En mi molesta opinión

Pablo Iglesias versus Yolanda Díaz: Dios los cría y ellos solos se pegan

Pablo Iglesias y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante el acto de cierre de campaña.
Pablo Iglesias y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante el acto de cierre de campaña.
EFE/Dav

Marchando una de Pablo Iglesias contra la vicepresidenta Yolanda Díaz. Cada vez que el marido de Irene Montero sale a pasear por la plaza pública deja algún herido en alta mar. El ex líder de casi todo, de Podemos, del Gobierno, de la Complutense, de Vallecas, necesita siempre tener cerca a un enemigo (o antagonista) con el que meterse para sacar a flote sus pasiones de macho alfa. Sin rugir ni escupir no es nadie. En su ideario político siempre hay un juego de llaves y otro de conspiraciones vehementes que intentan desestabilizar todo lo que se mueve, incluso a su propio chiringuito neocomunista.

Cuando él era líder de Podemos encumbró a la vicepresidenta con el dedo relevante de su autoridad -nada de aplicar elecciones primarias-; para luego dejarla como candidata “in pectore” mientras el cocido se va calentando a fuego lento. Ahora, la ha convertido en enemiga de él y de su partido morado, y Pablo exige hacer ruido para llamar la atención en esa plaza pública que ya no le escucha ni le sigue: «Tenemos que apostar por confluir con ‘Sumar’, pero Podemos debe ser respetada. ¿Quién piensa que le puede ir bien en las elecciones generales a una candidatura de la izquierda si a Podemos le va mal en las municipales y autonómicas? ¡Hay que ser estúpido!».

Esta frase, incluido el marrullero término de “Estúpido”, la soltó el mismísimo Pablo Iglesias Turrión en ese invento podemita de la “Uni de Podemos”, que se acaba de celebrar en un teatro de Madrid donde caben mil personas, y que refleja que los morados ya no están para grandes eventos como en aquellos años felices en “Vistalegre”, en los que no cabía ni una mosca y prometían ‘asaltar los cielos’ a las primeras de cambio. Sin embargo, el cambio llegó, el cielo sigue esperando, y la “Uni de Podemos” se ha convertido mas bien en la “UCI de Podemos”, como la llaman algunos dado que su futuro estratégico requiere serios cuidados intensivos.

En esta verbena que ya huele a carrera electoral, Pedro Sánchez ha dejado claro que prefiere a Yolanda Díaz, ya que es más dócil y servicial que el díscolo Pablo. Un Pablo que aunque a veces se cae del caballo, no se chupa el dedo; y tiene claro que para Pedro, Yolanda es algo más que una bella canción de Pablo Milanés. En su extrema necesidad por crecer, Sánchez quiere arrimar a su ascua a Díaz y venderla como el voto útil de cierta izquierda radical. Y así olvidarse de la necesidad de que vuelva a ser Iglesias el gran muñidor del invento Frankenstein, que incluye a Bildu y ERC, mientras el propio Sánchez intenta halagar a estos dos partidos con todo tipo de “regalos” para demostrar que él también es un macho alfa capaz de todo. Esto sucede mientras Díaz crea una nueva criatura abstracta y confusa: “Sumar”, a la que en La Moncloa todos miman siempre que pueden en los medios de comunicación como si Yolanda fuera una verdadera líder, a pesar de que carece de la estructura de un partido político y de que nunca acaba de arrancar ese boceto sobrevalorado que nadie conoce muy bien.

Por su parte, el mandamás de Podemos no ignora que él es el único que le puede dar esa organización a Yolanda Díaz en su partido, pero antes quiere cobrar el impuesto correspondiente y dejar claras algunas cosas; entre otras, garantizar que su gente “morada” -principalmente Montero, Belarra y Verstrynge- logre los mejores puestos en las listas, sin olvidar cierta influencia personal en todos los movimientos de la coalición. Iglesias se huele que le están haciendo la cama y no está dispuesto a quedarse dormido, y que Sánchez pretende “robarle” la cartera dejando alicaído a su Podemos, en beneficio de esa nueva apuesta aritmética que es Sumar, y que Yolanda Díaz espera que coja fuerza a finales de año. Pero claro, si algo hay que le gusta a Pablo, además se le da muy bien, son los conflictos y las peleas con los rivales y antagonistas, y en esas estamos. Allí va el señor de la extinta coleta dispuesto a morir matando, y antes de que Sánchez le rompa o le robe su ‘juguete’ político, él es capaz de quemarlo si hace falta ‘al rojo vivo’ en cualquier plató de TV.

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