En mi molesta opinión

El año que triunfó el coronavirus y el "capitalismo de vigilancia"

Gigantes tecnológicos
El año que triunfó el coronavirus y el "capitalismo de vigilancia"

Qué decir de este 2020 que todos desean que termine y se vaya al baúl de los recuerdos con viento fresco. Qué no decir de este año tan sufrido que quedará en el recuerdo como aquel año que vivimos peligrosamente. Nadie nos devolverá el tiempo no vivido ni el confinamiento padecido en estos 365 días que ahora terminan; ni tampoco regresarán los amigos o familiares fallecidos en unas circunstancias que son difíciles de asimilar. No me quiero poner profundo, pero la vida va de esto, de saber enfrentar los años difíciles con, al menos, la misma dignidad que los años menos difíciles. No hablo de años fáciles porque estos no existen después de superar la edad de la inocencia, los cinco años.

El empeño de la ciencia por curarnos a todos, sin olvidar su empeño por hacer un buen negocio, y el temor de los gobiernos a que la pandemia acabe devorando nuestro estilo de vida occidental y capitalista, ha hecho que la vacuna empiece a administrarse antes de finalizar el año. Es una bandera de esperanza en forma de jeringuilla que ondea sobre nuestras cabezas y nos hace tener cierta confianza en el futuro y no agobiarnos más de la cuenta. Es una manera de indicar que "el sufrimiento, el sudor y las lágrimas" han terminado. Un deseo bien intencionado pero no del todo cierto.

La vida tras la vacuna está todavía por descodificar. El hidroalcohol y las mascarillas seguirán acompañándonos en nuestra vida cotidiana durante meses, o quizá años, y no sabemos aún que planes tiene la Covid-19 para este nuevo año, por mucha vacuna que se cruce en su camino. El hecho de que mute con tanta facilidad, que surjan nuevas cepas como si fueran nuevos modelos de smartphone hace que uno siga albergando cierto escepticismo sanitario y de normalidad hacia el año 2021.

Dicho esto, y aunque el futuro que nos aguarda sea mejor que el que podamos imaginar, los problemas post-Covid seguirán allí, como el dinosaurio de Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Pues eso, allí seguirán, cuando la Covid-19 decida dar un paso atrás, los otros problemas de este complejo planeta: los enfrentamientos entre China y EEUU por el control del orden mundial; la crisis económica que se agudiza con la pandemia; las consecuencias de la contaminación mundial; la pobreza y la desigualdad entre países… desde el punto de vista nacional, tras las resaca del 31, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias también seguirán allí, intentando convencernos de que ellos son buenos y nunca mienten, incluso cuando nos mienten.

Pero de los problemas que van más allá del coronavirus, hay uno que me tiene anonadado. Se trata del que algunos ya han bautizado como "capitalismo de vigilancia", y que según los expertos el 2020 ha sido su año de gracia y de gran crecimiento. El capitalismo digital o de los datos, también llamado así, se basa en la explotación de la información que cedemos a las grandes empresas tecnológicas, y que a su vez ha hecho surgir un nuevo modelo económico que tiene una gran influencia en nuestras vidas.

Detrás de este nuevo modelo económico están las cinco fantásticas, las grandes compañías tecnológicas, también conocidas con la sigla: GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft). Según la comisión anti-trust de la Cámara de Representantes de EEUU, todas ellas abusan de su posición dominante en el mercado y, por ello, pide que se refuerce la legislación antimonopolio y se reestructuren estas empresas en pro de la competencia.

Lo peor, es que estas potentes empresas son las que también tienen una presencia más constante en nuestra vida cotidiana, y gozan de una consideración social que ninguna otra empresa o institución pública o privada alcanza. De ahí, como publicó hace unos días Diego Crescente en La Informacion, este privilegiado sector tecnológico se haya visto beneficiado por la pandemia del coronavirus. Las acciones de estas grande empresas -GAFAM- no han hecho más que incrementar su valor en Bolsa durante todos estos meses de 2020, mientras las demás empresas las pasaban canutas, salvo las farmacéuticas. La explicación que da Crescente de esta subida es que el valor de lo intangible tecnológico aumenta en la misma proporción que se reduce la valía industrial.

De todos modos, y como escribe Shoshana Zuboff, socióloga de Harvard, en su libro 'La era del capitalismo de la vigilancia', el problema principal que plantean las Big-Tech no está en sus presuntas malas practicas, por muy graves que estas puedan ser, sino en el modelo de capitalismo que están creando, y que en pocos años se ha hecho hegemónico. Zuboff aplica el término ‘capitalismo de vigilancia’ a la forma de organización económica que explota no la plusvalía generada por el trabajo, sino la obtenida de recopilar las experiencias de las personas. Este nuevo capitalismo se sostiene sobre dos imperativos: extraer datos y predecir el comportamiento. La principal diferencia entre uno y otro capitalismo reside en el fin: servir al consumidor o aprovecharse de él, así como por los métodos: recabar datos con permiso y con límites en el acceso, o recabarlos sin limite y sin restricción de acceso.

Una vez puesta en marcha la vacunación mundial contra el coronavirus, habrá que volver a poner la vista sobre los problemas que durante este 2020 hemos dejado bastante de lado, y que según los datos -y sus valores en Bolsa- no han remitido sino más bien lo contrario. Entre ellos destaca este llamado "capitalismo de vigilancia" que está cambiando -sin que reaccionemos- nuestro modo de vida, amenazando nuestra autonomía individual y hasta el orden democrático. Desde hace algún tiempo, el futuro ya no es una cosa neutra que facilita el desarrollo personal de los individuos, el ‘nuevo’ futuro ya está aquí y ha venido con su tecnología digital para apropiarse del ser humano. Y lo peor es que estamos vigilados y controlados las 24 horas del día, pero creemos que todo se hace por nuestro bien. Qué ingenuos somos.

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