OPINION

Presupuestos 2018: ¡Si Keynes levantara la cabeza!

Déficit excesivo
Déficit excesivo

Más allá de los economistas anticapitalistas o marxistas, es frecuente dividir al resto de la profesión entre aquellos que tienen una mayor sensibilidad liberal, o hacia la “economía clásica” y los más cercanos a la ideología socialdemócrata o el pensamiento económico “keynesiano”. Supongo que, con la presentación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2018, los primeros no deben estar muy satisfechos, como tampoco lo estarán con la política fiscal implementada en España en los últimos años. Pese a la expansiva política monetaria, según ellos, seguida por casi todos los bancos centrales y, en particular, por el Banco Central Europeo (BCE), la política fiscal en España ha sido acomodaticia o incluso expansiva, lo que explica un endeudamiento inusual de nuestras Administraciones Públicas (AA.PP.), cercano al 100% del PIB y al 140% si incluimos las deuda de las empresas públicas. Digo “supongo”, porque las simpatías y sesgos políticos de buena parte de este grupo de economistas liberales les hace ser mucho menos locuaces cuando gobierna el PP, en comparación con el nivel crítico y cáustico que manifiestan cuando gobiernan los socialistas, para un policy mix similar o incluso menos expansivo.

Pero en este artículo me quiero referir a los socialdemócratas. Como tales, deberían presentar, al menos, dos objeciones a estos PGE. Una, que no aborda el problema estructural del endeudamiento público, algo que perjudica la solidaridad intergeneracional que deben defender como progresistas. Y otra, que estos Presupuestos son claramente procíclicos y, por tanto, violan la propuesta keynesiana de que la política fiscal debe ser contracíclica, es decir, debe ser expansiva en los momentos de crisis, bajando impuestos y elevando el gasto, sobre todo el más relacionado con el empleo, y contractiva en las fases expansivas, moderando el crecimiento del gasto y evitando recortes de impuestos, de forma que se reduzca, en términos de PIB, el endeudamiento generado en la fase recesiva.

En cuanto al primero de los puntos, los socialdemócratas escandinavos fueron pioneros en enunciar que la política fiscal debe ser compatible con la estabilidad presupuestaria a largo plazo, de forma que no se eleve el endeudamiento de forma estructural, pues eso equivaldría a vivir hoy a costa de las generaciones futuras, que son las que heredarían el pago de la deuda y sus intereses. Se puede tener un tamaño u otro del sector público, pero sin incurrir en déficits permanentes. La reforma del artículo 135 de la Constitución, que permite un déficit estructural máximo del 0,4% del PIB, se reescribió bajo esas mismas directrices.

En lo que se refiere al segundo punto, la política fiscal anticíclica, en España, desgraciadamente, hemos hecho lo contrario durante los primeros años de la crisis, recortando gastos y subiendo impuestos en plena recesión, agravándola. Eso fue calificado de “austericidio fiscal” por parte de algunos. Pero yo prefiero llamarle “política fiscal procíclica” y, por tanto, desestabilizadora. Lo curioso es que, los mismos que criticaron, correctamente, el “austericidio fiscal”, ahora no critiquen estas cuentas públicas, que pecan exactamente del mismo problema, aunque cambiado de signo.

Déficit excesivo
Déficit excesivo

En estas páginas hemos alertado del elevado nivel de endeudamiento de nuestra economía, tanto público como privado, y la vulnerabilidad que supone, en caso de una probable subida de tipos de interés. Pero hay una clara falta de sensibilidad política, social y mediática ante este problema. Ello explica que España encabece el ranking de los países incumplidores fiscales en Europa, sin que ello provoque ningún tipo de bochorno. En la tabla presento la lista de países sometidos al Procedimiento de Déficit Excesivo (PDE) en los tres últimos años. Casi todos los países han pasado en algún año por este procedimiento, pues con la Gran Recesión de 2008-2009 se incumplió la regla de techo de déficit del 3% rígidamente impuesta por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Solo hubo dos países que nunca violaron esa regla, Estonia y Suecia, probablemente por los argumentos señalados arriba. Con la salida de la crisis en 2011-15, casi todos los países abandonaron el PDE, y en la lista permanecieron 9 estados miembros. En 2017 solo quedaban 6: Reino Unido, Grecia, Croacia, Portugal, Francia y España. Durante 2017 han ido saliendo los primeros cuatro países y, con el cierre de las cuentas del año, lo hará Francia. De esta forma, España será el único país en la lista maldita en 2018. Pero ello no provocará bochorno. Nos indigna ser los últimos en Eurovision, pero ¿a quién le importa ser los últimos en el ranking de cumplimiento fiscal? Y ya no vale seguir achacando todos los problemas fiscales a “la herencia recibida”.

Algunos países, como el Reino Unido o Grecia, partían de déficits públicos más elevados que España y han corregido su desequilibrio. Pero lo cierto es que España ha incumplido la previsión de déficit en todos los años en que ha gobernado Rajoy, excepto en 2017, en que lo ha cumplido por apenas unas centésimas. Y durante tres años consecutivos ha sido el país europeo con mayor déficit. Lejos de mostrar arrepentimiento, el Gobierno se ha embarcado en una carrera populista y electoralista con Ciudadanos, hasta convertir el Presupuesto en una subasta de gasto y de rebajas de impuestos sin horizonte de largo plazo, sin compromisos estructurales y sin proyecto de modernización de la economía. Su único objetivo parece ser el de arrancar unos votos de los colectivos favorecidos y frenar posibles movilizaciones.

El portavoz económico del Grupo Parlamentario de Ciudadanos sacaba pecho ante Pedro Sánchez, de todo el “gasto conseguido”. Pero de modelo productivo y reformas estructurales, nada de nada. La izquierda se ha quedado descolocada y ha dirigido sus criticas al aumento de la desigualdad, es decir, a la composición del gasto. Pero tampoco ha incidido en el problema del endeudamiento ni en las políticas procíclicas. Y es que hace tiempo que el PSOE ha dejado de seguir a sus colegas escandinavos. Y también a Keynes, cuya memoria ha sido sacudida por los portavoces del Gobierno, con frases del tipo: “Ahora que la economía va mejor, nos podemos permitir bajadas de impuestos” o “hay que aprovechar la mejora económica para recuperar el gasto público”. Política procíclica, de nuevo.

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