OPINION

La redención como excusa política

Pedro Sánchez en Davos. / EFE
Pedro Sánchez en Davos. / EFE

Esta semana, los medios de comunicación miran a Davos a cuenta de la reunión del World Economic Forum 2020. Allí se dan cita las personalidades y los personajes más relevantes del panorama actual. Presidentes del gobierno, empresarios e 'influencers' de la política sacan conclusiones y marcan la agenda. El cambio climático va ganando frente a la innovación tecnológica y la robotización, la economía sostenible e incluso frente a la igualdad de género. Estamos en pleno apocalipsis climático. No es que no me interese la degradación de los recursos naturales. Al revés, porque me interesa creo que ese exceso de preocupación es perjudicial y lastra, precisamente, la resolución de los problemas medioambientales.

La ecología es uno de los ámbitos en los que se ha desarrollado de manera más fructífera la teoría de los sistemas complejos. También lo es la economía y, por ende, como no podía ser de otra manera, la sociedad. Nuestro cerebro es también un sistema complejo. La belleza de nuestro lenguaje permite que la palabra emergencia se refiera a una situación de peligro que requiere una acción inmediata y, al mismo tiempo, aquello que brota o procede de una situación o estado anterior en la teoría de sistemas. Así que un sistema complejo da lugar a la aparición de propiedades y comportamientos emergentes de los elementos del sistema cuando, llegado a un punto crítico, se salta de un nivel inferior a otro superior. La vida, dicen algunos, podría ser una emergencia en este sentido.

El interés de todo esto radica en que los sistemas de este tipo son los más adaptativos y resilientes. Cuando aparecen problemas aparentemente irresolubles existe la posibilidad de que haya una mutación, una emergencia, que asegure la supervivencia. Para legos como yo, bien vale como explicación la de mi abuela, mujer de campo: la naturaleza siempre se sobrepone. Por descontado, la vida en la Tierra dentro de 100 años no va a ser como la que conocemos hoy. Vivimos cambios acelerados desde todos los puntos de vista: la educación, la medicina, el transporte, la comunicación cambian de manera disruptiva y tenemos la sensación de que no vamos a poder adaptarnos. Y, claro que hay que tratar de no mermar los recursos naturales y el medio ambiente. Pero, de ahí a hablar de estado de emergencia y de medidas urgentes e inmediatas creo que hay una gran diferencia.

¿Por qué tiene tanto predicamento este nuevo apocalipsis? Las razones son varias. Me voy a centrar en las que afectan a nuestro país.

La culpa y la redención siempre han generado grandes beneficios de todo tipo. Son de los mejores anzuelos psicológicos jamás inventados. Cuando la religión, que durante mucho tiempo ha sido usada por la derecha, ha sido desplazada por una autoridad moral laica básicamente de izquierda, los nuevos inquisidores han tenido que elaborar un relato tan convincente como el tradicional. Necesitaban un nuevo pecado original que nos hiciera culpables por definición. El heteropatriarcado es perfecto en ese sentido: un hombre es culpable porque es hombre.

La culpa, la redención y el apocalipsis se han visto renovados, de esta manera, en diferentes versiones. La medioambiental es otra muy potente y más exitosa, como se está comprobando en Davos, que los problemas de género. Ya no sólo son los hombres los culpables. Cualquier persona de la cultura occidental que disfrute de las consecuencias beneficiosas de la industrialización del XIX, lo es también. El progreso económico genera basura, destruye el medio ambiente, genera catástrofes climáticas y a saber qué cosas más. No importa que la acción del hombre sobre la naturaleza haya permitido la aparición de la agricultura (que no es otra cosa que la domesticación de las especies vegetales), o que la pobreza haya disminuido de manera espectacular. Contaminamos por existir. Nuestra presencia es dañina. Eso explica que haya un grupo de personas inteligentes y con buen corazón que se plantean no tener hijos para no empeorar la situación.

Pero, este planteamiento también permite que en nuestro país el Gobierno de Sánchez, sus socios de Podemos, los colectivos feministas de izquierda radical, los medios de comunicación y la sociedad en general miren a otro lado en lugar de ocuparse de lo importante. Y hoy no se me ocurre un escándalo mayor que lo que está sucediendo en Mallorca con menores, la mayoría niñas, en los centros de acogida que están tutelados por el Consell. Los funcionarios que trabajan con estas menores, que acaban siendo violadas y captadas por redes de prostitución infantil, reconocen al 'Diario de Mallorca' que están desbordados, que hace años que ocurre y que todos lo saben. Que les faltan recursos. En esos centros, que no son cárceles, viven aquellos menores a cuyos padres se les ha retirado la custodia. Lo ordena un juez después de una vista en la que hay un representante legal del Gobierno que ofrece razones y argumentos a favor de esa medida. En este caso, y habría que ver qué sucede en otras autonomías, se les envía a un lugar donde sus tutores legales son negligentes y consienten que sean inducidas a prostituirse. Con la garantía del Estado, que decía el anuncio.

Esto sí es una emergencia. No veo manifestaciones, ni alarma social. No escucho a los representantes del Estado decir nada ante una situación que requiere acciones inmediatas para que paguen los responsables directos y los indirectos. No somos capaces de proteger a nuestros menores hoy, pero vamos a salvar al oso polar mañana. Yo no acabo de verlo.

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