OPINION

La pandemia de los ERTE en el fútbol

La pandemia de los ERTES en el fútbol
La pandemia de los ERTES en el fútbol
EFE

El fútbol, dentro del fenómeno de la pandemia, ha mostrado su escasa resilencia, esto es, un cierto músculo económico que debiera haber tenido ante el fenómeno de la pandemia del Covid-19. Cuando se suspendieron las competiciones, -que no canceladas- el fútbol, su industria, los clubes, los medios que viven de este espectáculo y, por supuesto, todo su entorno rugieron, en resquebrajo, en una especie de marabunta que puso al descubierto algunas y particulares fragilidades.

Es evidente, que hay que distinguir entre aquellos clubes o entidades que participan en la Liga profesional, de los que no. El músculo económico de unos no es igual que de otros; por tanto, el sentido de empresa no implica toma de decisiones parejas. Aún más, el deporte no profesional sigue siendo muy dependiente de la financiación pública. Pero lo cierto es que el hecho de la pandemia ha quebrado esa concepción de industria del fútbol, que ha quedado retratada en los innumerables ERTES producidos, al ritmo frenético de los frenéticos decretos aprobados por el Gobierno desde el estado de alarma.

Todo esto significa que esas taquillas en el fútbol no profesional -pero que engloba a muchos y muchas futbolistas profesionales- han quedado a la intemperie de estos clubes, a pesar de que la mayoría están subvencionados públicamente, y que tienen a futbolistas, sobre todo en Segunda B, Tercera y Fútbol de Primera División Femenina, con contratos a tiempo parcial. Ahora en los ERTE verán reflejados sus retribuciones con menguantes ingresos, lo que da pie al silogismo: no taquilla y bajada de publicidad... dentro ERTE.

En este espacio de terreno se han acogido a los ERTE de suspensión en demasía, lo que significa que todo lo van a cubrir en casi su totalidad los fondos públicos. Y luego está el otro fútbol, el que es definido como liga profesional, que a pesar de que en la mayoría de los casos los propios futbolistas han negociado bajada de salarios, el ERTE ha tomado cuerpo y se ha impuesto en la modalidad de reducción de jornada.

Lo que viene a poner de manifiesto que esto del fútbol es tan volátil como invertir en bolsa, que las acciones suben y bajan dependiendo del resultado del domingo. Hecho este sobre el que deberíamos reflexionar porque en el fondo significa volver a meter dinero público al fútbol de forma indirecta y ante la inmensa fragilidad mostrada en tiempos difíciles. Porque si esto se diera en otros sectores económicos, lo que parecería evidente es que la economía de guerra ya estaría aquí.

La otra cuestión que debería preocupar tiene que ver con ese intento de modificar la norma laboral, por imperativo de una pandemia, que lo que ha producido es un estado de alarma, pero no un cambio del estatuto de los trabajadores, para hacer que la unilateralidad del club impere. Porque no cabe duda que cooperar y dialogar en este contexto es absolutamente necesario entre empresa y trabajador. Pero ese/a trabajador/a tiene que tener claro en qué afectan esas nuevas condiciones a su presente y, sobre todo, a su futuro, más allá del estado de alarma, para no verse envuelto en decisiones de hechos consumados.

Modificar el contrato, bajo la unilateralidad sistemática porque así lo atisba la norma competitiva, bajo el efecto de las ventanas en el fútbol, con ser una regla de juego, no es una regla válida para ajustar los  contratos por doquier. Sinceramente convendría hacer una reflexión seria sobre todo esto, y sobre la fragilidad de una industria que basaba el balón en unos postulados más mediáticos que industriales, ante la otra conclusión evidente que es la salud la que tiene la última palabra. No convirtamos al fútbol en un reducto desesperado de reinterpretaciones de la Ley, bajo el desiderátum de Joe Wilson, protagonista de Furia, película del director Fritz Lang.

*María José López es abogada especialista en Derecho deportivo.

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