OPINION

El Gobierno del desconcierto económico

Pedro Sánchez comparece en Moncloa
Pedro Sánchez comparece en Moncloa
EFE

Pasados quince días de la toma de posesión y una vez desvelados los titulares de lo ministerios, el Gobierno de Pedro Sánchez se enfrenta, por fin, a la gestión pura y dura. Mientras el principal partido de la oposición se halla inmerso en un complicado proceso de sucesión con seis candidatos y unas elecciones a dos vueltas, el PSOE da sus primeros pasos. Lo que nos encontramos es el mismo estilo que ha mostrado en la designación de las carteras ministeriales: mucha polvareda y más de lo mismo.

La ley de memoria histórica, la exhumación de los restos de Franco, la propuesta de regulación de la eutanasia para la semana que viene, la reducción del IVA para el sector más mediático, la relajación del control de las cuentas catalanas y, por supuesto, las medidas económicas más inmediatas: la propuesta de un impuesto a la banca para compensar el déficit de las pensiones, la eliminación del copago y la sanidad universal, y finalmente, la eliminación de los peajes.

Desde el punto de vista económico, el gobierno de Sánchez parece desvincular el incremento del gasto del déficit. La única herramienta para frenar el agujero de las pensiones son los impuestos. Y, en concreto, un impuesto a la banca que ya presentó en enero, con el argumento del rescate bancario pagado por todos con esfuerzo como justificación. Los analistas económicos ya se hicieron eco de ello, ya explicaron (pero parece que nunca es suficiente) que el rescate no fue a la banca privada sino principalmente a las cajas y a bancos procedentes de bancos. Un impuesto a la banca privada en esos términos implica atribuirle erróneamente la responsabilidad del rescate, desviar la atención de las cajas y sus responsables, vinculados con la política y su partido en ocasiones; también significa aumentar los costes de transacción y, por tanto, encarecer la actividad económica de la población, no solamente de los grandes empresarios o de los ricos, sino de los pequeños comerciantes, y clase trabajadora también.

Las declaraciones de Reyes Maroto, ministra de Industria, Comercio y Turismo en el entorno de una universidad de verano son un ejercicio de vacuidad absoluta. Repite las mismas frases hechas y lugares comunes acerca de las pensiones que llevamos años escuchando, pero ninguna propuesta más allá de la subida de impuestos. Ha hablado del déficit estructural de la seguridad social, de la sostenibilidad de la misma, de la necesidad de poner todas las soluciones sobre la mesa… pero también de la imperativa reforma fiscal, dando por hecho que esa es la manera. O un impuesto a la banca o a las tecnológicas, lo que sea menos reconsiderar en serio el sistema actual de pensiones, que es el verdadero mal.

Los primeros pasos de Sánchez ya implican un aumento sustancial del gasto. Y, lo que es peor, nos dan mucha información acerca del futuro: más brillantina, más gasto, más peaje político a sus lobbistas, y poca solución realista.

Porque no hay que olvidar que todas las leyes que lleve Pedro Sánchez al Parlamento se van a encontrar con un hemiciclo en el que el partido del gobierno está en minoría. Debería mirar lo que le está pasando a Theresa May, que está perdiendo las riendas del Brexit a favor de la Cámara de los Lores. Tal y como está configurado el Parlamento actualmente es el grupo mixto el que marcaría la pauta, si se alían Ciudadanos y Partido Popular tendrían 166 votos, por un lado, y 165 votos el PNV, ERC, el PSOE y Podemos, por otro. Esta situación tan incómoda para gobernar tiene ciertas ventajas desde un punto de vista estratégico. Por ejemplo, Sánchez puede lanzar propuestas para forzar los demás partidos a que se retraten. También se va a medir la solidez de los partidos en la oposición. Podemos está en horas bajas. El Partido Popular tiene que redefinir su liderazgo interno. No es lo mismo hacer oposición a Albert Rivera y a Pedro Sánchez al mismo tiempo siendo Pablo Casado que siendo Soraya Sáez de Santamaría. Yo no creo que de verdad vayan a regenerar ni a renovar el partido. Van a tratar de pasar página y a intentar recuperar la credibilidad perdida. Van a hacer la oposición necesaria para ganar las elecciones. Igual que los demás.

La perdedora de esta escalada partidista es la economía. Porque es muy posible que Ciudadanos y PP rechacen el impuesto a la banca con sus 166 votos. Otra cosa es que los 15 votos del grupo mixto favorezcan este rechazo. Al fin y al cabo, Ciudadanos elaboró una fundamentada respuesta a la propuesta de Sánchez. Pero ¿algún partido va a hablar del despilfarro del gasto que ha aumentado en 2.500 millones de euros en diecisiete días? ¿Van a advertir de la necesidad de seguir fomentando el empleo desde el sector privado? ¿Van a señalar el peligro económico de las medidas de Sánchez de cara al escaparate? ¿Cómo va a jugar Sánchez la carta europea? Hay que recordar que la etapa de Zapatero, su inspirador según dicen, supuso un deterioro notable de las relaciones entre el gobierno español y la Unión Europea. No estamos lo suficientemente fuertes ni, por desgracia, tenemos la suficiente independencia financiera como para permitirnos ese “lujo”. Ojalá. Me encantaría pensar que la ministra Calviño le tire de las orejas cuando sea necesario para evitar que se repita la historia.

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