OPINION

El suicidio de Nicolás Maduro

Leopoldo López, junto a Juan Guaidó en la base militar de La Carlota
Leopoldo López, junto a Juan Guaidó en la base militar de La Carlota
Europa Press

El martes pasado se cerraba un mes de abril con una noticia inesperada. Juan Guaidó, presidente encargado de Venezuela, liberaba al líder de la oposición, excarcelado pero en arresto domiciliario, Leopoldo López, e instaba a la población a salir a la calle para pedir la dimisión del dictador Nicolás Maduro. Ojalá sea la ocasión definitiva. Eso fue lo que pensé y, conmigo, muchas personas de bien que somos testigos de las atrocidades que se están perpetrando en Venezuela desde hace décadas.

Al cabo de 30 horas, los militares que iban a apoyar la liberación de Venezuela cambiaron de opinión. Guaidó insiste en salir a la calle y Leopoldo López está refugiado en la embajada española en Caracas. El final de la historia está aún por escribirse.

Se me heló la sangre cuando vi en los informativos de la noche a una mujer venezolana explicar con vehemencia: “Hoy es el aniversario del suicidio de Hitler y los venezolanos esperamos que Maduro se anime y haga lo mismo: que se suicide”. En esos momentos, me pareció una barbaridad. Solamente esta mañana, leyendo las reacciones de unos y otros, he logrado comprender la lógica de esa sugerencia tan extraña.

La periodista y codirectora de Público, Virginia P. Alonso, escribía el miércoles 1 de mayo en Twitter: “A esta hora (eran las 14h.) el Gobierno de España no ha explicado aún por qué acoge en su embajada en Caracas a Leopoldo López y en calidad de qué. López ha roto su arresto domiciliario y ha intentado dar un golpe de Estado violento que parece haber fracasado”. Por su parte, el líder de Podemos y candidato a ser el principal socio del gobierno de Sánchez, Pablo Iglesias, ha rechazado la acción de Guaidó y ha advertido que “está buscando un baño de sangre” y la intervención de Trump.

A pesar de que hay mucho que decir de los resultados electorales, del anuncio de subida de impuestos oculto en campaña y manifiesto dos días después, y la algarabía que se nos viene encima hasta que lleguen las elecciones autonómicas y locales, he decidido plantearme qué posibilidades reales tiene el pueblo venezolano de salir de la espiral de miseria en la que se encuentra.

La situación es que Nicolás Maduro ha atentado varias veces contra las decisiones de la Asamblea venezolana y ha cambiado las reglas a su gusto para poder perpetuase en el poder. Además, ha sido denunciado ante la Comisión de Derechos Humanos de la Unión Europea. Ahí hay que escuchar a Beatriz Becerra quien se ha esforzado en elevar la denuncia y en visibilizar la situación del pueblo venezolano.

De manera que no se puede tratar de un golpe de Estado o una rebelión puesto que Maduro, desde el pasado enero, es un usurpador. Por supuesto que tener el control de las armas y al ejército de su parte es importante. No es complicado: Maduro controla las mafias del narcotráfico. En concreto, el Cártel de los Soles, pero no exclusivamente ese. Diosdado Cabello, su mano derecha, ha sido acusado de estar involucrado en el tráfico internacional de drogas y está siendo investigado y seguido por la DEA. Eso explica que no solamente controle al ejército sino también a grupos paramilitares corruptos, a quienes se les acaba su forma de vida en el momento en que Maduro caiga.

Por otro lado, la falta de alimentos, agua potable, energía eléctrica, medicamentos y atención sanitaria durante tanto tiempo, ha llevado a que la población se encuentre en la más profunda de las miserias: los enfermos mueren en el hospital, en las casas, o están en estado de desnutrición. Es inhumano. Y sí, el responsable es Maduro y el sistema delincuente que le sustenta.

¿Qué posibilidades hay? Una intervención militar externa parece impensable. Ningún político (excepto Trump) tiene el coraje de proponer algo tan incorrecto, incluso si se trata de una población secuestrada. No voy a entrar en juicios acerca de si es conveniente o no. Pero imaginemos que hay otras vías alternativas. No digo otras vías sin derramamiento de sangre porque Maduro ya ha asesinado a ciudadanos. ¿Diálogo? Incluso si, por un milagro divino, Maduro se diera cuenta de lo que pasa y se arrepintiera ¿es creíble que los capos del narco internacional y quienes viven de ello alrededor suyo le dejaran actuar? Ni pensarlo. No le dejarían aplicar las políticas económicas sensatas que necesita un país en la ruina, con inflación de tres dígitos y la producción paralizada. Tampoco sería conveniente dejarle ir en silencio, ni aunque se fuera a retirar al Monasterio de La Cartuja de por vida, sabiendo lo que sabe.

Guaidó ha llamado a la gente a salir a la calle, desarmada, expuesta, sabiendo que el ejército atropella a la población que camina en las manifestaciones con las tanquetas blindadas, que quienes se han refugiado en hospitales han sido perseguidos y los militares han entrado en ellos disparando e hiriendo a la población. Guaidó ha llamado a la población a protestar de nuevo, a intentar derrocar a Maduro una vez más con el argumento de más peso: la propia gente, sin ideología, pero con hambre, que ve enfermar y morir a los suyos.

¿Qué esperan de la comunidad internacional? Un boicot a Maduro. Y no creo que, a estas alturas, esperen más. Saben que cualquier cosa que haga un político del mundo civilizado va a ser empleado por su oponente para rascar votos y poder, así esté defendiendo algo justo. Todo vale. Venezuela está sola.

Vuelvo a pensar en la mujer que se expresaba con vehemencia y desesperación en la Puerta del Sol de Madrid que animaba a Maduro a suicidarse. Si tuviera un atisbo de decencia, tal vez le haría caso. No sería el único en los últimos tiempos. Pregunten en Perú.

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