OPINION

Peligro: turbulencias económicas con un insensato a los mandos

Intervención de Pedro Sánchez en el acto Avanzamos en Casa de América en Madrid
Intervención de Pedro Sánchez en el acto Avanzamos en Casa de América en Madrid
Oscar del Pozo - Europa Press

El espanto tocó fondo en julio de 2012, cuando la prima de riesgo alcanzó los ¡600 puntos! Todo parecía hundirse por aquel entonces: acabábamos de pedir el rescate bancario y Bankia había tenido que ser nacionalizada. Fue entonces cuando se obró el milagro. Bastó con que Draghi pronunciara el sortilegio de “el BCE hará todo lo necesario para sostener el euro” para que la curva de riesgo y actividad se invirtieran. De excavar en los infiernos, pasamos lentamente a emerger de las tinieblas. En 2013 los vientos se pusieron progresivamente de cola. Así, los tipos de interés en mínimos históricos – tasa negativa, incluso -; la barra libre para el BCE de compra de deuda; el petróleo barato; el fuerte crecimiento de la economía internacional y la entrada en funcionamiento de las pocas reformas efectuadas por el gobierno Rajoy –en especial la laboral, la más eficaz de todas ellas-, permitieron que a partir de 2014 comenzáramos a crecer con fuerza y a recuperar actividad a un ritmo de 500.000 nuevos empleos al año.

En los tres últimos años, Rajoy, con titubeos y desgana, pilotó el avión España con un viento de cola que nos permitió crecer por encima de la media europea, con una meritoria velocidad de un 3% anual de media. Sin embargo, a pesar de este crecimiento, incumplimos de manera sistemática los compromisos de déficit contraídos con la Unión Europea, mientras que fuimos incapaces de reducir nuestra deuda pública, anclada en la cima del 100% del PIB.

Algo ocurre en la economía española y mundial. Nuestra singladura ha cambiado por dos motivos fundamentales. Primero, porque tenemos nuevo piloto al mando de nuestra nave y se nos ha revelado, para nuestra desgracia, como un verdadero insensato. Y, segundo, y lo más determinante, porque los vientos han virado. Ya no nos empujan desde la cola, sino que algunos –como el crecimiento internacional y el precio del petróleo- ya se han colocado de frente. Mala cosa. Y, por si fuera poco, los dos restantes factores que nos impulsaron hasta el crecimiento, los bajísimos tipos de interés y la barra libre del BCE, tienen los días contados. Mala singladura nos espera con un piloto irresponsable a los mandos, empeñado, además, en deshacer las pocas reformas que nos ayudaron a salir del abismo del crack. Los vientos en contra y un mal pilotaje nos garantizan graves turbulencias en un futuro próximo. Abróchense los cinturones de seguridad porque nuestra travesía se va a complicar gravemente de aquí a un año.

En vez de gasolina, tendremos plomo en las alas. ¿Plomo? Sí, porque nuestra deuda pública roza el 100% del PIB y se convertirá en un lastre insufrible una vez que los tipos de interés comiencen a crecer. Nuestra deuda engordó incluso en años de fuerte crecimiento, lo que provoca el escalofrío del observador sabio. ¿Qué ocurrirá cuando crezcamos menos? Debemos, al menos, el 100% del PIB, pero si añadiéramos otras cuantías relacionadas, el PIB público ascendería a más del 140%. Repetimos el dato para resaltar su gravedad: hemos crecido durante casi cuatro años al 3% y no hemos logrado disminuir en absoluto nuestra deuda. Peligro, peligro, porque, en consecuencia, muchos dudarán de nuestra capacidad futura de pago.

Pero nuestro gobierno, continúa en sus trece. Está subiendo –por acción u omisión– el gasto público, lo que derivará, necesariamente en un mayor déficit. Parece –y sólo parece– que obtuvo el beneplácito a regañadientes de Bruselas para retrasar los compromisos adquiridos en el plan de estabilidad. Del 2,2% comprometido hemos pasado al nuevo techo del 2,7%. Promete cumplirlo para el próximo año, pero los expertos advierten de que, visto lo visto, las cuentas no cuadrarán. El seguro y grave incumplimiento saltará en 2019, justo el año en el que el BCE tiene previsto finalizar la compra de deuda. Dependeremos en exclusiva de los mercados, que castigarán cualquier incumplimiento que signifique inseguridad y riesgo. Veremos como la prima de riesgo sube, lo que supondrá un mayor coste para la financiación, tanto pública como privada. Asimismo, todo parece apuntar a que a partir del próximo otoño los tipos comenzarán a elevarse, con el consiguiente incremento de los gastos financieros, lo que tendrá una enorme repercusión en la actividad económica. Hagamos unos números simples. Para una hipoteca de 100.000 euros, una subida de dos puntos significaría 2.000 euros al año. Y esta misma regla se puede aplicar a las cuentas públicas. Cada punto de subida de los tipos de interés supondrá unos 11.000 millones de euros en números redondos, bien es cierto que de forma escalonada, pues no se renueva toda la deuda cada año. Una subida de dos o tres puntos convertiría en impagable nuestra deuda pública. Sin embargo, los imprudentes socios del gobierno se jactan con aquello de que los estados no quiebran nunca, mientras presionan para gastar sin límite. Da miedo, mucho miedo, estar en estas manos insensatas sabedores de las inminentes turbulencias por venir. Hemos tenido mala suerte con nuestro piloto. Probablemente, la persona equivocada en el peor de los momentos posibles.

El gobierno, con su alter ego de Podemos, proclama que posee la receta mágica, el bálsamo de Fierabrás, para lograr equilibrar unas cuentas imposibles. Conocemos bien su letanía. Subir los impuestos a los ricos y a las grandes empresas. Palabras fáciles de cara a la galería pero que esconden, en verdad, subidas encubiertas a todo el personal, como desgraciadamente sufriremos. Ya veremos si logran recaudar así más o si la recaudación finalmente cae. Lo que sí es seguro es que asfixiarán a empresas y familias en el fatal momento en el que también empezarán a apretar los tipos de interés. La fórmula propuesta no funcionará. Esperemos que esos presupuestos no vean la luz, porque serían demoledores para una economía que comienza a debilitarse a ojos vista.

Los vientos viran de forma peligrosa. Y el peor tornado se está formando en EEUU. Las empresas americanas están sumamente endeudadas –la mayoría en bonos– y la subida de tipos, unidas al disparate de las guerras comerciales emprendidas, deteriorarán con fuerza su cuenta de resultados, lo que originará el impago de la deuda más volátil. ¿Recordamos a los tristemente famosos bonos-basura? Pues ya los tenemos de nuevo entre nosotros. Los hemos cebado y el próximo año – a medida que los tipos de interés suban– irán entrando en escena, devastando balances y solvencias. Estemos atentos a la intensidad del tornado, porque puede ascender a escala cinco y atravesar al Atlántico para azotar nuestras bolsas y finanzas.

Por otra parte, la subida de tipos de la FED está revalorizando al dólar, lo que castiga a las economías de los países emergentes endeudados  -y mucho– en moneda americana. Turquía y Argentina ya sufren severamente y parece que, pronto, otros les acompañarán en la dolorosa senda de la crisis y los ajustes. ¿Quién será el próximo? ¿India quizás? Tomemos estos sobresaltos como síntoma y advirtamos su grave y premonitorio significado.

No solo, por tanto, para España pintan bastos. La deuda nos aplasta a todos. Nunca jamás el mundo estuvo tan endeudado como lo está ahora. Algunas fuentes estiman la deuda global –la que suma la deuda pública y privada del mundo– en más del 300% del PIB mundial. Crecemos por lo que nos endeudamos y no por lo que producimos. El BCE ya comienza a avisar de las turbulencias por venir. Creímos que ya habíamos superado la tormenta perfecta cuando otra aún peor parece tomar forma delante de nuestras narices. Ojalá nuestro piloto rectifique su rumbo. Y, si no lo hace, al menos, que convoque elecciones para que tengamos la opción de votar por alguien más sensato.

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