OPINION

Vibrante, como Juego de Tronos

Junqueras durante el juicio del procés
Junqueras durante el juicio del procés

El proceso judicial de los independentistas catalanes presos ha tocado a su fin. La sentencia llegará después del verano. Auguro que habrá condenas de prisión. La Fiscalía y la Abogacía del Estado coinciden en la gravedad de los hechos juzgados y aunque difieran en el tipo de delito cometido, ya sea rebelión o sedición, las penas máximas en cualquiera de los dos casos oscilan entre los 25 y los 15 años de cárcel.

También presiento que la intervención de las defensas de los principales procesados, presentándolos como chicos traviesos desobedientes, sin más, y solicitando casi la absolución, se va a perder en la nada. Difícil de rebatir la contundencia demostrada por las acusaciones de lo que realmente fue el intento secesionista en Cataluña, sobre el que los jueces dictarán sentencia, tras evaluar si hubo o no violencia organizada y nuclear.

Han sido cuatro meses de juicio. Del 12 de febrero al 12 de junio. Empezó con tiempo fresco, 14 grados de máxima y 4 de mínima, y acabó con ambiente veraniego, hasta 25 grados. El calor político se disparará a temperaturas ardientes cuando se conozca la sentencia. Habrá revueltas, alborotos y trifulcas, pero el Estado de Derecho en España es tan sólido, vitalista e indestructible que aguantará los indignados embates secesionistas.

Es cierto, según expertos criminalistas, que las penas previstas en un código penal, por muy duras que sean, no sirven en muchos casos para disuadir a los transgresores de la legalidad. Por eso que no se crea nadie que las condenas a los políticos presos catalanes van a difuminar las tentaciones de los independentistas a seguir vulnerando la legalidad, tanto la española como la de su Estatuto de Autonomía.

Ante determinadas situaciones, sobre todo de naturaleza política como es el caso de Cataluña, hay que saber conjugar la aplicación de la ley, cuya observancia es imprescindible para el sostenimiento de la democracia, con una estrategia pedagógica a largo plazo de suma inteligencia y valentía que erosione los endebles argumentos independentistas que retuercen de forma escandalosa la realidad. Una táctica que debe ir asentando y recuperando el relato verídico de lo que han sido las relaciones históricas de los Gobiernos de España con uno de sus territorios principales, que se ha engrandecido gracias a decisiones político-económicas de calado, a la propia iniciativa emprendedora de los catalanes y al éxodo de muchos españoles de otras comunidades hacia Cataluña.

La contaminación de ese nacionalismo disgregador se ha extendido en los últimos años como una mancha de aceite por todos los rincones del país y ya va siendo hora de aminorar con paciencia el estrés y la inestabilidad que este movimiento ha provocado en todos los ámbitos de la vida nacional. Incluso entre muchos de sus propios seguidores, que de buena fe se creyeron la bendita utopía de una Cataluña independiente, alejándose en el fondo de su propia razón de ser como es España, ya de por sí profundamente diversa, plural y tolerante. No sería bueno caer en el conformismo de Ortega y Gasset cuando en plena República afirmó que el problema soberanista catalán, por desgracia, había que conllevarlo.

El juicio, vibrante, casi como Juego de Tronos, ha servido para demostrar, en un marco mediático y abierto, que este país es capaz de juzgar con imparcialidad a quienes pugnan ilegalmente por desmembrarlo. Y de hacerlo con luz y taquígrafos, sin opacidad alguna. Un proceso retransmitido en directo, sin complejos y a la vista del mundo entero. No todos los países pueden presumir de lo mismo y, por supuesto, sería impensable que sucediera en un régimen político que no fuese una verdadera democracia como la española, la que quiere desprestigiar de forma necia el separatismo catalán.

Es de justicia destacar la labor del magistrado del Tribunal Supremo y presidente de la sala del proceso, Manuel Marchena. En un juicio que ha pretendido conseguir la categoría de impecable tiene mucho que ver un juez que no dudó en dejar muy claro desde el comienzo que un proceso penal está al margen de las opiniones políticas y debe ceñirse a los hechos. Sin duda ha sido la persona clave del proceso.

En breve subirán las temperaturas. Serenidad.

P.D. Oriol Junqueras, última sesión del juicio: “Hay que volver al terreno de la política”. Sí. Sin vulnerar la legalidad.

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