En mi molesta opinión

Tenga cuidado con los estúpidos, ellos no saben que lo son

Miembros del Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos, junto a algunos de sus diputados, en el Congreso
Miembros del Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos, junto a algunos de sus diputados, en el Congreso
Agencia EFE | Mariscal

Iba yo caminando por la calle Fuencarral de Madrid, pensando en las muchas penas que nos afligen a los españoles, principalmente la de sufrir una mala clase política que no sólo no propicia mejoras sociales ni económicas, sino que además entorpece con sus necias decisiones cualquier desarrollo favorable para la sociedad civil. Mientras repasaba mentalmente las desastrosas cifras del paro, las cifras de enfermos y muertos por coronavirus, las cifras de negocios cerrados por quiebra, y me hundía en mi aflicción, pasé por delante de una librería. De repente oí una voz interior que me animaba a entrar sin pudor ni vergüenza en tan 'obsceno' lugar: Venga Roig, entra y cómprate un buen libro; verás como se te pasan las penas.

No creo que existan los libros ‘quitapenas', pero sí existen los libros que te reconcilian con la vida, que te hacen sonreír, que te divierten, que te mejoran las expectativas de tu existencia terrenal, incluido el colesterol, y te aplacan la mala leche o el desánimo que te provoca escuchar las últimas noticias del informativo de turno. Yo buscaba un libro así. Un elixir para los malos tiempos. El último libro-amigo que he tenido entre mis brazos y que me ha divertido de verdad es el de Ignacio Peyró 'Ya sentarás cabeza'. Unas memorias juveniles y periodísticas que no han decepcionado a nadie que yo conozca que lo haya leído, ni tampoco a la crítica. Mientras sigo buscando por ‘La Casa del Libro’ ese ‘Vellocino de oro’ en formato libro, me recuerdo que tengo que llamar a Peyró para preguntarle como se ve Europa desde el ‘continente’ británico, y por el lío de las vacunas. Seguro que él se pone la Oxford, la Moderna podría provocarle alguna que otra alergia.

Sigo indagando, ahora en la sección de novedades y en la de política y no veo nada apetecible que llevarme a los ojos. No digo yo que no haya buenos libros, pero quizá hay demasiados libros por metro cuadrado, y eso me provoca cierto desasosiego. Sigo con mi búsqueda peripatética cuando paso por delante del área de ‘ensayo y filosofía’. Miro sin ver, pero oigo un chistar intelectual a mis espaldas. Me doy la vuelta y allí no hay nadie, sólo libros. Muchos libros. De repente veo uno que sobresale. Me dirijo a él y lo arranco de la estantería. ¡Voilà! Te encontré. En mis manos descansaba, por fin, un libro que me ayudará a desentrañar en buena medida porque el mundo va tan mal, y España de manera tan especial: 'Las leyes fundamentales de la estupidez humana'.

Un clásico de Carlo M. Cipolla de obligada lectura o relectura para no olvidar cuán abundante es el número de estúpidos que nos rodean y cuán grande su poder. Cogí el libro, lo pagué y salí corriendo en busca de intimidad. Me metí en un buen rincón del Café Comercial, cerca de los ventanales por los que pasa y se exhibe el personal transeúnte. Pedí una cerveza y empecé a leer: “La primera Ley Fundamental de la estupidez humana afirma sin ambigüedad que: Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”. Como el mismo Cipolla advierte, cualquier estimación numérica sobre la cantidad de estúpidos que circulan, resultaría ser siempre una subestimación. Ya la Biblia avisaba del grave peligro de la cantidad, en concreto en el Eclesiastés se anuncia que “stultorum infinitus est numerus“, pero según el autor del libro esta es una exageración poética ya que el número de estúpidos no puede ser infinito ya que el número de personas vivas es finito.

En su tratado Cipolla distingue entre ‘Estupidez y poder’ y ‘El poder de la estupidez’. Por lo que se refiere a la primera cuestión, la pregunta que a menudo se plantean las personas razonables es: ¿Cómo es posible que las personas estúpidas alcancen posiciones de poder o de autoridad? Seguro que si analizamos cómo funciona el mundo de la política, que es como una casta, y vemos cómo se eligen los líderes y cómo se mantienen en el poder, descubriríamos los verdaderos motivos de la cada vez más intima relación entre estupidez y poderío. Sin olvidar una parte de la ‘Segunda Ley’, según la cual en toda democracia siempre hay una fracción X de personas que votan que son estúpidas. Las elecciones les brindan una magnifica ocasión de perjudicar a todos los demás, sin obtener ellos ningún beneficio a cambio de su acción, que es la consecuencia principal de todo estúpido. A su vez, estas personas contribuyen al mantenimiento del nivel de estúpidos entre las personas que están en el poder.

Detectar a los estúpidos es siempre una tarea imperiosa que nos ahorraría muchos disgustos, aunque no sea fácil lograrlo. El autor, Cipolla, toda una eminencia entre los historiadores del siglo XX, falleció en 2000, tras muchos años de ejercer como catedrático de Historia económica en Pavía y Berkeley; recuerda que “la persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es un malvado; incluso el incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario que todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora”. Así las cosas, hay que andarse con mucho tino a la hora de dar nuestro apoyo o nuestro voto a determinados personajes, que aunque ellos lo ignoren, no cabe duda de que practican con mucho empeño la estulticia.

Para terminar, destacar tres aspectos. Uno, se ha detectado entre los individuos que están en el poder en España una alarmante proliferación de malvados que además poseen un elevado porcentaje de estupidez; y por otra parte, se detecta entre los que no están en la gobernanza -los ciudadanos, conocidos también como ’paganos’ o ‘paganinis’- un igualmente alarmante crecimiento del número de incautos. Segundo aspecto; si no ha leído aún este breve pero delicioso libro de Cipolla, debe hacerlo para que su salud mental no se lo recrimine algún día. Si ya lo ha leído pero lo ha olvidado, como se olvidan las citas de amor con el paso del tiempo, dese otra oportunidad y reviva en su mente el esplendor de la fina ironía. Tercero y último; sé que muchos me echaran en cara no dar los nombres propios de los numerosos estúpidos que pasean por España. Pero no puedo hacerlo. La lista es muy larga y no cabrían todos en este breve artículo. Además, los estúpidos no mencionados tampoco me perdonarían que no les citara.  

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