Opinión

Más allá de las turbulencias financieras

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Más allá de las turbulencias financieras.
Europa Press

Venimos asistiendo en las últimas semanas a un nuevo episodio de turbulencias financieras. El detonante ha vuelto a ser la liquidación por parte de los reguladores estadounidenses de dos entidades bancarias, con una clara sensación de déjà vu respecto de lo acontecido a comienzos de la crisis financiera internacional. Su impacto se ha extendido a Europa a través de la incapacidad para acceder a financiación que ha mostrado la que había sido hasta ahora la segunda entidad bancaria suiza. En este contexto han surgido con rapidez relevantes interrogantes respecto a si se trata de un problema concentrado en estos bancos o si la rapidez con la que los bancos centrales están restringiendo la política monetaria afectará a más entidades. Y sobre si podemos estar de nuevo ante un problema de solvencia generalizado en el sector bancario que pudiera, otra vez, generar una restricción importante en el acceso a la liquidez, del sistema bancario y del conjunto de agentes económicos.

La reacción está siendo rápida y coordinada por parte de las autoridades monetarias y, por ahora, se han mostrado capaces de controlar este episodio. No obstante, la reciente pérdida de confianza respecto de actores relevantes del sistema bancario supone en el mejor de los casos una fuente muy relevante de volatilidad en los mercados financieros.

De forma que estos acontecimientos añaden más incertidumbre a la ya compleja situación económica global. Los renovados temores a una crisis financiera se suman así a los importantes desafíos a los que se enfrenta la economía global derivados de las recientes crisis y del relevante impacto de las grandes transformaciones que está experimentando, entre las que destacan los cambios geopolíticos, el cambio climático, los avances en digitalización y el envejecimiento de la población.

Por su parte, la economía europea se ha estancado desde el estallido de la guerra en Ucrania el año pasado, pero ha resistido mejor de lo previsto. Ahora, dado el aumento de los costes de financiación y la desaceleración del crecimiento, el debate sobre la sostenibilidad de la deuda vuelve con fuerza. En la eurozona este debate llevará la atención a la necesidad de completar la arquitectura del euro y al estado de las finanzas de los países.

España ha quedado a la cola de la recuperación europea, si bien cerró el año 2022 con robusto crecimiento económico, no le ha permitido recuperar aún sus niveles previos a la crisis del Covid-19. Ya en 2023, la economía española se ha acelerado durante el primer trimestre, como ponen de manifiesto los datos de actividad, consumo y empleo, y los resultados de nuestro indicador adelantado del ciclo económico. Además, a diferencia de 2008, la economía española está bien financiada, como refleja el superávit que mantiene en la balanza de pagos.

En este contexto, nuestro escenario central para la economía española apunta a una clara desaceleración en 2023 -por la menor contribución del consumo de los hogares y también de la demanda externa-, pero sin caer en una recesión. En Equipo Económico (Ee) prevemos un crecimiento del PIB del 2,1% y 2,3% respectivamente en 2023 y 2024. Pese al progresivo papel positivo de los fondos NGEU en el impulso de la inversión, la economía española se seguiría situando solo ligeramente por encima de su nivel de crecimiento potencial.

Las presiones inflacionistas continuarán elevadas en 2023 y 2024, pero con menor intensidad que en 2022, gracias a la suavización de los shocks de oferta y energético. El coste de los inputs seguirá siendo elevado. Prevemos un crecimiento medio anual del IPC del 4,4% en 2023, con bajadas intensas durante los meses de primavera y verano por contraste con los altos índices de precios registrados en los mismos meses de 2022.

Así entre los principales desequilibrios que exhibe la economía española destacan: primero, las citadas fuertes presiones inflacionistas; segundo, que se trata de una recuperación muy desigual por sectores, con la industria y la construcción muy por debajo aún de sus niveles precrisis; tercero, registra la mayor tasa de paro de la UE; y, cuarto, la acumulación de catorce años consecutivos de déficits primarios y fuerte incremento de la deuda pública, que hace que España vuelve a situarse entre aquellos países de la eurozona con un menor margen fiscal para hacer frente a futuros shocks negativos.

Por tanto, como claro ejemplo de la necesaria predictibilidad en el ámbito de la política económica para hacer frente a los citados desequilibrios, en el contexto actual se ha de ejecutar sin dilación un plan creíble de consolidación fiscal a medio-largo plazo, que garantice una senda factible de reducción de la deuda pública. Sin embargo, en sentido claramente opuesto y sólo entendible en clave electoral, la reforma de las pensiones aprobada se muestra claramente insuficiente para garantizar la sostenibilidad del sistema público.

Para la materialización de este escenario de moderado crecimiento, resulta necesario enfatizar que la empresa es siempre la gran protagonista del crecimiento económico, con importantes efectos positivos en el bienestar del conjunto de la sociedad, y así es necesario que sea reconocido públicamente. De forma que las medidas de política económica vayan orientadas consistentemente a generar un entorno competitivo y favorable para su desarrollo y evolución, en lugar de suponer trabas administrativas y costes adicionales. Además, lejos de funcionar en términos económicos el comportarse como una isla cerrada, la economía española ha obtenido siempre sus mejores registros incrementando su apertura al exterior.

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