OPINION

Qué piensan los hombres de las mujeres (ni solas ni borrachas)

8M
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Europa Press

Podría haber dejado este artículo en blanco y haber justificado de este modo la vieja leyenda de que los hombres no piensan nada acerca de las mujeres, que sólo las miramos de arriba a bajo, y que nos pasamos el día deseándolas sexualmente, y punto. Pues no. Eso es falso, no al 100 por 100, pues miramos y deseamos, pero los hombres de hoy sí pensamos en las mujeres y en sus problemas, y analizamos sus comportamientos y sus cambios sociales. No sólo cuando vuelven a casa solas y borrachas, sino también cuando están sobrias y se manifiestan un 8 de marzo.

Otra cosa muy distinta es que los hombres entiendan a las mujeres. Como dice un amigo mío, hay que ser muy hombre para entender hoy a una mujer. Oscar Wilde, que no es amigo mío, pero sí escribió mucho sobre ellas, sentenció que para entender a una mujer primero hay que amarla, y una vez se la ama ya no es preciso entenderla. Esta especie de retruécano pudo tener su enjundia en otros tiempos más románticos, pero hoy día para comprender a una mujer hay que ponerse en su piel. Y eso no es nada fácil ni nada cómodo para un humano acostumbrado a ver la vida desde los ojos de un varón privilegiado y a veces mal educado.

Acepto que ser mujer no es nada fácil, y que nunca lo ha sido. Muchas de mis amigas, incluidas mi esposa y mi hermana, me han confesado en algún momento de intimidad que si volvieran a nacer preferirían ser hombres. Una confesión que a los varones nos puede sorprender pero que deja ver lo poco gratificante que sigue siendo hoy día pertenecer al género femenino, incluso en un país como España con los índices de igualdad más altos del mundo. Como dice la socióloga Ángeles Perillán, "ser mujer en el primer mundo es difícil pero serlo en el resto del mundo es heroico".

Hoy día, los hombres tenemos dos opciones: o maldecir con otros machotes el feminismo por intrusivo y revolucionario; o sentarnos delante de una mujer a analizar por qué los tíos tenemos una situación más privilegiada por el mero hecho de ser hombres. Condenar el pasado con los ojos y la mentalidad del presente es absurdo. Las circunstancias y la vida hoy son diametralmente distintas. Es el presente lo que debemos examinar y ver qué se puede cambiar y mejorar. Cualquier tiempo pasado no fue mejor, ni peor, fue distinto.

Esta revolución femenina que ya está en marcha y que viene precedida de un feminismo poliédrico que a muchas y muchos les gustaría convertir en monopolio político, ha venido a cambiar los estereotipos y el modo de ser masculino. Hombre y mujer no son enemigos, todo lo contrario, son complementos circunstanciales de tiempo, espacio, vida…; y todo esto o se soluciona juntos o no habrá cambio real.

La inmensa mayoría de los hombres no somos machistas, ni violadores, ni puteros, y es por eso que debemos implicarnos en alcanzar -sin enfrentamientos ni acritud- una sociedad que trate con más respeto e igualdad a todas las mujeres. En gran medida bastará con tener empatía por el sexo opuesto y reconocer los valores de esa realidad ajena y admitir, sin traumas y sin culpabilidad, que las cosas deben cambiar. El desasosiego que podemos sentir los hombres ante los nuevos retos y roles debe ser mitigado por la ayuda y la complicidad femenina. O vamos juntos y alegres en esta aventura, o terminaremos todos realmente solos y borrachos.

Toda transformación social requiere tiempo, paciencia y mucha inteligencia. Y habrá mujeres que no comprendan de qué va este proceso y quieran sacar tajada personal. Habrá hombres que no acepten los cambios. También habrá políticos que se peleen por colgarse medallas de quién es más feminista y quién no debe serlo, son las dificultades propias de un gran cambio social que ya está en marcha y que para ser efectivo debe ser transversal, o no será.

El indignante eslogan de 'Sola y borracha quiero llegar a casa' ha causado impacto, pero por lamentable. Llega a proponerlo la derecha y hoy tendríamos las calles ardiendo por las protestas de las feministas radicales. Pero ha sido la "feministra" Montero, a la que su pareja -Pablo Iglesias- ha decidido defender, en un ejercicio de claro machismo, porque ella sola quizá no podía o no sabía, la que lo ha lanzado justificando que esa es la imagen ideal para demostrar la libertad y tranquilidad de una mujer.

Muy mal vamos si la lucha feminista hay que resumirla en un "sola y borracha quiero llegar a casa". Lo de borracha daña al sentido común y a la lucha contra el alcoholismo juvenil. Dice la ministra y sus fans feministas -entre ellas varias periodistas- que es una manera de concienciar sobre los peligros de la noche, y no de fomentar el alcohol. Solo faltaría. Lo malo es que lo fomenta y mucho; y los peligros de la noche no son por culpa de los hombres sino de los delincuentes y criminales. Qué gran error jugar con el alcohol para llamar la atención.

Dirá lo que quiera la ministra Montero, pero si hay una imagen que simboliza plenamente la derrota de un ser humano, sea hombre o mujer, es la de ir sola y borracha por la calle. Confiemos que con el tiempo el feminismo radical se humanice y se dé la mano con el feminismo inteligente que millones de mujeres reivindican y practican todos los días. Por lo que a mi respecta, y por parte de millones de hombres, lo que queremos realmente es que las mujeres vayan solas o acompañadas adonde quieran, pero sobre todo que vayan felices y sin miedo por el hecho de ser mujeres.

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