En mi molesta opinión

Los planes de Feijóo para mantener su buena estrella hasta el 23 de julio

Alberto Núñez Feijóo
Los planes de Feijóo para mantener su buena estrella hasta el 23 de julio
EFE

Casi todos los analistas ponen el punto de mira y subrayan la sagacidad política de Pedro Sánchez, y apenas nadie remarca el trabajo sin estridencias pero constante de Núñez Feijóo. La mayoría mediática de la izquierda suele subrayar esta tendencia. Sánchez es guapo y alto, pero en cambio Feijóo sube y sube sin hacer mucho ruido ni aspavientos, a la manera que suelen hacer las cosas por esa zona de Finisterre. No es que estemos hablando de la fábula de la hormiga y la cigarra, pero algún parecido hay en estos dos estilos tan dispares de hacer política y de enfrentarse a la organización del Estado y de la vida pública, y no sólo por sus diferencias ideológicas y económicas sino también por su talante y talento a la hora de afrontar la realidad institucional. De entrada hay que recordar que Sánchez se encaramó por la puerta de atrás del PSOE, traicionando la confianza de Susana Díaz, y estableciéndose sin escrúpulos en el espacio de su partido que en teoría no le correspondía a él.

Luego reventó el propio consenso que había en el socialismo con su particular “no es no” contra Rajoy, e intentó hacer un montaje turbio y extraño con unas urnas y con una votación en la sede de la calle Ferraz que olía a pucherazo. Lo malo de todo esto es que los ciudadanos en general y los periodistas en particular nos acostumbramos a las anomalías como si fueran la cosa más aceptable del mundo, y quizá dentro de esa inercia de dejar pasar los ríos revueltos, Sánchez ha seguido jugando a su habitual estilo de marear y camuflar las fichas, el conocido trilerismo que tanto practica, sin importarle demasiado actuar de un modo u otro, o despistando a unos y a otros.

Para el actual presidente del Gobierno la verdad es un asunto de conveniencia, y la mentira algo relativo que depende de la oportunismo. Hasta el presidente del PNV, tan comedido él, Andoni Ortuzar, lo tiene claro: “Somos un kleenex para él -refiriéndose a Sánchez-, nos usa y nos tira. Nos ha utilizado a todos los que hemos estado a su alrededor, ha sido bastante decepcionante, incluido a su propio partido”. El Partido Nacionalista Vasco prefirió “traicionar” a Rajoy para lanzarse a los brazos de Sánchez, hoy están mucho peor en todos los sentidos y Bildu mucho mejor que ellos gracias al blanqueamiento institucional y a las maniobras orquestales de Moncloa.

Pero volvamos al presente que nos lleva a comparar el número de elecciones, aunque sean de grado distinto. Pedro Sánchez ha tenido más derrotas en las seis elecciones que ha participado en tres años que posibles victorias. Pero le persigue una fama tergiversada por su equipo de campaña de que el presidente siempre gana, aun cuando pierde y todo lo tiene a su favor. Como en esta ocasión. Realmente Sánchez es un buen jugador de póker, como dijo Alfonso Guerra de Adolfo Suárez, "como tahúr del Misisipi no tiene precio". Este relativo prestigio le viene de cuando ganó su batalla socialista y en su habilidad para formar un Gobierno de coalición al más puro estilo Frankenstein, es decir, daba lo mismo unos que otros, lo importante era dormir en la cama del palacio de la Moncloa.

Son cosas de la política, dirán ustedes, y es cierto. Pero hay estrategias y decisiones de partido que acaban pagándose muy caras. Por su parte, el veterano y sibilino Feijóo, hábil y más conocedor de que las peleas fraternales no son nada buenas, supo abstenerse de participar en la guerra de las primarias entre Cospedal, Soraya y Casado, y se retiro a sus cuarteles de invierno a esperar que el más joven -Pablo Casado- cometiera sus previsibles errores, como así hizo, y al final todo el PP acabó aclamando a Feijóo por mayoría. Ahora no sólo lo aclaman sino que confían en él.

Núñez Feijóo está lejos de ser San Alberto Magno, lo digo porque en pleno triunfalismo electoral algún forofo gallego puede pretender llevarle a los altares. Ya se sabe que la victoria tiene muchos padres y muchos monumentos. Pero hay que ser realistas y ver los modos de actuar de Feijóo, que hoy por hoy distan mucho de los estilos broncos que se viven y se practican en la Villa y Corte de Madrid. Lo digo también porque si hubiera el más mínimo señalamiento o deshonor serio que hubiera cometido como presidente en la Xunta de Galicia lo sabríamos con creces y con pelos y señales, y lo conoceríamos hasta la saciedad. Ahora, la factoría animada de ocurrencias políticas de Moncloa recurre al 'prestige', hay que estar apurado y desesperado para acudir a la 'memoria histérica' para calentar la campaña. En el fondo la clave está en hacer olvidar la debacle electoral que acaba de sufrir Pedro Sánchez y su partido socialista. Algo que, dada su proverbial soberbia, le debe escocer de manera especial en su orgullo; hasta el extremo de que el presidente del Gobierno se ha negado a felicitar telefónicamente a García Page, el único socialista que ganó en su Comunidad, Castilla-La Mancha. Queda claro que lo único que le preocupa al líder del PSOE es su inmenso ego y mantener su poder.

En este duelo PP vs PSOE no pueden quedar heridos, es un combate a vida o muerte. El 23 de julio, de un modo u otro, uno de los dos se irá a su casa. Sánchez intentará repetir su estrategia, algo desgastada después de tanto tiempo, de que vienen los “fascistas”, los de Vox, y que se van a quedar con el Gobierno. Visto los resultados del 28-M parece que el personal votante está mucho más harto de los inventos Frankenstein que de los posibles temores que produce el partido de Santiago Abascal. Muchas apuntan a que en caso de derrota Sánchez tiene previsto aspirar a Secretario General de la OTAN, cargo que termina en otoño y que al socialista no le importaría nada ocupar. Además se viaja mucho en avión.

Por su parte Feijóo deberá afinar su estrategia porque ahora ya no hablamos de autonomías o municipios sino del Gobierno de la nación, y habrá que atarse los machos si no quiere que Sánchez le pase la mano por la cara. Aunque con este gran resultado ¿quién es el listo que le lleva la contraria al presidente del PP? Es cierto que el descalabro del 28-M ayuda mucho a mejorar los datos de los populares, principalmente, porque la corriente social y política es tremendamente favorable, pero deberán empujar y calentar bien los motores si quieren obtener buenos resultados. La izquierda radical en todas sus versiones extremistas y separatistas también reaccionará ante el desastre vivido esta semana e intentará cambiar, lo malo es que después de hablar y hablar de que las cosas van tan bien ¿por qué entonces los votantes no les han apoyado?

En Moncloa y en Ferraz hacen cábalas, y están casi todos medio hundidos porque el que les ha llevado a este desastre electoral es ahora también el 'nuevo' conductor del mismo tren que ha de llevarles al otro destino del 23 de julio. Sólo falta que Tezanos reparta ya las encuestas del CIS antes de que las hagan los encuestadores -¿por qué no ha dimitido todavía este señor?-. Una de las muchas claves que definen a Sánchez es ver cómo desprecia las instituciones y cómo mantiene en el CIS a José Félix Tezanos, que utiliza el dinero de los contribuyentes en beneficio de los intereses partidistas del PSOE y de Sánchez.

La ‘baraka’ -esa especie de suerte favorable según los árabes- que algunos decían que tenía Sánchez ha terminado hace ya algún tiempo. Como diría Sabina: el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno; es decir, la suerte duró lo que han tardado en llegar los múltiples errores cometidos durante estos cinco años por un gobierno de coalición más disparatado que acertado: Podemos, Bildu, ERC, Ley del Sí es sí, ataques a la Justicia, ataques a los empresarios, manipulación de las instituciones, leyes en contra del sentido común, prepotencia política pensando que los ciudadanos se chupan el dedo…, la lista es larga y amarga, no así la de los aciertos que alguno ha habido, casi siempre facilitados por los euros ofrecidos por la Unión Europea. Lo único bueno de todo este embrollo montado por Sánchez para salvarse a sí mismo, es que su permanencia en Moncloa puede durar mucho menos de lo que esperábamos.

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