OPINION

¿Puede la inmigración resolver el problema de las pensiones?

Gráfico Miguel Sebastián 21 de abril 2018
Gráfico Miguel Sebastián 21 de abril 2018
L.I.

Hace algunas semanas la prensa española se hizo eco de un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) en el que se sugería que la inmigración podría ser una opción para solucionar el problema de sostenibilidad del sistema de pensiones español. Aunque se trata de un documento de hace 6 meses (véase Country Report No.17/320), ha tenido un fuerte impacto mediático, al coincidir con las movilizaciones de pensionistas por toda la geografía nacional. Comparto con el informe la idea de que el problema de las pensiones no tiene “una solución”, sino que deber ser múltiple. No existe la varita mágica de las que algunos hablan. Tampoco tiene mucho sentido ni “asustar” a la población. Pero es un error minimizar el problema diciendo que no existe ningún problema de sostenibilidad “porque si es difícil vaticinar lo que puede ocurrir el año que viene, no digamos lo que pueda ocurrir a 30 ó 40 años vista”, como ha afirmado recientemente la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF).

Desgraciadamente, hay muchas cosas que se pueden vaticinar con la demografía. Una de ellas es la “mala pinta” que tendrá nuestra pirámide de población en 2050, tal y como se deduce de las proyecciones publicadas por los demógrafos del INE y que no son muy distintas a las realizadas por la ONU (2015) o por la Comisión Europea (2016). En el Gráfico 1 presento esa pirámide de población, elaborada a partir de los datos del INE.

Es evidente que la proyección está condicionada a los valores esperados hoy, en lo que se refiere a esperanza de vida, a fertilidad o a movimientos migratorios. Y que esos supuestos pueden ir a mejor, pero también puede ir a peor, demográficamente hablando. Cuando hablo de “mala pinta” me refiero a la llamada “tasa de dependencia”, es decir, al ratio entre la población en edad de retiro (más de 67 años) y la población en edad de trabajar (16-67 años). Ese ratio es de un 31% en la actualidad y, según las mencionadas previsiones, alcanzará un máximo del 56% en 2050 (un 51% para los hombres y un 62% para las mujeres).

Gráfico Miguel Sebastián 21 de abril 2018
    

Aunque el FMI habla de que serían necesarios 5,5 millones de inmigrantes para “reequilibrar el sistema”, en ningún momento detalla cómo ha llegado a ese cálculo, ni si valdría cualquier tipo de inmigración, de cualquier edad, y en cualquier momento. En este artículo voy a hacer un ejercicio un poco más detallado de cuál podría ser ese flujo de inmigración requerido, distinguiendo tanto por edades como por género. Se trataría de “rellenar” la anterior pirámide de población en los tramos de edad en lo que presenta huecos. Es decir, como una liposucción pero al revés, de forma que la pirámide de 2050 tuviera una forma más cilíndrica, corrigiendo sustancialmente el problema de la tasa de dependencia.

Cómo la pirámide prevista para 2050 no es homogénea, y presenta diversas ondulaciones, probablemente debidas a los movimientos migratorios de la primera parte del siglo en la que entraron más de 4 millones de personas, el flujo de inmigrantes tampoco puede ser homogéneo, y se necesitaría población de muy diferentes edades en diferentes momentos del tiempo. El análisis está hecho desde el punto de vista de la “foto final” de 2050. Se ignora a la población de menos de 16 años en esa fecha, aunque es evidente que dicha población se vería alterada por el flujo de inmigración de la gente con más edad y que tendría hijos a lo largo de esos años. Pero sólo nos fijaremos en la población en edad de trabajar en 2050, en la medida en que es la variable clave para reducir esa esperada tasa de dependencia.

Gráfico dos Miguel Sebastián 21 de abril
    

Al hacer el análisis sobre la foto estática de 2050, tampoco puedo resolver los múltiples flujos que consiguen que se llegue a esa foto final. Por ejemplo, desde este punto de vista, son equivalentes un inmigrante de 20 años que llegue a España en 2020 y un inmigrante de 30 años que se incorpore a nuestra población en 2030. Ambos cumplirán los 50 años en 2050 y ocuparán el mismo lugar en esa pirámide. Pero lo que no es irrelevante es que el inmigrante de 20 años llegue en 2020, en 2030, en 2040 o en 2050, desde un punto de vista demográfico.

Por eso, aunque este análisis resulte “simple” en su planteamiento, arroja bastante luz sobre la complejidad de una política óptima de inmigración a largo plazo y de lo poco que se habla de ella. Porque la idea que prevalece desde 1998 es que aquí llegaran inmigrantes “cuando se necesiten, cuando el mercado de trabajo lo demande”. Pero la realidad es que la política de inmigración debería basarse también en otros criterios menos cortoplacistas, como es este de la demografía a largo plazo y la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones de reparto.

El resultado de este “relleno” de la pirámide es que en 2050 se necesitarán 6,17 millones de inmigrantes: 3,10 millones de hombres y 3,07 millones de mujeres. Con ese nuevo panorama demográfico la tasa de dependencia se reducirá hasta el 44%: 40% para los hombres y 48% para las mujeres. Se trata de una tasa mayor que la actualidad, pero manejable desde el punto de vista de la sostenibilidad financiera. Pero lo más relevante es que no podrán de ser cualquier edad. En la Tabla presento el número de inmigrantes nuevos, por edad y sexo, que deberíamos tener en 2050.

Gráfico tres Miguel Sebastián 21 de abril
    

En esa fecha se necesitarán 650.000 personas en la franja de edad de 60-67 años. Es decir, personas que hayan nacido a finales de los 80 y que, por tanto, hoy tendrán en torno a los 30-35 años. De ese grupo, casi un 60% deberían ser hombres y el resto mujeres. En la franja de edad de 50 a 59 se necesitarán más, en torno a 1,2 millones de personas, también mayoritariamente de sexo masculino. Esa población habría nacido a finales de siglo pasado, y hoy tendrá en torno a 20-30 años. Ahí es donde tendremos, demográficamente hablando, una mayor necesidad de población.

En el grupo de edad de 30 a 39, sin embargo, no se necesitará a tanta gente: unos 750.000. Esos son los nacidos en 2010-2020, es decir una cohorte que en la actualidad son niños. En el grupo de los que cumplan 20-29 años en 2050 es donde habrá las más fuertes necesidades demográficas: más de 2 millones de personas, la mayoría mujeres. Ese grupo de edad aún no ha nacido, pero los necesitaremos. O bien atraemos ya a sus padres, o esperamos a que cumplan esa edad en los albores del pico demográfico. Y lo mismo pasa con el tramo incluso más joven, el de cerca de un millón de personas de 16-19 años que necesitaremos en 2050, también mayoritariamente mujeres. La tasa de fertilidad de las inmigrantes, generalmente mayor que la media española, podrá reducir parte de estas necesidades de inmigración, si los hijos nacen en España.

Pero para ello, tendrán que venir antes y poder formar una familia en nuestro país. Más allá de lo acertado de estas previsiones numéricas, que lógicamente son discutibles y deberían ser afinadas por los demógrafos, la conclusión que puede extraerse de este análisis es que, si en España queremos que la inmigración resuelva el problema demográfico, debe hacerse de una forma ordenada y planificada.

Es decir, que hace falta una política de inmigración que no hemos tenido hasta la fecha. La inmigración desordenada de principios de siglo, al calor de las burbujas inmobiliaria y de crédito, contribuyó a mejorar las cuentas de la Seguridad Social, porque los inmigrantes aportaron al sistema más de lo que recibieron. Pero se trató de una mejoría financiera transitoria. El problema demográfico no se resolvió. De hecho, empeoró, porque los inmigrantes llegaron a la parte ancha de la pirámide de población. La inmigración puede y debe ayudar a resolver nuestros restos demográficos. Pero no vale cualquier flujo, de cualquier edad y en cualquier momento del tiempo. Y esa política ordenada hay que planificarla desde ya, y con un horizonte de largo plazo.

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