OPINION

Soraya o Pablo: sólo uno puede quedar vivo

Fotografía facilitada por el Partido Popular de sus candidatos a la presidencia del partido, Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado (d). EFE/David Mudarra
Fotografía facilitada por el Partido Popular de sus candidatos a la presidencia del partido, Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado (d). EFE/David Mudarra

La COC, que no es una marca de camisetas último grito ni un restaurante de moda, sino la Comisión Organizadora del Congreso Extraordinario del PP, decidió pecar de optimismo patriótico (quién mejor que ellos) y cambiar la fecha de su Congreso por si acaso la selección nacional de fútbol se clasificaba para la gran final del domingo 15. España no jugará ese último y decisivo partido del Mundial, y a cambio el PP se ha tirado el doble de tiempo con la segunda vuelta de las primarias que con la elección de los seis candidatos. Una segunda vuelta que además de larga se está convirtiendo en amarga.

Circunstancias de unos plebiscitos internos fechados para el 20-21 de julio, que se le están atragantando al PP y que pueden acabar causándole una grave indigestión, o lo que es peor, una descomposición… del partido. Soraya o Pablo. Sáenz de Santamaría o Casado. Ese es el gran dilema, elegir correctamente al nuevo presidente del Partido Popular. No, no da lo mismo uno que otro. Aunque los dos visten la misma camiseta, juegan de manera muy distinta y los más de 3000 compromisarios que votaran el día 20 lo saben. Hoy, el centro derecha se debate entre recuperar las esencias ideológicas o recuperar el poder cuanto antes.

Siendo positivos, hay que reconocer que la primera vuelta de las primarias la ganaron los mejores candidatos. Los que representan con mayor precisión el ADN del PP: la ambición y la guarda de las esencias ideológicas. Ella, Soraya, lo ha basado todo en ese hambre de gobernar que tiene todo partido político. De poco sirven las brillantes ideas y los grandes proyectos si luego no puedes aplicarlos porque sigues en la oposición.

Ella, Soraya, sabe que tiene las de perder si no juega bien sus escasas buenas cartas: experiencia de Gobierno, con luces y sombras; ser mujer joven y tener la lista más votada en la primera vuelta. Darle caña a Sánchez y recuperar el Gobierno es la música de fondo de su campaña, que gusta mucho, pero que quizá no convenza tanto por algunas dudas razonables que flotan en el ambiente: ¿Por qué se perdió el Gobierno cuando mejor parecía que iban las cosas y con los Presupuestos recién aprobados? ¿Por qué nadie ha visto venir la hecatombe de la moción de censura?

Él, Pablo, sabe que tiene las de ganar si no juega mal sus cartas marcadas por las circunstancias electorales y personales: mucha juventud con algo de experiencia política, y capacidad para rearmar ideológicamente un partido que durante la era Rajoy se dedicó principalmente a la economía, abandonando todo atisbo de hacer política, o de meterse en asuntos profundos como la cultura. Otra de sus ventajas, la que quizá más molesta a sus adversarios políticos, es su ausencia de complejos ideológicos, y su desparpajo a la hora de hablar y no sentir la presunta superioridad moral que a veces enarbola la izquierda.

Todo hay que decirlo, con Rajoy el PP no sólo perdió más de tres millones de votos, sino la hegemonía del centro derecha. En marzo de 2000, según el CIS, los españoles que pensaban que el PP era un partido de extrema derecha era el 18,7%. En abril de 2018 lo pensaba el 41%. En política, o defines bien tu espacio, o lo harán los otros por ti. Ahora, además, ya tienen una seria competencia –C’s y Vox- que rivaliza en su misma órbita. Eso les obliga a ser más competitivos, a tener una imagen de marca más clara, y a definir mejor sus ideas y objetivos, quiénes son y qué quieren ser.

Tienen la necesidad de dejar de ser percibidos como un partido de extrema derecha, incapaz de negociar y hablar con los demás. Pero sobre todo, el nuevo líder de los populares deberá redefinir el centro político como un espacio que va más allá del equilibrio entre la izquierda y la derecha. A estas alturas del siglo XXI y en estos tiempos transversales de posmarianismo hay que centrarse y presentar un nuevo Partido Popular que conecte con la sociedad española.

La batalla final será apasionante, y sin un claro vencedor hasta la votación, aunque el más que probable apoyo de Cospedal puede decantar la balanza por Casado. Sin embargo, no hay que despreciar las armas y los “amigos” de Soraya. ¿Rearme ideológico o rearme femenino para asaltar la Moncloa? El PP no puede dividirse, sería el mejor regalo para sus rivales y su muerte. El PP no debe renunciar a las diferencias, debe ordenarlas y sumarlas para ofrecer un partido cohesionado y diverso. Esto está claro. El problema ahora, a una semana de la votación, es una lucha fratricida por el liderazgo del partido, que a su vez determinará la dirección que tomarán los populares en los próximos años. Los dos son buenos, los dos son ambiciosos, los dos tienen hambre de poder, pero como sucede en los duelos del viejo oeste, sólo uno puede quedar vivo.

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