OPINION

El circo político: el mayor espectáculo del mundo

Corría el año 1952 cuando Cecil B. DeMille producía y dirigía “El mayor espectáculo del mundo,” una película sobre la historia del circo. En diciembre del 2017 se estrenó “El gran showman” con Hugh Jackman mostrando los avatares de un fundador del circo, un negocio que juega con la ilusión y el entretenimiento del público y en el que el slogan “más difícil todavía” define el espíritu de la empresa. Una mirada a la política internacional lleva a la terrible conclusión de que ese también es el leitmotiv de su devenir.

La pasada semana salí camino de México DF dejando en España una situación peculiar en Cataluña. Una ficticia e ilegal república cuyo supuesto presidente está fugado en Bélgica mientras sus compañeros siguen en prisión preventiva, con o sin fundamento legal, domina el panorama.

A lo largo de esta semana, en Estados Unidos se han vivido unos días difíciles porque no se ha alcanzado el consenso parlamentario para aprobar los Presupuestos. El gobierno suspendió actividades. El mismo presidente que en el año 2013 afirmaba que la culpa de un “shutdown” (que es como se llama técnicamente) es del presidente del gobierno, mantenía sus posiciones respecto a la inmigración ilegal, eje de la discrepancia en el congreso. Los estadounidenses, tal y como han

expresado en las encuestas, culpan tanto a los demócratas como a la administración Trump de esta desafortunada situación.

No se trata de un desastre económico, ya que la financiación básica se mantiene y de cara al público, el shutdown no trasciende tanto como los medios de comunicación transmiten. Es notable el sesgo de la mayoría de los medios estadounidense que no cejan en su esfuerzo de desprestigiar al presidente. Creo que no queda un ámbito en el que no hayan tratado por todos los medios de sacarle un escándalo. Por otro lado, Trump se lo pone muy fácil: es inoportuno, maleducado, no tiene sentido diplomático, es nacionalista e impredecible.

En el primer aniversario de su mandato, y a pesar de todo, la imagen de Trump no se ha visto tan deteriorada como podría esperarse. Primero, consideró el shutdown como un regalo demócrata por su primer año como presidente, poniendo el foco de la culpa en la oposición. En segundo

lugar, apuntaba a los logros económicos como el legado duradero que pretende aportar. Está por ver si, como parafraseaba Trump, “Es la economía, estúpido”, slogan que se hizo famoso en la campaña de Clinton que le llevó a la victoria frente a Bush, padre.

Ni siquiera la conmemoración de la Marcha de las Mujeres, teñida por la acusación de encubrimiento de abusos sexuales por parte de la líder Linda Sarsour, y marcada por los escándalos de abusos sexuales en Hollywood, ha tenido tanto impacto. Por supuesto, las pancartas y merchandising anti-Trump abundaban con las mismas frases de hace un año, mientras él acudía al foro de Davos, en el que su reforma tributaria ha sido ampliamente elogiada por favorecer a la población y alentar las inversiones.

En México, una república federal con un potencial económico extraordinario y un enorme problema de corrupción y malos gobiernos, se celebrarán elecciones presidenciales en próximo mes de julio. No es sencillo explicar el espectro político de este maravilloso y gran país, entre

otras cosas por sus dimensiones, la heterogeneidad de sus estados y su particular idiosincrasia.

Separado del sur latino del continente por un puñado de países centroamericanos débiles, la república mexicana solamente puede mirar a Estados Unidos y a los dos océanos que la flanquean. Con esa identidad particular, la política mexicana se estructura entre la derecha del

PAN y la izquierda del PRD, el PRI y los verdes, como partidos  mayoritarios, y otros partidos menores.

Lo normal es que estos grandes partidos se presenten en coaliciones para recabar el mayor número de votos y luego distribuyan los puestos de responsabilidad en los diferentesestados y en el gobierno federal según lo acordado. Como sucede con los países de gran tamaño ningún equilibrio es fácil. Pero este año ha habido algún cambio que me devuelve a la premisa inicial del circo de la política.

El líder tradicional de la izquierda más radical, Andrés Manuel López Obrador (AMLO es su nombre de guerra), ha creado una alianza de izquierda populista curiosa, especialmente por su puesta en escena. La plataforma se llama MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional) y

hace alusión a “la Morenita”, la virgen de Guadalupe, patrona de México. Que es como si Izquierda Unida crea una plataforma y la llama PILAR, sólo que en México el tema identitario es mucho más acusado. Esta plataforma se ha unido a otros partidos de izquierda radical en la coalición “Juntos Haremos Historia”.

Por su parte, el partido de derecha similar a los populares, el PAN, se ha aliado con el PRD, partido que estuvo presidido durante años por el mismísimo AMLO, y han creado otra coalición, bastante inestable llamada “Por el Estado de México al Frente”. Como si el PP e IU pactaran.

Finalmente, lo que aquí sería el Partido Socialista Obrero Español, el PRI, muy desgastado, no ha logrado llegar a un acuerdo a tiempo con los verdes para crear otra coalición. No quiere decir que no pueda asociarse, pero no se presentan juntos oficialmente.

Si la aparición de los nuevos partidos en España (Ciudadanos y Podemos) ha causado ciertos cambios en España, si el triunfo de Trump está resquebrajando las bases del GOP, el partido republicano, el escenario de coaliciones mexicanos es verdaderamente confuso y el marketing

político lo empeora.

¿Qué tienen en común estos tres casos? La puesta en escena, el espectáculo. Se diría que la política de toda la vida ya no vende. Y, por más que esta deriva sea una reacción a la hipocresía y la falsedad políticas, no elimina el problema principal y sí genera debilidad institucional. Tal vez

una debilidad conveniente si se aprovecha la oportunidad para regenerar las bases y recuperar credibilidad, pero muy peligrosa en caso contrario.

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