OPINION

La legislatura que, con Presupuestos o sin ellos, debe finalizar ya

El presidente de la Generalitat, Quim Torra (d), junto al vicepresidente del Govern y conseller de Economía, Pere Aragonès (EFE/ Quique García)
El presidente de la Generalitat, Quim Torra (d), junto al vicepresidente del Govern y conseller de Economía, Pere Aragonès (EFE/ Quique García)

Nos encontramos ante una legislatura zombi, ante un muerto viviente que camina balbuceante, sin ser consciente de que, en verdad, ya no pertenece al reino de los vivos. Un zombi, eso sí, con alta capacidad de dañar a nuestra convivencia y economía. Por eso, la legislatura debe ser enterrada cuanto antes, por el bien de todos, PSOE incluido. El gobierno ha lanzado, entre globo sonda y órdago, la fecha simbólica del 14 de abril. Ojalá la mantuviera, por el bien de todos. Pero, nos tememos, que no se atreverá. Trata de presionar o de proporcionar una coartada a unos independentistas que están deseando la manera de dar aire a este muerto que a todos hiede pero que a ellos perfuma. Sánchez quiere presupuestos a pesar de que el bien común aconseja que, con presupuestos o sin ellos, la legislatura debería acabar ya. ¿El 14 de abril? Perfecto, que así sea. Mejor el 14 que el 15, mejor el 15 que el 16.

La moción de censura que elevó a Sánchez a la presidencia se presentó para derrocar al gobierno Rajoy y convocar, a corto plazo, nuevas elecciones generales. Ese fue el compromiso público que Sánchez contrajo ante el conjunto de la sociedad española, contrato que incumplió al aferrarse al sillón presidencial. A partir de ahí, todo fue improvisación y huida hacia adelante, sin más norte que el de prolongar la agonía de un gobierno que se había quedado sin su sentido primigenio y único.

El no haber convocado prontas elecciones ha tenido para Sánchez –y para España– un coste elevado. En pura lógica electoral, el PSOE hubiera obtenido un mejor resultado en octubre de 2018 que el que obtendría el 14 de abril o en las de mayo 19, en caso de superdomingo. Y visto el ritmo de deterioro institucional y económico, su desgaste electoral irá en aumento. Se equivocó, incluso para sus particulares intereses políticos, al no cumplir su compromiso. Es normal que los barones socialistas manifiesten su honda preocupación por los resultados de autonómicas y municipales, visto lo visto en Andalucía. La imagen de un gobierno genuflexo ante los delirios independentistas –lo del relator ha sido especialmente humillante y doloroso– daña severamente las expectativas electorales de un PSOE en cuyo seno aún muchos siguen creyendo en la E de España.

La mayoría que sostiene a Sánchez se soporta sobre tres patas factuales. Los escaños socialistas, los de Podemos y los de los independentistas y nacionalistas de uno y otro tipo. El juego político entre socialistas y podemitas entra dentro de la normalidad institucional. Sin embargo, el pacto con los independentistas que quieren dinamitar a las bravas la Constitución es un sinsentido sin recorrido alguno. Ni Sánchez puede ceder ni un ápice de soberanía nacional, ni los independentistas renunciarán, hoy por hoy, a sus máximos, como bien se ha visto en el famoso trágala de los 21 puntos. Prorrogar este matrimonio imposible tendrá más costo para Sánchez que para sus socios soberanistas.

Los hechos se precipitan: se inicia el juicio a los imputados por la asonada independentista, la calle se agita como reacción al entreguismo del gobierno, el debate a la totalidad de los presupuestos se aproxima y la cierta desaceleración económica comienza a castigar los datos del empleo, todo ello en plena precampaña de municipales, autonómicas y europeas. Un sudoku cargado por el diablo y de incierto desenlace.

Los independentistas, en el fondo de su alma, están deseando encontrar una excusa para aprobar los presupuestos y garantizar así la supervivencia agónica de un gobierno que les beneficia. La alternativa de un gobierno a la andaluza de PP y C,s con apoyo de VOX, sencillamente, les aterra. Sánchez lo sabe y trabajan entre todos por poner sobre la mesa una excusa con la que salvar recíprocamente los muebles y poder así aprobar los presupuestos que garantizarían el 'status quo'. No sabemos si lo conseguirán, aunque no hay, para nada, que descartarlo. El órdago del 14 de abril apunta en esa línea. Con los presupuestos aprobados, Sánchez se vería legitimado para prorrogar la legislatura con el gran estropicio que ello acarrearía para nuestra economía y nuestra convivencia. Para nuestra convivencia, porque la imagen permanente de un gobierno títere del independentismo generará una segura reacción en la sociedad, que haría palidecer a la gran manifestación del pasado domingo. Y, por otra parte, la aprobación de los presupuestos también sería una pésima noticia para nuestra credibilidad económica, pues se trata de una simple declaración de intenciones sin soporte en la realidad, tal y cómo ya han denunciado distintas instituciones financieras y económicas tanto nacionales como europeas, sin que el gobierno se dé por enterado.

Sánchez, por el bien de todo, incluido el de sus propios intereses, debería convocar elecciones ya. Prorrogar la agonía de un gobierno sin razón esencial ni norte posible no hará sino complicar la convivencia, estropear la economía y dar aires a un independentismo que sólo aguarda el momento propicio para dar el golpe definitivo a la unidad de todos los españoles. ¿El 14 de abril? Perfecto. Mejor unas prontas elecciones que unos malos presupuestos y una debilidad agónica bajo el seguro chantaje independentista.

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