OPINION

Sánchez abre ya su "manual" de nuevas elecciones (para noviembre)

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Sánchez

Pedro Sánchez ha puesto en marcha la segunda parte de su “Manual de resistencia”. En la primera se hacía eco de cómo sobrevivir a los navajazos de un PSOE, liderado por la vieja guardia, que no estaba dispuesto a darle el control político y hegemónico del partido más antiguo de España. Ahora, en esta supuesta continuación de su polémico “best seller”, tras erigirse en vencedor de la batalla de las Termópilas socialistas, Sánchez intentará demostrarnos que es un político sagaz y todoterreno capaz de sobreponerse también a los obstáculos más adversos que le afligen sus adversarios en la disputa por el poder.

“Qui resistit, vincit”. La capacidad de aguante para acceder al triunfo es algo más que una máxima de autoayuda que nos regaló el poeta latino Persio. En la cabeza de Pedro Sánchez es una estrategia política para conseguir, tras cuatro votaciones de investidura fallidas, el acceso a la Moncloa por méritos propios o deméritos ajenos. Para ello ya ha abierto su manual de nuevas elecciones.

Sin embargo, el Partido Popular ha sido el primero en exigir, aunque sin mucho entusiasmo, que el candidato socialista abandone sus pretensiones para poder desbloquear la situación que él mismo ha generado. En el PSOE se han reído de la propuesta. Pero la lógica política, que aunque no lo parezca existe, hace creíble que el PP pudiera facilitar un Gobierno socialista, como sucedió a la inversa, siempre y cuando el inventor del “No es no”, que dejó su escaño para no tener que abstenerse en la investidura de Rajoy, diera un paso al lado.

En estos más de cien días sin gobierno, Pedro Sánchez no ha sido capaz de llegar a acuerdos ni con los partidos de su arco ideológico. Por muchas ganas que tuviera de ser presidente, ha pesado más el miedo a una legislatura llena de sobresaltos, y con el “enemigo” metido en la misma cama. Hizo el simulacro de querer un Gobierno de coalición, pero al final prevaleció su deseo de gobernar en solitario, sin compañías tóxicas que entorpecieran su ambiciosa carrera presidencial.

La situación política está cada día más confusa y complicada. De ahí que el actual presidente en funciones esté ya vendiendo a los españoles la necesidad de unas nuevas elecciones y la conveniencia de que resistamos -ahora nos toca a nosotros- la tentación de caer en un abatimiento colectivo ante el bloqueo político y la “obligación” de pasar por las urnas, por cuarta vez en cuatro años.

Siguiendo el manual de elecciones del sanchismo, la maquinaria preelectoral del Gobierno ya está en marcha, incluso lleva días funcionando a todo trapo. El jueves, ocho ministros asistieron a todo tipo de actos y entrevistas con el objetivo de vender las excelencias socialistas y acusar, principalmente, a Unidas Podemos y a los partidos del centro derecha -PP y C’s- de la imposibilidad de formar Gobierno.

sanchez e iglesias
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias / Europa Press

Todo el PSOE está en modo electoral, incluso han sacado del baúl de emergencias a su perla más preciada: Franco. Al que recurren los socialistas siempre que hay que dividir a la sociedad ante nuevas elecciones y subir así la temperatura política. “Nos conviene que haya tensión”, le dijo Zapatero a Iñaki Gabilondo, ignorando que el micrófono seguía abierto. Pues eso, les conviene la tensión y sacar a Franco a pasear siempre viene bien.

A esta estrategia hay que incluir las rondas de encuentros con asociaciones afines al PSOE, que si bien no tienen un claro objetivo sirven para calentar motores electorales y subir la presión para una difícil, pero no imposible, investidura. Sin olvidar las desconcertantes declaraciones que ofreció el propio Sánchez tras su visita el miércoles al Rey Felipe VI. Dejó claro que la distancia con UP es cada vez mayor y que existe una gran “desconfianza recíproca”. Para alcanzar un buen acuerdo debe existir cierto entendimiento y cierta empatía, y hoy días estas condiciones no sólo no se dan, sino que prevalecen las contrarias.

El inmovilismo de Sánchez y su dura actitud con Unidas Podemos tienen tres lecturas posibles: 1) Conviene atemorizar a Iglesias con la amenaza de nuevas elecciones y hacerle creer con el CIS de Tezanos en mano que el resultado de la formación morada sería catastrófico; 2) Abonar el terreno para lanzar el relato de que toda la culpa es de UP; 3) A Sánchez le interesan unas nuevas elecciones para mejorar su resultado y garantizarse una mayor estabilidad. La gobernabilidad con sólo 123 diputados podría llegar a ser un sin vivir político para el Gobierno.

La fecha tope para evitar las elecciones es el 23 de septiembre. Además Sánchez ha anunciado que no se entrevistará con Iglesias hasta que termine agosto. No parece que haya mucho recorrido para reparar heridas y solucionar desencuentros. Nadie quiere unas elecciones pero todos afilan ya sus hachas por si acaso. El presidente en funciones está convencido de que, dentro de lo malo, una nueva convocatoria electoral le beneficiará.

Eso es mucho suponer ya que existen múltiples factores imprevisibles que pueden provocar una reedición del cuento de la lechera. Predecir sobre un papel es fácil y barato. Pero la realidad y la vida suelen tener unos imponderables tozudos que no atienden a encuestas ni a cantos de asesores palaciegos. Cierto es que Sánchez parte con mucha ventaja en la carrera electoral, pero quién le dice que no pueda “pinchar” en la última curva; o que su error garrafal con Bildu en Navarra no le pase factura; o que un Íñigo Errejón hambriento de protagonismo se cruce en su pista y le complique las cosas. O sencillamente, que la sociedad española descubra que el verdadero impostor es Sánchez y no Iglesias. Cuidado con las elecciones, que a veces, algunas veces, vienen cargaditas de sorpresas.

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