En mi molesta opinión

¿Y si en vez de subir tanto los impuestos reducimos el gasto público?

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, tras la sesión de investidura
¿Y si en vez de subir tanto los impuestos reducimos el gasto público?
EFE

Como decía Ortega y Gasset, "no sabemos lo que nos pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa". La frase -brillante e inteligente- me la recordó hace unos días un buen amigo filósofo, y se puede aplicar perfectamente a la situación social y política que vive hoy España, en la que todos van de un lado para otro hablando y opinando, es decir, dando palos de ciego, pero nadie tiene claro hacia dónde vamos realmente. Es el conocido síndrome de Cristobal Colón, que como le dijo el exministro Margallo a Pablo Iglesias en una Comisión parlamentaria, define muy bien al socialismo radical: "No saben a dónde van y cuando llegan a ese lugar no saben dónde están. Y todo ello siempre sufragado con el dinero de los demás".

Quizá en la única área en la que se sabe un poco más qué es lo que nos pasa sea la económica. Sin embargo, no es para alegrarse mucho, tenemos encima una crisis brutal y todos los indicadores -nacionales e internacionales- señalan a España como el país más perjudicado: el FMI prevé una caída del 12,8 % del PIB español, la mayor de Europa. Además del inconveniente de tener que soportar estos pésimos indicadores, tenemos otro factor coyuntural: los gobiernos casi nunca actúan como debieran, de manera inteligente y a favor del bien común; siempre lo hacen de un modo propagandístico, buscando sacar votos más que sacar al país del atolladero o la miseria.

Por ejemplo, nos invade una nueva crisis económica, esta vez provocada por los efectos colaterales del coronavirus, y el plan para salir de ella lo menos dañados posible vuelve a ser el mismo, el que ya se practicó durante los años de recesión: freírnos a impuestos y que nos apretemos el cinturón. Mientras tanto, ellos, el Gobierno, como ya hicieron en la anterior crisis, hacen lo contrario: se sueltan el refajo e incrementan el gasto. ¿Tan difícil es, en lugar de subir los impuestos a las clases medias, que son las que sostienen el consumo y el tejido productivo de un país, reducir de manera seria y firme el excesivo gasto público?

Aunque hoy sea imposible hablar de un equilibrio real en las cuentas publicas, sí se debiera poder aspirar a cierta prudencia presupuestaria para tender a un equilibrio entre ingresos y gastos. No, no se trata de un "austericidio", sino de un raciocinio en el dispendio. Nos enfrentamos a una crisis económica que afectará a nuestra deuda, aunque algunos ingenuos crean que somos muy guapos y la UE nos regalará la pasta por nuestra cara bonita. Los grandes ingresos del Estado no compensan sus cada vez mayores gastos y se hacen imprescindibles algunos recortes, palabra tabú que se sustituye por el eufemismo "reformas", que siempre suena mejor y parece menos dañino. Bien es cierto que salvo los pilares del Estado de bienestar podrían reformarse -optimizar el gasto- muchas áreas que llevan lustros sin ser sometidas a un verdadero control presupuestario y ahorrar así recursos a las arcas del Estado.

Hace justo un año, en Julio del 2019, el ahora ministro y en aquel entonces presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), José Luis Escrivá, hizo unas declaraciones que impactaron bastante a la opinión pública, y sobre todo dentro de la Administración: "En España hay una gran carencia de evaluación del gasto público". Para Escrivá existía, y existe, imagino que seguirá pensando lo mismo aunque ahora sea ministro de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones del Gobierno de Sánchez, un "extraordinario margen de mejora" en la gestión del gasto. Y añadía que ese gasto del Estado, que supone el 40% del PIB, se invierte mal, sin el suficiente diseño ni planificación. O sea, la mayoría de políticas públicas no definen de forma clara los objetivos que se proponen conseguir. Y sobre todo no hay una transparencia real ni se lleva a cabo la necesaria rendición de las cuentas. Es de desear que el ministro Escrivá no haya variado de opinión y ahora que es pieza clave del Ejecutivo haga todo lo posible para que se aplique esa mejora en la gestión del gasto, sobre todo desde el punto de vista de la reducción.

Ayer viernes, los empresarios -con cara de circunstancias- firmaron con el Gobierno y Sindicatos el "Pacto para la reactivación económica y por el empleo". Pero tanto Antonio Garamendi, de CEOE, como Gerardo Cuerva, de CEPYME, avisaron a Pedro Sánchez de que era un grave "error" la subida de impuestos a las grandes empresas que prepara el Gobierno. Una subida que repercutirá también en las pequeñas empresas, y que dificulta el principal objetivo de la creación de empleo. Además de esta subida a las empresas, el propio Sánchez reconoció que se preparan otras que afectan a toda la sociedad: IVA, impuesto de sucesiones, IRPF, carburantes, etcétera.

Si el negro futuro económico que se avecina exige que los ciudadanos se aprieten el cinturón, también deberíamos reclamar que el Estado se apriete sus tirantes. Es difícil, por no decir imposible, reactivar la economía a través del consumo subiendo los impuestos, como por ejemplo el IVA, que afecta directamente a ese mismo consumo, y en consecuencia a la productividad. La fórmula inversa, la de disminuir o no subir los impuestos, beneficia a la hora de incentivar la inversión extranjera y el consumo. Pero tras las palabras de Sánchez y los acuerdos del Gobierno de coalición con Unidas Podemos, me temo que será imposible evitar que nos metan aún más la mano en el bolsillo, ahora incluso nos meterán las dos manos…

La situación que ha provocado el coronavirus es dura y dramática, pero lo es para todos, y la solución para reducir las desigualdades no debe pasar por empobrecer a la clase media. No se trata de igualar por abajo, sino de hacer crecer el peculio de las personas más desfavorecidas, no sólo con ayudas directas del Estado, sino también facilitando la creación de nuevos empleos, y evitando la destrucción de los otros. Ya he dicho que la situación económica es y será en los próximos meses terrible, pero también es una oportunidad para comprobar cómo logra este Gobierno socialista-comunista, no sólo ayudar a los más desfavorecidos, sino favorecer el empleo y evitar que crezca el paro, una de las asignaturas que siempre tiene pendientes de aprobar el PSOE.

Mostrar comentarios