En mi molesta opinión 

Sánchez se refugia en el futuro para tapar la debilidad de su presente

Pedro Sánchez
Sánchez se refugia en el futuro para tapar la debilidad de su presente. 
Europa Press

Primero les canto la letra y luego les pongo la música: “A las 11.30 del próximo jueves 20 de mayo, en el Auditorio Reina Sofía de Madrid y bajo el título Fundamentos para una Estrategia Nacional de Largo Plazo, el presidente del Gobierno, junto al vicepresidente de Relaciones Institucionales y Prospectiva de la Comisión Europea, Maros Sefcovic, presentará el ejercicio en el que llevamos trabajando, con discreción, desde hace más de un año en España”. Esto que suena bastante a propaganda institucional nos lo ha contado hace dos días Iván Redondo, gran gurú de Moncloa, encaramándose con pompa y circunstancia a una extensa columna de El País.

Obsérvese bien que a la “discreción” de trabajar sin alharacas se le une el delicado detalle gráfico del título de este singular proyecto, en el cual los “Fundamentos” están apoyados en unas gratuitas mayúsculas que encabezan todas las palabras y chirrían a la vista; y todo con el simple objetivo de que el invento parezca más grande e importante a ojos del pobre ciudadano, al que se le supone corto de vista pero largo en tragaderas. Cualquier asesor te dirá que hasta el humo hay que venderlo en un joyero grande, ande o no ande, y eso es lo que hace este Gobierno guiado por su lazarillo Redondo.

La ambición y la vista de Sánchez no se conforman con proyectarse a 5 ó 10 años, nos quiere vender un producto a ¡30 años! vista. Sí, 30 años. Incapaz de ver venir el gravísimo problema humanitario que se ha montado en la playa del Tarajal en Ceuta, con más de 6.000 emigrantes marroquíes entrando sin muchos problemas y con pocos papeles; y eso que Marruecos llevaba semanas enviando señales de que algo serio iba a pasar en breve, y ahora quieren hacernos creer -Sánchez y sus visionarios- que saben qué hacer para convertir a España en el paraíso económico y social del futuro, en concreto del año 2050.

El informe lleva el memorable título de “España 2050”. Total, el papel lo aguanta todo, y puestos a poner pongamos un número “redondo”, tan redondo como el apellido de su inventor, Iván. Además, visto lo visto, la famosa “Agenda 2030”, esa que apoyó la ONU y que nos vendieron reiteradamente como la solución a nuestro complejo futuro, esa misma del pin multicolor en la solapa que lucían con orgullo Pablo Iglesias y Sánchez, al parecer, ya se ha quedado pequeña para los planes del Ejecutivo español, y hay que embarcarse en otra aventura mucho mayor, como mínimo que llegue hasta la mitad del siglo XXI.

Insistamos en lo obvio para que luego nadie tenga dudas: cualquier ser humano avispado para los recados puede llegar a la conclusión de que si Sánchez y Redondo no han sido capaces de prever el batacazo electoral de Madrid, ni los errores cometidos con Gabilondo y Díaz Ayuso, ni las graves consecuencias del fracaso de su moción de censura en Murcia, tampoco van a ser ahora capaces de predecir cómo será o debiera ser la España de 2050. ¡Vamos, hombre! Demasiado largo me lo fiáis, amigo Sánchez. Como bien dijo ayer “El gallo Latorre” en uno de sus picotazos en Onda Cero: “A este Gobierno, cuanto más se le nota su debilidad mayores son sus ambiciones”.

Parece que todo hay que pasarlo por la batidora de la propaganda y la fantasía institucional para que se lo trague el ciudadano. Sin duda es un error a todas luces. No sé si hemos entrado en un cambio de ciclo como asegura y, sobre todo, desea Pablo Casado; pero sí hemos entrado en una nueva etapa donde los trucos de imagen del Gobierno, esos que pretenden mejorar y exagerar la realidad, no parecen ya servir para lograr amarrar sus planes de mantenerse en el poder. Las encuestas del CIS no se las cree nadie, y las otras dan al PP como vencedor en unas elecciones que, evidentemente, no se van a celebrar hasta el otoño de 2022. Tampoco ya nadie se traga la mayoría de anuncios y promesas del Ejecutivo, que tiene un serio problema de credibilidad.

Equivocarse es de sabios, pero aún lo es más rectificar. Sin embargo, Pedro Sánchez no parece dispuesto a enmendar su actitud y sus planes, y menos reconocer sus posibles errores. Prefiere seguir echándose encima todo el incienso que pueda para convencernos de que son los otros los que no aciertan, principalmente los ciudadanos que votan en las urnas y no saben apreciar las innumerables maravillas del “sanchismo”. Por mucho que lleguen las vacunas y los vacunados, también arrecian los tiempos duros en el panorama económico. El maná monetario de Europa es el salvavidas con el que cuenta Sánchez, pero necesita adornarlo con proyectos futuristas que nadie alcanza a entender cuando la realidad es mucho más prosaica y cruda que las ensoñaciones presidenciales.

La imagen de Sánchez empieza a resultar demasiado ficticia e impostada. Su relativa naturalidad la ha ido perdiendo durante estos años en Moncloa. Ahora se empeña en lucir una grandilocuencia recalcitrante que nadie se cree y que le desconecta de los españoles: “La propia Comisión Europea espera que España lidere el crecimiento de la Unión Europea en los próximos dos años”. Lo dijo Sánchez el lunes pasado sin sonrojarse, y en el rostro de los presentes afloró la vergüenza ajena. No es lo mismo crecer dadas las buenas condiciones económicas que posees, que ser el que más crece -que está por ver- porque durante el último año y medio has sido el que más empleo y empresas has destruido en Europa.

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