Econopatías 

Desigualdades lesivas e injustas y otras que no lo son

Billetes de euro.
Billetes de euro.
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Vivimos tiempos en los que la preocupación por las desigualdades económicas ocupa un lugar prioritario en debates políticos y académicos. El análisis de sus causas y sus consecuencias recibe ahora mucha más atención. Incluso organismos internacionales habitualmente tildados de ortodoxos y conservadores, tales como el FMI y la OCDE, emiten regularmente informes sobre la evolución de las diferencias de renta, consumo y riqueza entre países y entre individuos y grupos de población de un mismo país y recomiendan reducirlas. Con la crisis de la Covid-19, que las ha aumentado notablemente en todas sus dimensiones, la lucha contra las desigualdades seguirá ocupando un lugar prioritario en las agendas políticas de Gobiernos y organismos internacionales.

Tradicionalmente se consideraba que las desigualdades son necesarias para el crecimiento económico porque sin los incentivos adecuados que remuneren el talento y promuevan el esfuerzo y la asunción de riesgos, no se producirían las actividades necesarias que impulsan dicho crecimiento. Sin embargo, ahora la corriente de opinión dominante sostiene lo contrario: son los países más igualitarios los que más crecen. El objetivo es el crecimiento inclusivo. Garantizar que todos los ciudadanos puedan obtener rendimientos laborales suficientes por su trabajo y mejorar la cohesión social hacen que el sistema productivo sea más eficiente.

Sin embargo, identificar cómo las desigualdades económicas afectan al crecimiento económico es una tarea difícil. No basta con las habituales comparaciones internacionales porque, en primer lugar, las hay que permiten concluir que contribuyen al crecimiento y también las hay para defender la posición contraria. En segundo lugar, esas comparaciones no tienen en cuenta que los países utilizan políticas sociales en distinto grado y con eficacia diferente por lo que no todos ellos están explotando adecuadamente la relación de intercambio entre desigualdad y crecimiento. En otras palabras, no hay que señalar muy lejos para identificar políticas mal diseñadas y peor implementadas que, al mismo tiempo, aumentan la desigualdad y reducen el crecimiento económico. Algunos estudios apuntan a que, cuando se tienen en cuenta estas diferencias internacionales en la eficacia de las políticas sociales, la relación de intercambio entre desigualdad y crecimiento, al menos a los niveles de renta y de desigualdad de los países más avanzados, es ligeramente positiva. En definitiva, reducciones de la desigualdad producirían una disminución (pequeña) en el crecimiento económico. No obstante, el signo de esa relación podría ser diferente en el tiempo y en el espacio y, sobre todo, depender de las causas del aumento de las desigualdades.

Y es que, cuando se habla de desigualdades económicas, conviene precisar de qué estamos hablando. En primer lugar, hay que distinguir entre desigualdad ex-ante, debida a las diferencias de habilidades y capacitaciones profesionales con los que estamos dotados y de oportunidades para mejorar dichos recursos, y desigualdad ex-post, que resulta de las diferencias de rendimientos que recibimos por dichos recursos.

Y entre estas últimas, hay que distinguir las que se producen como consecuencia de un esfuerzo que debe ser remunerado de las que se derivan simplemente de la suerte. Es decir, no todas las desigualdades económicas son necesariamente injustas o ineficientes. Si partiéramos con igualdad de oportunidades y la suerte no jugara un papel determinante de los resultados económicos, sería conveniente y justo que los individuos con mayor talento y que ejercen mayor esfuerzo fueran remunerados en mayor medida. Por el contrario, desigualdades ineficientes e injustas son inaceptables en sociedades modernas, generan inestabilidad política y acaban afectando negativamente al crecimiento económico.

Por tanto, no se trata de reducir desigualdades indiscriminadamente sin discernir por qué se producen y cuándo son lesivas e injustas y cuándo son necesarias. También sobre esto hay estudios que indican que, en el caso de los países europeos, hay de ambos tipos, desigualdades “justas” e “injustas”. Si bien hay camino por recorrer para alcanzar la igualdad de oportunidades y reducir la pobreza causada por las desigualdades, también hay que mantener los incentivos adecuados que remuneren el talento y el esfuerzo. Instituciones democráticas, mercados de trabajo funcionales, medios de comunicación independientes, intolerancia con la corrupción, un sistema tributario eficiente y justo y acceso universal a educación y sanidad de calidad son condiciones necesarias, aunque no suficientes, para eliminar las desigualdades malas sin comprometer las buenas.

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