OPINION

El nuevo mercado eléctrico

Energía renovable
Energía renovable
EUROPA PRESS/JCCM - Archivo

El Parlamento Europeo acaba de aprobar en el Pleno tanto la nueva Directiva de Mercado como su Reglamento. Varios centenares de páginas entre las dos normas que sugieren muy próximos vuelcos a los sistemas clásicos de comercialización y participación en el mercado eléctrico.

Se anuncian a bombo y platillo sustanciales mejoras para los consumidores, accediendo a tarifas más ágiles, a cambios de compañía sin coste e inmediatos; al abandono del carbón, sustituido de forma masiva por fuentes renovables; a una mayor facilidad en el intercambio de energía de los autoconsumidores (esos defenestrados en España durante un lustro); a mayores controles a las ayudas encubiertas por pagos por capacidad y disponibilidad; a un mayor peso específico del conjunto de los reguladores de mercado (en España la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia)…

Pero si tuviese que identificar dos cosas realmente interesantes de la nueva normativa me gustaría centrarme en dos: una por su concepto y otra por su espíritu.

La primera es la introducción en el ámbito legislativo europeo de las nuevas comunidades de generación, de forma incipiente, con un concepto hermoso: la obligatoria necesidad de generar espacios dentro del ámbito de la energía de los ciudadanos “del común”. El regulador por fin toma partido para que el sector de la energía no sea fagocitado de forma absoluta por grupos de poder que una vez que se magnifican se convierten en entes incontrolables. Y más en los tiempos que corren, cuando todo se ha revenido en un activo financiero, cuyo valor implícito no se contempla como generador de valor fungible sino como mero valor especulativo, alejadísimo del interés colectivo.

Por eso, habilitarle al ciudadano mecanismos de discriminación positiva para su introducción en un mercado que de otra manera no sería capaz de alcanzar será realmente un círculo virtuoso de interacciones. Lo vemos en el ejemplo del autoconsumo, pero también en multitud de cooperativas de generación repartidas por Europa, pequeñas comunidades municipales o provinciales, agrupaciones de ganaderos o agricultores… que participarán en el sector de la energía, pero no por el bono o la plusvalía que obtengan al vender el activo dentro de doce meses sino generando riqueza en sus localidades en el largo plazo.

La segunda es la exigencia que la Directiva hace a los Estados miembros de recomendar que las empresas eléctricas y otros participantes en el mercado optimicen el uso de la electricidad desarrollando fórmulas innovadoras de precios e introduciendo sistemas de medición inteligentes e interoperables. La “comercialización 2.0” asoma la patita. Decía el Consejero Delegado de una gran compañía española hace tan solo unas semanas que tenía miedo de que Amazon entrase en el sector de la energía. Tenía razón para atormentarse por ello.

Pronto empezaremos a descubrir muchos nuevos métodos de intercambio de energía a nuestro alrededor y me gustaría pensar que nuestro legislador sí va a tener cintura suficiente esta vez para ponernos a la cabeza de esta tendencia colocando a las personas en el centro de sus decisiones, como auténticos protagonistas del cambio.

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