OPINION

La mayoría de edad de Mauricio Macri

N

o estaba claro. Las predicciones apuntaban a una victoria de Macri pero con reservas. Las enormes dificultades económicas de Argentina, la popularidad de Cristina Fernández de Kirchner, la politización del caso de la desaparición de Maldonado y los disturbios callejeros jugaban en contra suya. Pero Mauricio Macri demostró el pasado 22 de octubre que ha venido para quedarse y que, sea por miedo a la vuelta de Cristina, sea porque sus tiempos (lentos y moderados) gustan, o sea por la mala imagen del resto de candidatos, ya no es una excentricidad en medio del universo kirchnerista.

Efectivamente, la ex-presidente Cristina Fernández de Kirchner dejó muchos puestos apalancados y muchos estómagos agradecidos que han luchado con todas sus fuerzas y, muchas veces, empleando las peores artes, para lograr su regreso. Nada importaba las reclamaciones judiciales que aún revolotean sobre su cabeza. En el mundo actual, la realidad es la que se fabrica en los medios oficiales y si hubiera ganado ella en vez de Macri, habría sido capaz de inventar cualquier excusa para lograr que la realidad diseñada le diera la razón.

Recuerdo un artículo del economista argentino y profesor de la Universidad de Denver, Nicolás Cachanosky, recién ganadas las elecciones por Macri, en el que explicaba la situación tan difícil que afrontaba el nuevo presidente: recesión, inflación, oneroso déficit fiscal, deuda externa en default, alto porcentaje de pobreza, presión fiscal récord, falta de reservas y estrictas limitaciones para adquirir dólares por los ciudadanos argentinos. Además, las estadísticas eran un dolor de muelas para cualquier economista y no había una idea clara del balance real del Tesoro o de la verdadera situación económica.

A día de hoy, la situación ha ido a mejor. Las políticas de Macri no han sido lo agresivas que muchos habrían querido. Argentina se convirtió en el caso de estudio de las políticas de shock frente a las gradualistas.

Por un lado, algunos economistas defienden que ante una economía colapsada es preferible ir aplicando políticas correctivas de manera gradual, para evitar un desastre mayor. Por otro lado, otro grupo de economistas consideran que es preferible estudiar las medidas necesarias y aplicarlas en bloque, de manera que la economía se active y se recupere. Éste es el caso de la Polonia de Leszec Balcerowicz, quien diseñó y aplicó el paquete de medidas que llevó a Polonia de ser una economía de planificación central a ser una economía de mercado, de importancia creciente en la Unión Europea.

Por supuesto que la base de cualquier conjunto de medidas de este tipo requiere de voluntad política. Y eso es lo que diferencia el Plan del 59 en España, que se aplicó bajo una dictadura, del Plan Balcerowicz, que se puso en marcha en una democracia.

Muchos economistas argentinos consideraban que este tipo de batería de políticas económicas coordinadas funciona mejor que la aplicación de soluciones graduales, por diferentes razones. La resistencia política a todo lo que viniera del nuevo gobierno por esos “estómagos agradecidos” que soñaban con el regreso de Cristina podría llevar al traste la implementación de las medidas económicas y el resultado podía ser menor, o no el previsto. Y efectivamente, en algunos casos, así ha sido.

Lo que ha ganado Macri, para desesperación de los kirchneristas, es el favor internacional. Las excentricidades de Cristina en todos los foros, fruto de una personalidad narcisista, que le llevaba a menudo a tomar decisiones un tanto inexplicables desde la perspectiva de los líderes internacionales, no tienen comparación con el talante de Mauricio Macri, mucho más afín e integrado en el ámbito de la alta política mundial. Desde Obama hasta la Unión Europea y, por supuesto, España, recuperaron la fe en que Argentina podía recuperarse. Y, de alguna manera, ese apoyo internacional fue un balón de oxígeno.

Sin embargo, aún quedan muchos frentes por cubrir. De ellos, de acuerdo con expertos analistas argentinos, hay que destacar la “normalización” económica, es decir, recuperar la senda de crecimiento, controlar la inflación, que aumentó en estos dos años y ronda el 35%, y evitar que el desempleo se dispare. La buena noticia es que está aumentando la actividad económica a medida que aumenta la confianza y se emplean recursos ociosos, pero no es suficiente. Como sucediera en la España de los años 60, es necesario que los inversores vuelvan a Argentina. ¿Logrará este segundo mandato de Macri ese acto de fe?

Ya ha pasado ese tiempo de prueba en el que todo el mundo habría perdonado que no supiera manejar la situación. Ahora tiene que demostrar que es capaz de emprender medidas estructurales, de pedir esfuerzo a los ciudadanos y ofrecer ejemplo desde el gobierno. En concreto, la reducción del gasto público es una condición necesaria para que el país se sane económicamente. La otra cara de la moneda es que no por muy necesaria la reducción del gasto público es menos impopular. Lo sabemos en España y en medio mundo. La diferencia es que para aliviar la enorme carga impositiva argentina no hay más solución que reducir el gasto, en un país en el que los Kirchner han acrecentado el índice de pobreza hasta un 30%. No es nada fácil.

Macri juega sabiendo que tiene el apoyo del 40% de la población, pero con la amenaza de que a pesar del desastre económico del anterior gobierno, aún hay un 20% de la población que vota a Cristina y que la ha hecho senadora. Es una victoria indudable pero que exige de madurez y responsabilidad.

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