En mi molesta opinión

La reina Isabel y la turbamulta de odiadores que no descansa

London (United Kingdom), 09/05/2012.- (FILE) - Britain's Queen Elizabeth II arrives at the Norman Porch of Westminster Palace in London, Britain, for the State Opening of Parliament in the House of Lords, 09 May 2012 (reissued 08 September 2022). According to a statement issued by Buckingham Palace on 08 September 2022, Britain's Queen Elizabeth II has died at her Scottish estate, Balmoral Castle, on 08 September 2022. The 96-year-old Queen was the longest-reigning monarch in British history. (Abierto, Reino Unido, Londres) EFE/EPA/SUZANNE PLUNKETT UK AND IRELAND OUT SHUTTERSTOCK OUT EDITORIAL USE ONLY
La reina Isabel y la turbamulta de odiadores que no descansa. 
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La que se ha montado porque el Rey Juan Carlos quiere ir a Londres al funeral de su “prima” Isabel II. Ni que se hubiera apuntado a una fiesta de disfraces en Buckingham Palace. Estamos hablando del derecho a honrar y enterrar a los muertos, y Juan Carlos I, que no está muerto por mucho que a algunos les pese, ha decidido hacer uso de su libérrima voluntad y acompañar en su último adiós a la “tía Lilibeth”, como él la llamaba, y ella le correspondía con un cariñoso “Juanito”. Es lo mínimo que puede hacer un buen pariente cuando fallece un familiar querido: presentarle sus respetos y velar por su alma. No creo que para el rey emérito sea un feliz viaje acudir a un tumultuoso acto funerario y aguantar durante horas el chaparrón de los medios y del propio acto en sí.

Sin embargo, tanto una parte de este Gobierno desorientado y una parte de la prensa excesivamente contaminada por la política en este tipo de cuestiones familiares y personales, han vuelto a desentonar y descarrilar con su obsesión de aprovechar cualquier oportunidad para “desgastar” al precio que sea a la monarquía, que por mucho que les pese sigue siendo la institución mejor valorada en España, muy por encima del Ejecutivo de coalición que forman PSOE y Unidas Podemos.

Los socialistas, es decir el Gobierno, en boca de su portavoz en el Congreso, Patxi López, ha sugerido con un inoportuno cinismo que sólo contribuye a recalentar los ánimos, que la Casa Real no estará “muy contenta” con la presencia del rey emérito en el funeral de Isabel II. Es la torpe pataleta de Pedro Sánchez para no acompañar al Rey Felipe VI en su viaje a Londres. Tampoco olvidemos, en este absurdo akelarre contra el respeto a la dignidad de las personas, que los socios parlamentarios de Pedro Sánchez persisten en su idea de que el emérito Rey de España no debería acudir -a pesar de la invitación personal- al funeral del próximo lunes, porque deja a la monarquía española en “mal lugar” -circunstancia que alguien debería explicar con mayores argumentos ya que parece más lo contrario-, e invitan a Juan Carlos I a que pase “también” por la justicia británica para “rendir cuentas”.

Pablo Echenique, portavoz y lumbrera sin descanso de Podemos, ha explicado que «invitar a un delincuente fugado a un funeral de Estado deja claro cómo queda la monarquía en España y en el Reino Unido». También Íñigo Errejón opina que Juan Carlos I «avergüenza por igual tanto a quienes son monárquicos como a los que no lo son», ¿cómo lo sabrá?, ¿tiene encuestas que no conocemos o es una pájara mental que se han inventado los de Más Madrid? Con todo respeto, lo primero que uno piensa después de oír estos “comentarios” es que los amargados odiadores no descansan y siempre tienen su resentimiento a punto; y que quien se desacredita con su calamitosa cólera es la persona que mezcla los temas y aprovecha los hechos particulares de un fallecimiento familiar con los odios enfermizos y caducos por una institución y una persona, en este caso el rey emérito.

Algunos políticos españoles deberían aprender de la dignidad y sentido común de sus colegas de Irlanda o Escocia, como la independentista y ministra principal, Nicola Sturgeon, que a pesar de las discrepancias ha sabido mantener el respeto y pronunciar un sentido mensaje: «En nombre de la gente de Escocia, transmito mis más profundas condolencias al Rey y a la familia real»; pero claro, Rufián y compañía no han nacido en el Reino Unido, ni tienen un ápice de “fair play”.

Este país de duelos y quebrantos, además de agotador, es imposible de apaciguar y de cambiar. Seguimos siendo acomplejados y muy aficionados a embestir molinos pensando que son gigantes, mientras somos incapaces de asumir la realidad y confiar en la propia dignidad que representan los seres humanos, todos, incluidos los que no nos caen bien o no piensan como nosotros, o incluso los que se equivocan. Parece que aquí no basta con ganar, hay que machacar al rival, despreciarle hasta la saciedad, humillarle, en un ajuste de cuentas ancestral y cainita que impide todo tipo de acuerdo o armonía entre personas, incluida la posibilidad de promover el humanismo y la ayuda más elemental. En definitiva, es hora de mirar al futuro con nuevos ojos y con menos odio.

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