OPINION

El euro no es (necesariamente) la solución para Cataluña

Mucho se está escribiendo en estas semanas acerca de las cuentas de la independencia de Cataluña. A los análisis previos, que presentaban una Cataluña perfectamente capaz de financiarse, hay que sumar el terrible efecto que ha tenido la cruda realidad. Ya se sabe que el papel aguanta todo, pero es muy difícil anticipar el pálpito del mercado, especialmente cuando uno se va a las bravas. En estos precisos momentos, aún no ha habido Declaración Unilateral, así que todavía andamos en el terreno de las hipótesis. Es decir, aún puede ser peor.

En un intercambio de opiniones con mi amigo, el profesor Rallo, ambos coincidíamos en reconocer el mal presagio y el efecto contagio de la salida de las empresas catalanas. Yo insistía en que la salida de los bancos no aseguraba el éxito de la independencia y él, aunque al principio parecía expresar otra cosa (o algunos no le entendimos), en su último artículo explica mucho más detalladamente su opinión y parece que también coincidimos en que la salida de Banco Sabadell y Caixabank, no asegura que Cataluña se quede en el euro ni es una garantía para la independencia, más allá de la cobertura que supone para los fondos de catalanes estar depositados en el extranjero.

Juan Ramón Rallo toma muchos de sus datos del informe presentado por la Generalitat de Cataluña “La viabilidad fiscal y financiera de una Cataluya independiente”, que a su vez calcula las balanzas fiscales con datos del 2011 y cuya credibilidad es cuestionada públicamente por algunos economistas.

Con todo, el punto que quiero señalar no se refiere a la balanza fiscal catalana, ni a la posibilidad de corralito o corralón, que era pedido enérgicamente por la CUP en los medios y descartado por el economista Niño Becerra sin ningún fundamento. Y me explico. Plantea Niño Becerra que los bancos mencionados son nacionales y no entiende que puedan tener diferentes políticas y normas para dos territorios diferentes. Eso es correcto hasta el momento en que dejen de ser territorios de la misma nación. Otra cosa es que si se activa el artículo 155 quede suspendida la autonomía y todas las competencias de Cataluña pasen al Estado central. En ese caso el Banco de España respaldaría los depósitos de los catalanes, pero se haría cargo de infraestructuras, presupuestos, y de todo lo demás.

Lo que quiero plantear es que si se diera el caso de una Cataluña independiente, conservar el euro no sería en absoluto una medida suficiente, como no lo es en Ecuador ni lo fue en Argentina. El caso de Ecuador, hay que decir que sí tiene una economía mucho más estable de lo que tendría con una moneda no ligada al dólar, y hay que mencionar a la profesora Dora de Ampuero, que acaba de recibir en México el Premio Caminos de la Libertad por su labor, ya que ella estudió la necesidad y los beneficios de la dolarización. Sin embargo, a pesar de los límites al dispendio de gobernantes como Correa que ha supuesto, la dolarización no hace de la economía ecuatoriana un ejemplo. Como lo prueba que el dólar ecuatoriano no sea aceptado en los Estados Unidos.

En el caso de Argentina, hay que mencionar lo que he tenido la suerte de aprender personalmente del profesor Juan Carlos Cachanosky, y de los profesores Nicolás Cachanosky (su hijo) y Adrián Ravier, quienes entienden que la adopción de una moneda estable debe ir acompañada de un enorme rigor presupuestario (como comenta también Rallo), ya que al no poder emitir moneda, el gobierno catalán habría de financiarse con deuda que, aún en el caso de que sea comercializada en el mercado financiero, tendría efectos perversos para la economía, dependiendo de la estructura de la economía. Por ejemplo, en la Argentina de los años 90, la distorsión se trasladó a un déficit crónico de la Balanza Comercial ya que el exceso de oferta monetaria se traducía en aumento de importaciones.

Pero, además de esta hipótesis, que si se aplica el artículo 155 no va a hacerse realidad, al menos de momento, hay un aspecto que creo que se nos escapa. La economía no está compuesta por un conjunto de agentes racionales sino por un grupo de seres humanos que deciden en base a aspectos más emocionales que racionales, que tienen sesgos de manera que no decidimos ateniéndonos a las estadísticas y los cálculos. Además la esencia dinámica de la economía y la interconexión entre ámbitos y zonas geográficas asegura que la previsión en un entorno tan cambiante y acerca de un tema tan controvertido y que atañe a tantas cuestiones tan relevantes, más allá de la economía, como la pertenencia o la identidad, sea casi imposible. Y que un gesto, como la declaración de Felipe VI, haya animado a que determinadas personas se asusten o, por el contrario, actúen con más coraje; o bien, que los gestores de la independencia decidan lanzarse al abismo, o por el contrario, que alguno vacile. No en vano, fue a partir de entonces cuando comenzó el goteo de empresas y bancos a la fuga, la última parece que es Catalana Occidente.

Parte de esos sesgos explica que busquemos las justificaciones necesarias para que las propias ideas prevalezcan, y que nos dediquemos a retorcer los datos hasta la extenuación para que representen la realidad por la que hemos apostado. Y de ahí que unos clamen por la injusticia fiscal y otros demuestren que no es tal. Y que todos ellos sean economistas serios y honestos en su propuesta. Eso sí, humanos sesgados. Los números cantan y las sirenas de Ulises también.

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