En mi molesta opinión

¿Quién trabaja en España cuando llega el mes de diciembre?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; la presidenta del Congreso, Meritxell Batet y el presidente del Senado, Ander Gil.
¿Quién trabaja en España cuando llega el mes de diciembre?.
EDUARDO PARRA

Todo el mundo sabe, incluidos los bárbaros del norte, que en España se trabaja para vivir, pero no se vive para trabajar, como suelen recomendar los gurús del buen existir y del mejor hacer. Añadiría, que en España tampoco se trabaja “demasiado” ni siquiera para ahorrar algo de calderilla, que nos va más el espíritu ese tan poliédrico de que “nos quiten lo bailao” y que salga el sol por Antequera o por donde quiera.

Lo digo en referencia a estos interminables días de puentes con sus colosales acueductos que nos visitan en esta loca semana del año con su loca realidad y que nos llevan a vivir un sinsentido laboral que en ningún país del mundo -ni siquiera Italia o Andorra- se atreverían a implementar: lunes se trabaja, martes no se trabaja, miércoles se trabaja, jueves no se trabaja, viernes se trabaja… y todo ello en pleno mes de diciembre cuando estamos a menos de 15 días de las Navidades que son otras fiestas de guardar dentro de estas largas vacaciones considerables y que duran más de siete jornadas. ¿Quién va a necesitar la semana de cuatro días si los españoles trabajamos tres?

Soy muy partidario de celebrar todo lo que sea necesario y todo lo que se mueva, desde la Constitución hasta la Inmaculada Concepción, desde la Navidad a Papá Noel, desde los Reyes Magos al sorteo del Niño, lo que sea menester, pero creo que nos estamos pasando de la raya festiva y ociosa, según se mire. Esta semana que estamos festejando, el personal afortunado -que no son pocos- se ha podido ir nueve días de calendas por su santo morro. Desde el 3 al 11 de diciembre no me esperen despierto; y el día 12 a trabajar un poquito para que no se diga que sólo nos apuntamos a los recreos. Luego nos pillamos dos 'semanitas' laborables, para que nadie piense mal y no cunda el pánico, hasta que llega nochebuena y celebramos el nacimiento de Jesús por todo lo alto.

Lo más divertido, si es que esto tiene gracia, es que el día 25 de diciembre, Navidad, este año cae en domingo, y ¿qué hacemos?, pues nada, pasamos la fiesta al lunes, por si acaso no teníamos suficientes jornadas de descanso concentradas en un solo mes. Ah, y los que se quedan a trabajar esta semana de la Inmaculada Constitución solo van a la oficina o al taller a calentar la silla durante tres días dis-con-ti-nuos. Esperemos que nadie tenga que pedir ayuda para reparar la caldera o necesitar un fontanero que desatasque el baño.

“Que se pongan de acuerdo antes de Reyes”

Nada más lejos de mi intención aguarles la fiesta a los honrados e imprescindibles trabajadores, entre los que me incluyo. Lo que sucede es que en este país, con tanto paro y tanta crisis a la hora de la verdad todo el mundo se escaquea y se apunta a un carnaval, y aquí no pasa nada… y si pasa, se le saluda. Corría diciembre de 2011. Mariano Rajoy recién elegido presidente del Gobierno afirmaba su intención de eliminar los puentes y trasladar los días festivos a los lunes más cercanos, con la excepción de las fechas con más arraigo social, y todo ello con el objetivo de aumentar la competitividad de las empresas.

Rajoy explicó esta medida no un día cualquiera o la tarde que jugaba la selección nacional de fútbol y perdía, sino la jornada en la que ofrecía su discurso de investidura, y comentó que quería hacer compatibles los derechos de los trabajadores y la buena marcha de las empresas, por lo que se iban a abordar los costes que suponen los puentes para la economía. Esta iniciativa debería incluirse en la reforma laboral, para la que pidió a empresarios y sindicatos “que se pongan de acuerdo antes de Reyes”. Han pasado once años desde entonces y el “regalo” de reyes no ha llegado. Ahora gobierna Pedro Sánchez en el Ejecutivo, y la vida, al menos la aparente vida laboral, sigue igual que siempre.

En pleno 2022 ya ni se plantea que los días festivos que caen entre semana pasen al lunes o al viernes más cercano para ahorrar costes, aumentar la competitividad de las empresas y evitar la sangría de “millones y millones de euros” que se dejan de generar cuando los españoles se van de puente. En un país asolado por la crisis, la inflación, la economía por los suelos y nuestros bolsillos patas arriba, parece que la mejora de la productividad no es una buena razón para animar al Gobierno a tomar medidas y fomentar la eficiencia del mercado de trabajo, entre otras muchas consideraciones. Es más, el artículo 37 del vigente Estatuto de los Trabajadores da potestad al Ejecutivo para trasladar las fiestas nacionales que tengan lugar entre semana. Pero claro, es más fácil dejarse llevar por la corriente que hacer algo diferente y mejorar el país. ¿Hay alguien ahí?

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