OPINION

Ser de raza blanca y heterosexual puede ser un problema

Beatriz Gimeno, en una declaración ante los medios el pasado julio. /LUCA PIERGIOVANNI/ EFE
Beatriz Gimeno, en una declaración ante los medios el pasado julio. /LUCA PIERGIOVANNI/ EFE

Llevamos una semana de Gobierno de extrema izquierda y ya tenemos algunas claves para entender el estilo político y social que la primera coalición de poder va a intentar imponer a los españoles. Seguro que el futuro nos deparará nuevos ejemplos, incluso algunos positivos, pero este arranque -caracterizado por los peculiares nombramientos del nuevo Ejecutivo- lleva el sello inconfundible de PSOE/Podemos y de los nuevos tiempos absurdos que vivimos.

Irene Montero, que en seis años ha conseguido pasar de cajera de un supermercado a ministra de Igualdad (para que luego se cuestione su habilidad política y digan que España no es una tierra de oportunidades), nombró hace tres días a Alba González Sanz como directora de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial.

González Sanz, que ejercía de concejal en el Ayuntamiento de Gijón, es doctora en Género y Diversidad, y licenciada en Filología Hispánica. Pero tenía un problema para ocupar el cargo: era de raza blanca, es decir, no era negra. Y renunció, o le pidieron que renunciara, al puesto porque no era "estético" que una blanca se ocupara de los asuntos étnico-raciales. No importa su formación académica o su capacidad, o su honestidad política, sólo importa el color de su piel, "parecer físicamente" idónea para el puesto. ¿Hay algo más racista que esto? Lo dudo.

Quizá ya metidos en este dislate le podían haber ofrecido el cargo a Antonio Banderas, que según alguna prensa norteamericana es un actor de color. Pero había otro problema, que Banderas es hombre, y el ministerio de Igualdad -como su nombre indica- sólo "ficha" a mujeres. Casi siempre lo patético y lo ridículo se dan la mano. A González Sanz la sustituirá Rita Bosaho, también de Podemos, y por supuesto ella no es blanca.

Sigamos. La misma ministra de Igualdad, Irene Montero, qué casualidad, ha nombrado como nueva directora del Instituto de la Mujer a Beatriz Gimeno, presidenta de la FELGTB hasta 2007 y responsable del área de Igualdad de Podemos. Desde ese momento han empezado a salir en todos los medios algunas frases del ideario de Beatriz Gimeno que te dejan perplejo ante la gran capacidad de desvaríos que puede proferir una misma persona: "El ano es una de las principales zonas erógenas para hombres y mujeres. Especialmente para hombres. Para que se produzca un verdadero cambio cultural tienen que cambiar también las prácticas sexuales hegemónicas y hetero normativas y que sin ese cambio, que afecta a lo simbólico y a la construcción de las subjetividades, no se producirá un verdadero cambio social que iguale a hombres y mujeres".

Ya lo siento, pero la cosa no termina aquí. El surtido de disparates de la nueva directora del Instituto de la Mujer sigue: "La heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino que es una herramienta política y social con una función muy concreta que las feministas denunciaron hace décadas: subordinar las mujeres a los hombres"(…).

Otra de sus teorías refleja claramente cuáles son sus obsesiones: "No solo las feministas lesbianas deben tener una agenda sexual cuestionadora del heteropatriarcado, las feministas heterosexuales también deberían tener una agenda sexual radical". Las frases se comentan por sí solas, y aunque tiene bastantes más creo que por hoy es suficiente. El problema es que Beatriz Gimeno es una activista radical empeñada en decirnos cómo debemos comportarnos los españoles sexualmente. Nosotros y vosotras, pobres heterosexuales, somos incapaces de distinguir el bien del mal, sólo una lesbiana-feminista-radical conoce el camino de la verdad. Lo malo de los activistas es que no suelen ser políticos, y menos cuando quieren meterse en las camas de los ciudadanos para indicarles como deben ejercer su sexualidad para que sean progresistas.

Por último, y para dejar descansar a la ministra Montero de sus innumerables aciertos, veamos brevemente el nombramiento más polémico que ha hecho el presidente Sánchez, el de "su" Fiscal General, Dolores Delgado. Que el nombramiento es un error está claro porque todo el mundo coincide en ello, y cuando digo todo el mundo incluyo a la mayoría de los periodistas y analistas políticos comprensivos y tolerantes con el "sanchismo", que también han criticado con firmeza la decisión.

Dolores Delgado, exministra de Justicia de Sánchez que además ha ido en las listas electorales del PSOE, no era la mejor candidata para el puesto ni ha sido la mejor elección. El presidente del Gobierno sabía que el nombramiento iba a traer problemas pero le ha importado "un bledo", claro síntoma de soberbia y prepotencia institucional. Sus piruetas en la investidura y la formación de Gobierno ya eran bastante estrafalarias como para forzar la máquina. Pero ha querido dar un golpe de mano y dejar claro que quien manda por encima de todo y de todos es él: Pedro Sánchez. Que nadie me quite el placer de equivocarme.

Aunque el presidente no lo sepa, la soberbia es mala consejera. Tener a Dolores Delgado de Fiscal General hará que esté en el punto de mira de la opinión pública constantemente y dificultará que se obtengan objetivos más relevantes e importantes. La sombra de la sospecha no la abandonará cuando renueve los puestos claves de la fiscalía, o cuando dictamine sobre decisiones que afectan a Cataluña. Lola Delgado puede estar capacitada, no digo que no, pero por supuesto no es la persona idónea para el cargo.

Y sobre todo, ¿no había otra fiscal que pudiera hacer el mismo trabajo con la misma competencia profesional y "obediencia" política, pero que no fuera diputada socialista, ni acabara de ser ministra del mismo Gobierno, y no pesaran sobre ella unas grabaciones lamentables de una comida demasiado "amigable" con el ex comisario Villarejo, hoy encarcelado en prisión? La pregunta, obviamente, es retórica, porque la respuesta la sabe todo el mundo, incluso los que intentan justificar los desatinos de Pedro Sánchez.

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