OPINION

Los chicos de Sánchez, pan para hoy y hambre para mañana

El rey Felipe VI con el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez.
El rey Felipe VI con el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez.
EFE

No ha pasado ni una semana del primer consejo de ministros del presidente Sánchez. Tras el goteo de nombramientos que nos ha tenido a muchos expectantes e ilusionados como si el sorteo de la Lotería de Navidad se hubiera extendido a una semana, ha llegado el momento de enfrentar la realidad.

La creación de nuevos ministerios y las personas elegidas ya mostraban algo acerca de la senda que Sánchez iba a tomar. La segunda parte del tetrix, el reparto de direcciones generales y sus respectivos equipos no hace más que confirmar la primera impresión: reparto de puestos como pago de peajes políticos, nombres rimbombantes, y en este segundo nivel, menos brillantina, la verdad. Pero a día de hoy, ya hay evidencias de las puertas que se están abriendo, en concreto, en tres temas espinosos.

El primero en la frente: las pensiones. Uno de los factores de desgaste de la última etapa de Mariano Rajoy ha sido la imagen permanente de los pensionistas en las calles y en los platós de televisión protestando porque las pensiones son insuficientes. La respuesta del gobierno que proponía una y otra vez que el tema se resolviera en el ámbito del Pacto de Toledo era una baza a favor de la oposición, que acusaba al gobierno de “parapetarse” tras el Pacto para no subir las pensiones al ritmo de la subida del IPC. Obviamente, Pedro Sánchez tenía que aparecer como el presidente del diálogo, el hombre amable que aúna voluntades políticas. Así que lo primero que ha hecho es hablar de su agenda social, prometer subidas del gasto social del gobierno, y defender, junto con la izquierda radical, la subida de las pensiones asociada a la subida del IPC incluso en épocas de crecimiento económico, y para las pensiones más altas también. Pacto de Toledo y las pensiones. Veremos dónde acaban las futuras reuniones del Pacto de Toledo. Ninguno de los partidos va a proponer un replanteamiento del modelo, una mejora estructural, pero las diferencias entre unos y otros, va a permitir a Sánchez asociar, a ojos de los votantes, a Ciudadanos y Partido Popular como gemelos hijos de la misma loba.

El segundo de los temas problemáticos que están sobre la mesa es, por supuesto, el de Cataluña. Como muchos nos temíamos, el nombramiento de Borrell como ministro de Exteriores ha sido una maniobra de despiste para desviar la atención de los votantes de la ministra relevante: Meritxell Batet. La misma que, como cuenta Rosa Díez que estaba presente, rompió la disciplina de voto del PSOE para votar a favor de los separatistas y el derecho a decidir, por lo que fue multada junto con Carme Chacón y una docena de diputados socialistas más. ¿Qué se podía esperar? Pues exactamente lo que ha sucedido. En primer lugar, ha declarado que vería con buenos ojos que los jueces aceptaran un acercamiento de los políticos presos catalanes. Y, en segundo lugar, ha dejado claro que para el gobierno la reforma constitucional es urgente, viable y deseable, lo que Javier Pérez Royo comparaba con el trilema de Rodrik. El trilema consiste en una triada de objetivos que no pueden darse todos a la vez. En este caso, para ser viable no puede hacerse por la vía de urgencia. Así que o es deseable y viable, o es deseable y urgente. Así que, como muestra de buena voluntad, que para muchos es más un signo de debilidad, el nuevo gobierno ha levantado la supervisión de las cuentas catalanas. Quim Torra puede volver a organizar un referéndum cuando quiera. No creo que los ánimos estén lo suficientemente templados como para abordar una reforma constitucional. Pero, además, utilizar dicha reforma con un objetivo electoralista, simplemente es bochornoso. Habrá que esperar a ver el ritmo y la impronta que imprime Sánchez a un tema tan complicado.

Finalmente, hace apenas 48 horas, el nuevo gobierno se encontró con su primer conflicto internacional: la embarcación Aquarius, con 629 emigrantes a bordo, era rechazado por Italia y se veía navegando sin rumbo por el Mediterráneo. Inmediatamente Sánchez ofrecía el puerto de Valencia para evitar una catástrofe humanitaria. Valencia era un puerto demasiado lejano para un barco con exceso de carga. La última hora es que dos barcos italianos ayudarán a traer los libios recogidos en el Aquarius a nuestro país.  Que es una estrategia electoralista (otra), lo sabemos todos los que hemos estado atentos. Como decía alguien en redes sociales, Sánchez no ha ganado unas elecciones para gobernar sino que va a gobernar para ganar unas elecciones. Mirado desde ese prisma, todo encaja.

El tema de los migrantes es muy delicado. La razón fundamental es que hay una trama mafiosa que recoge migrantes en las mismas costas de la zona de Libia, muchas veces secuestrados, casi siempre engañados. Se trata de mafias muy organizadas que viven de ello. Es cierto que ceder al chantaje de los delincuentes y aceptarlos para que no los tiren literalmente por la borda o hundan la embarcación significa convertirse en carne de cañón para este tipo de extorsiones. Es verdad que hay un efecto llamada que conocemos por experiencia, sobre todo cuando la mayoría de los países limitan la entrada de inmigrantes menos uno, como le ha pasado a Italia.

¿Qué sería deseable, urgente y viable en este caso? Por ejemplo, que la medida benevolente fuera acompañada de una declaración del ministro de exteriores apelando a los países de la Unión Europea a tomar una decisión conjunta, en vez de escaquearse hasta que aparece la ocasión de salir en la foto y ganar puntos electorales. Luchar contra una mafia organizada como la que comercia con migrantes debe ser una acción conjunta. Sin embargo, las medidas maquillaje y la política de gestos que aúpen al partido a la victoria electoral no van a dar para más. Sólo podemos esperar Sánchez para hoy y hambre para mañana.

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