OPINION

Un oso finlandés, mi abuela La Chita y tres colores para la pista de Xanadú

Relajación
Relajación

Empapado Así es como me deja este verano eterno. Será por el trabajo, la tensión, los 36 grados que están cayendo o la ducha que me acabo de dar. Hace días que no duermo seis horas seguidas. El asfalto recalentado de la ciudad, la bofetada de calor al salir de la oficina y los episodios de asma que arrastro desde niño chocan con el ambiente de risas y fiesta que emanan las terrazas, los parques acuáticos y los conciertos de la Villa.

De ahí que en esta ocasión me dijera: al verano que le den. El bono “esquía sin límites” de Madrid SnowZone me despejará la mente y me acompañará en la huida del consumo cervecero constante y del ruido permanente de los aparatos de aire acondicionado.

¡Brillante decisión!, corroboraron al mismo tiempo Blázquez –Marketing- y Charly A. – responsable de Almacén-. Ambos fanáticos del deporte blanco. Uno en la modalidad clásica –Baqueira forever- y otro en la más hip-hop –snowboard con toque rasta-. -En tu situación es la mejor opción, concluyó Marina Garromossa, segunda de a bordo de Fusiones y Adquisiciones. Me vuelve a la cabeza “mejor opción” y “en tu situación” justo en el momento en el que mi maestro shiatsu –sí, sí , ya voy por mi octava sesión- presiona el músculo piriforme situado en el cuadrante superior derecho de mi glúteo izquierdo… -Es un punto Triggler- me susurra el profesor de INEF, monitor de esquí y cinturón marrón de thai boxing que me manosea regularmente. Triggler. Me suena a una marca de relojes de lujo. He de poner en hora mis conocimientos puntuales. El punto G me queda ahora mismo más lejos que cualquiera de los cuatro cardinales. El Punto –famosa cervecería del centro de la ciudad- cerró hace ya tiempo y el punto de Cruz es el más cabreaba a Bardem cuando le da a Penélope –-... puntos suspensivos.

Rescataré aquellos esquís que me compré cuando estudiaba en la facultad y que permanecen colgados en forma de equis en el desván de la casa de mis padres. Esquís en equis. Lógico, soy ingeniero. Unas tablas terminadas en afilada punta con unas ataduras de nylon. –Ya sabes que ahora todos los esquís son carving para contrarrestar el peso en los giros- Shiatsu master dixit. Es como la moda de los zapatos. Del chúpate la punta del 2013 a los mocasines chatos de 2018. –Así que carving, repito para confirmar.

Además has de procurarte unas gafas ligeras, irrompibles, antivaho y antiniebla, me recomienda García Raposo –director de innovación y que no perdona mi técnica de sugerencia/rechazo a sus planes anuales-. Aunque jamás se ha sentado en un telesilla es asiduo lector de webs de motor, de ahí su lenguaje más cercano a recambios Valeo que a cualquiera de los 600 kilómetros de pistas de Val Thorens.

Subo al altillo del armario empotrado de la cocina de mi domicilio infantil. Los viajes a la nieve siempre empezaban visitando un altillo. Recupero un anorak Karhu –oso en finlandés- para hacer el ganso en castellano. Veo unos guantes de la víbora de mi ex y recuerdo –al momento- a la comadreja de su abogado. Los documentales de animales me tienen tan abducido como escaldado mi ex y su letrado.

Descubro unos pantalones impermeables de color indefinido. El paso del tiempo ha afectado al tejido o a la percepción cromática de mi retina. O a ambos a la vez. Unos pantalones que utilizaba al conducir mi Vespa los días de lluvia. ¡Caramba! que cintura tenía entonces. La goma elástica, picada como el tabaco de mi abuelo, estaba tan ajada como la piel de mi abuela antes de su muerte por cirrosis crónica. La Chita, la llamaban en el pueblo por su afición desmesurada por el anís El Mono. Los tres -goma, abuelo y abuela- compartían ahora similar altura de armario y nicho.

Sigo indagando entre bolsas de plástico de comercios ya desaparecidos. El rojo de Galerías Preciados y el amarillo de Simago me traen a la memoria las balizas de cualquier estación de esquí al tiempo que tarareo la canción de los Payasos de la Tele que tenía como estribillo rojo, amarillo y… ¡verde! Me topo con un gorro de lana que ni siquiera el pastor del corderito de Norit en persona sería capaz de devolver su textura original. En su frontal todavía bordado, 7 Picos. ¿Qué pensaría hoy la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción si los chavales esquiasen con un casco en el que se pudiera leer 7 chutes o 7 tiros?, hablaré con Relaciones Institucionales para ver cómo podría afectar un hecho así a nuestra Responsabilidad Social Corporativa.

Siento que el suelo de la cocina gira 45 grados. Muy agudo, tanto el ángulo como mi percepción. La escalera se tambalea y obtengo una visión de la parte inferior del lavavajillas que nunca antes había conseguido. Con la mejilla derecha pegada a una pieza 33x33 de Porcelanosa y la rodilla izquierda con un huevo tipo Ferrero Roché, mi último pensamiento antes del desvanecimiento posterior no podía ser para otra persona que no fuera ella.

Noche blanca de sábana de hospital. Mañana verde de pijama de trauma. Fin de semana azul de fondo de piscina de urbanización. ¿De qué color será la pista de nieve de Xanadú?

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