Econopatías 

El mundo post Covid-19: coincidencias desafortunadas

Terraza en la plaza de España de mérida
AYUNTAMIENTO DE MÉRIDA
31/5/2021
El mundo post Covid-19: Coincidencias desafortunadas. 
AYUNTAMIENTO DE MÉRIDA

El futuro ya no es lo que era. Y es probable que la pandemia causada por la Covid-19 lo haya cambiado aun más. Hay, al menos, tres razones para ello. Una es que las medidas adoptadas para combatirla, tales como el confinamiento, el distanciamiento social y el teletrabajo, pueden acabar provocando cambios permanentes en las pautas de consumo de los hogares y en las formas de producción de las empresas. Otra es que las pérdidas de empleo causadas por una recesión tan intensa pueden no se reversibles, por razones varias asociadas a lo que en la jerga económica se conoce como histéreris y que tienen que ver con la salida del mercado de trabajo de personas que ni pueden volver a un puesto de trabajo similar al que tenían ni desarrollar capacidades profesionales para ocupar otras. La tercera es que la pandemia se superpone a cambios estructurales que ya se estaban produciendo.

Que algunos de los cambios de pautas de consumo y de organización del trabajo observados durante los pasados quince meses vayan a ser permanentes todavía está por ver y, por ahora, solo caben especulaciones. Por otra parte, no hay muchas razones para pensar que la histéresis sea en esta ocasión mucho más grave de lo que lo fue en recesiones pasadas, salvo por el hecho de que ahora el número de trabajadores afectados por pérdidas o suspensiones de empleo ha sido muy superior. Son las coincidencias desafortunadas entre la pandemia y otros fenómenos en curso las que pueden provocar efectos muy duraderos de la crisis que hagan que la recuperación sea cuantitativa y cualitativamente muy distinta a lo que se presume.

La primera coincidencia desafortunada es que la pandemia haya llegado después de otra crisis económica muy profunda, la Gran Recesión de 2008-2014, que produjo una transformación sectorial importante tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. En el caso de España, del primer trimestre de 2008 al de 2020 se perdieron un millón cuatrocientos mil empleos en el sector de la construcción, que en su mayor parte fueron sustituidos por empleos en el sector servicios, mayoritariamente en aquellos que ahora se han visto más negativamente afectados por las medidas necesarias para contener la Covid-19 (turismo, hostelería, restauración, actividades culturales y recreativas).

La segunda coincidencia desafortunada también tiene que ver con la Gran Recesión. El gran aumento de la deuda pública y los tipos de interés tan bajos (incluso negativos en algunos países) que heredamos de las políticas macroeconómicas con las que se le combatió, ha hecho que ahora el margen del que disponen dichas políticas para aminorar las consecuencias económicas de la pandemia sea muy reducido. Ciertamente, organismos económicos internacionales han ayudado más y mejor que en la crisis anterior pero aun así la eficacia de las políticas macro a la hora de estabilizar la economía tras una perturbación como la de la pandemia es limitada. Algo similar ocurre con la viabilidad políticas de las reformas estructurales. Con la fragmentación política causada por los populismos, en parte, también una consecuencia de la Gran Recesión, llevar a cabo las reformas necesarias se vislumbra muy complicado, incluso con los incentivos que el Plan de la Comisión Europea Next Generation EU ha diseñado a tal fin.

Las otras dos coincidencias desafortunadas tienen que ver con tendencias demográficas y tecnológicas que se originaron antes de la Gran Recesión. Por una parte, están la disminución de la población en edad de trabajar y el envejecimiento de la población que, además de añadir problemas fiscales muy serios a los asociados con la elevada deuda pública, tienen consecuencias económicas y sociales trascendentales. Por otra parte, están los cambios tecnológicos que promueven la automatización y, con ella, la eliminación del trabajo en muchas tareas productivas. A ellos se unen la necesidad de abordar una transición energética por razones medioambientales que también modificará sustancialmente la forma de producir bienes y servicios. En definitiva, cambios en la estructura ocupacional y sectorial del empleo que ya se estaban produciendo por razones demográficas y tecnológicas se van a acelerar por los inducidos por la crisis de la Covid-19.

En definitiva, una serie de circunstancias nos han situado en una situación difícil en la que habrá que enfrentar retos económicos y sociales de primera magnitud. Para terminar con un apunte positivo, hay dos razones para el optimismo. Una es que los problemas están bien diagnosticados y sabemos qué medidas son las más eficaces para resolverlos. Otra es que ya, incluso en ámbitos políticos, en lugar de intentar resolver los problemas del pasado, los análisis de prospectiva ganan relevancia y han dejado de considerarse ejercicios inútiles. También hay razones para el pesimismo, pero, como decía, se trata de terminar con una nota positiva.

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