fue en avión oficial a un concierto de “The Killers". Lo suyo suena más a “Haced lo que yo os diga, pero no hagáis lo que yo hago. ¿Dónde está mi Falcon?”. Los aviones son tan contaminantes que los ecologistas apoyados por políticos de renombre mundial han propuesto suprimir los vuelos cortos que se puedan hacer en tren, para reducir el calentamiento global. ¿Apoyará Sánchez la medida? De momento, parece que no.

Con esta incongruencia Sánchez ha demostrado no tener la paciencia ni la capacidad de enviar un mensaje de comportamiento consecuente con su discurso. Sí, de acuerdo, en tren eran unas dos horas más de viaje, pero el ejemplo que da a la sociedad vale mucho más que esos 120 minutos. Y más aún tras la lección magistral que se ha marcado de político preocupado con los grandes peligros de la contaminación ambiental. Le habrán dicho sus asesores que estos caprichos no pasan factura en la opinión pública. Error, inmenso error. No hay nada que penalice más a un político que defender una cosa y hacer la contraria. Y si no, que se lo pregunten a Pablo Iglesias y a su chalé en Galapagar.

Pedro Sánchez, en la inauguración de la línea Madrid-Granada.
Pedro Sánchez, en la inauguración de la línea Madrid-Granada. / EFE

Otro “detalle” político y conflictivo que hemos vivido esta semana, y que Sánchez ha movido hábilmente desde la sombra para su conveniencia, ha sido la entrevista de 40 minutos a Arnaldo Otegi en el canal 24 Horas de TVE. De entrada dejar claro que esta entrevista es un encargo del Gobierno en funciones a la tele pública para allanar el acercamiento del “socio” incómodo pero necesario -Bildu- a la investidura de Sánchez y a los pactos de Navarra. Alguien imagina que TVE entrevistara a Otegi sin permiso de Pedro Sánchez, y además la noche antes del homenaje a las víctimas de ETA en el Congreso de los Diputados.

El Gobierno sabía perfectamente que esa entrevista iba a provocar polémica y levantar heridas emocionales, pero Sánchez debe estar muy seguro de su posición de dominio para permitir lo que muchos han llamado un “blanqueo” de imagen a ETA y Otegi e ignorar el malestar social que ello causaría. Las respuestas del portavoz y coordinador de EH Bildu no pudieron ser más lamentables, desde el punto de vista de la asunción de responsabilidades o de pedir perdón a las víctimas, pues se dedicó a equiparar el dolor de unos y otros. Incluso se atribuyó el mérito de que ETA dejara de matar.

Los graves sucesos y crímenes del terrorismo, que hieren en lo más hondo a las sociedades democráticas, no tienen una fácil solución ni reconciliación, y menos cuando no hay un arrepentimiento público por el daño causado. Lo único que funciona en esta situaciones y que “cura” en cierta medida el dolor es el paso del tiempo. Y en España no han pasado los suficientes años como para que el olvido o la distancia cicatricen el sufrimiento en la memoria de los millones de víctimas. Muertos hubo más de 800, pero víctimas fueron todos los españoles que soportaron el terrorismo mientras intentaban encarrilar una nueva democracia y ETA se lo ponía difícil con sus atentados.

Es cierto que hoy Otegi es un político con derechos y elegido por ciudadanos vascos, pero eso no obliga a que se le dé a él, y a los herederos de ETA, la oportunidad de vender en la televisión pública relatos falsos sobre una de las épocas más negras de la reciente historia de España. Distinguir el bien y el mal siempre ayuda para evitar reproducir errores. La presencia de Otegi en TVE no aportó nada nuevo ni bueno, sólo contribuyó al sufrimiento de unas víctimas que siempre se ven doblemente heridas, por el terrorismo antes, y ahora por la incomprensión y el olvido de unos políticos -léase Sánchez- que sólo buscan su beneficio estratégico.

Mientras tanto, Pedro Sánchez sigue tan feliz en Moncloa esperando que algún partido le facilite la investidura. Llama la atención que sin tener mayoría absoluta quiera obtener los apoyos sin negociar ni pactar nada con los principales partidos, echando la culpa a los demás si no se avienen a regalarle la presidencia del Gobierno. Sin duda, Sánchez se cree superior a los demás, veremos lo que tarda en darse cuenta de la cruda realidad. Torres más altas han caído.

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