En mi molesta opinión

Sánchez intenta ser fuerte debilitando a los demás... incluido el Rey

Sánchez amaga con cerrar Madrid pero da otro día más a Ayuso a pesar de los datos
Sánchez intenta ser fuerte debilitando a los demás... incluido el Rey.
EFE

Tan solo 24 horas después de que sucediera, que se firmara la paz de la Puerta del Sol con Díaz Ayuso, saltaron todas las alarmas en Moncloa. ¡Nos hemos equivocado de cabo a rabo! ¡Hay que cambiar de estrategia, ya mismo! Moncloa, es decir, Pedro Sánchez, Iván Redondo y demás chamanes del 'agitprop' gubernamental, cayeron en la cuenta de que tanta bandera española y madrileña, y tanta comprensión con Isabel Díaz Ayuso no le sentaba nada bien a su prefabricada imagen política de enfrentamientos y ponzoñas contra la descompuesta derecha. Tampoco le servía a Sánchez de cara a fraguar uniones de conveniencia presupuestaria con sus posibles socios separatistas de ERC, que lo último que desean es que Madrid vaya bien.

Estos grandes gurús de la propaganda política, no tan buenos en detectar y ver venir la pandemia del Covid-19, que no la olieron hasta que no la tuvieron encima, llegaron a la conclusión -el miércoles pasado- de que ayudar a Madrid beneficiaba más a Ayuso -ergo, al PP- y perjudicaba al Gobierno de Sánchez esa imagen de concordia y sensatez que estaba dando con su actitud de apoyo y colaboración. Llegados a esta terrible conclusión de que lo bueno para Madrid es malo para Sánchez, se constata lo desatinadas y peligrosas que están las cosas en este absurdo país y en la nefasta política española.

Ante este supuesto error estratégico, Moncloa decidió -aprovechando que la Comunidad seguía con problemas para reducir la pandemia- volver a la confrontación. Y para ello sacó a su filósofo de guardia, también ministro de Sanidad, para montar un buen guirigay mediático. Y en lugar de solucionar los problemas y las diferencias en reuniones cara a cara con la CAM, decidió contra programar una rueda de prensa a la misma hora, más que para informar para alarmar a la población, acusando a Ayuso y todo su equipo de ser unos irresponsables y de no atender a los consejos del Gobierno, que exigía el cierre de prácticamente toda la Comunidad bajando la ratio de contagios a 500 por cada cien mil habitantes. Además, en su intervención el ministro Illa sólo habló de los problemas de Madrid, como si el resto de España fuera un oasis sin Covid-19.

Más allá de que los datos de la CAM sean preocupantes, que lo son, lo que sorprende y alarma a la población es que un acuerdo de colaboración entre las dos principales administraciones apenas haya durado dos días. Que después de montar toda una puesta en escena rimbombante para vender el acuerdo, este se rompa y se vuelva a la bronca ante la mirada atónita de la ciudadanía. Que no sean capaces de dilucidar en la intimidad sus diferencias, desmoraliza a cualquiera y te lleva a pensar que algunos -o casi todos- anteponen sus intereses políticos a la salud y bienestar de la población. En cualquier situación crítica como la que vivimos, siempre hay dos maneras de actuar: una, no abandonar una reunión sin antes encontrar soluciones y consensos que transmitan serenidad a la población; y dos, a la mínima romper y buscar ‘enemigos’ para echarles la culpa, y crear alarmismo social. No digo que a Sánchez no le importen los apuros y dificultades de los madrileños, pero también le interesa seguir señalando a Díaz Ayuso como el principal problema de Madrid y, de paso, para que la estrategia funcione, cerrar al máximo la Comunidad, aunque la asfixia económica pueda ser tan letal como el Coronavirus.

Dicho esto, se hace difícil entender los continuos rifirrafes públicos entre unos políticos cuyo principal objetivo debe ser controlar la pandemia y tranquilizar a la población. Pero no. Cuando a Salvador Illa, ministro filósofo de Sanidad y principal ariete contra Ayuso, se le pide que argumente y explique qué comité científico le asesora para exigir determinadas medidas, nunca tiene una respuesta clara. Y ya sabemos, porque también sucedió hace unos meses, que los comités científicos del Gobierno no sólo son invisibles sino que no existen. Sin olvidar que este mismo Gobierno fue capaz de decir que las mascarillas no eran necesarias, y un mes más tarde cambiar de opinión y decir que eran obligatorias, y que si antes dijo que no lo eran fue porque no había mascarillas para todos. Portentoso.

Ante la sombra alargada de que el Gobierno de España intervenga Madrid -algunos incluso piden aplicar el 155-, se oye la voz de Ayuso de aceptar las recomendaciones contundentes de Illa, con la argucia de que siempre y cuando se apliquen a todo el territorio español y no sólo a Madrid. Sin embargo, otro filosofo político socialista, Angel Gabilondo, hombre de ponderadas reflexiones que escasean en estos tiempos locos, ha pedido que se fuerce al Ejecutivo autonómico a tomar medidas más restrictivas “pero respetando sus competencias”. Mientras tanto, el Coronavirus se frota las manos, y no precisamente con hidrogel, al ver como en España en esta segunda ola sigue el desconcierto como ya sucediera en los primeros meses de la pandemia. Continuamos sin un buen maquinista que sepa conducir el tren.

Por último, y tras ver a Sánchez tratar al Rey Felipe como si fuera un símbolo de trapo que se muestra y se esconde según convenga, y no como el Jefe de Estado que es, se comprende aún más que la estrategia de paz con Ayuso no podía durar. Demasiado acuerdo con la derecha, demasiada normalidad y demasiado buen rollo para un político acostumbrado a gobernar intimidando y soliviantando a sus rivales. El sanchismo se mueve mejor en un campo embarrado de conflictos, y en un ambiente depresivo e inmunodeprimido, sin la necesidad de alcanzar consensos. Los demás son sólo oportunos peldaños para su estrategia de conservar el poder. Para él es mejor que te teman porque te creen capaz de cualquier locura, a que te aprecien porque te esfuerzas en ser coherente. La debilidad de los otros, incluida la del Rey, es lo que Sánchez cree que le hace fuerte.

Mostrar comentarios